La presencia del águila perdicera en el Mediterráneo se debe a nuestros antecesores de hace 50.000 años
UGR
Fueron los primeros Homo sapiens que con su actividad humana propiciaron el establecimiento del ave frente a la del águila real, según un estudio de la UGR
Tres especies africanas de buitres se afincan en Andalucía
Un estudio liderado por la UGR ha demostrado que la presencia del águila perdicera en la zona mediterránea se debe a la actividad humana llevada a cabo desde la llegada del Homo sapiens, 50.000 años atrás. Han sido científicos portugueses y españolas de la Universidad de Granada los que mediante su estudio han averiguado la historia del águila perdicera (aquila fasciata), una de las aves de presa más icónicas de la fauna ibérica actual.
La prestigiosa revista científica People and Nature ha publicado la investigación paleontológica, genética y ecológica que explica los motivos de que el águila perdicera, una especie de distribución eminentemente tropical y subtropical, colonizó la cuenca mediterránea y por qué.
"El águila perdicera es una ‘recién llegada’ en Europa. Esta especie probablemente comenzó a establecerse en la cuenca mediterránea no hace más de 50.000 años, mientras que otras, como el águila real (a chrysaetos), han estado presentes aquí desde mucho antes, tal y como lo atestiguan los registros fósiles”,
según explica Marcos Moleón Paiz, profesor del Departamento de Zoología de la UGR y primer autor del artículo.
Los análisis espaciales del estudio explican que la población ancestral de águilas perdiceras fue prosperando a medida que la temperatura en la cuenca mediterránea subió y la población humana creció y se hizo sedentaria, pues a diferencia del águila real, esta se ve muy desfavorecida en los periodos de clima frío. Moleón señala que “en el último periodo glacial, el águila perdicera solo podría encontrar refugio en las cálidas zonas costeras, que es precisamente donde han aparecido sus fósiles más antiguos”, ya que los análisis genéticos confirmaron que, alrededor del último máximo glacial, la población mediterránea de águila perdicera debió estar formada por pocos ejemplares.
Por otro lado, el profesor de la UGR ha indicado que "una vez resuelto el ‘cuándo’, se nos planteaba la inevitable pregunta de por qué el águila perdicera comenzó a establecerse en el Mediterráneo en un periodo tan complicado climatológicamente hablando. Además, ¿por qué se estableció justo en el último ciclo glacial y no antes?”
El papel de los Homo sapiens
La respuesta se obtuvo mediante la realización de un estudio en el que se recolectó y analizó la información más completa que existe sobre las interacciones competitivas que mantiene el águila perdicera con el águila real en la actualidad, permitiendo confirmar que el águila real es la especie dominante y la perdicera la especie subordinada. Por ello, los resultados indicaban que la presencia del águila perdicera se debe a la ausencia del águila real, lo cual suele ocurrir en lugares altamente humanizados. Según Moleón, “tras poner a prueba varias hipótesis alternativas, todas las piezas del puzle indicaban que los primeros pobladores europeos de nuestra especie (Homo sapiens) jugaron un papel fundamental”.
“Además”, señala Moleón, “nuestros modelos matemáticos indicaron que, si fuéramos capaces de eliminar todas las parejas de águila real existentes en zonas climáticamente favorables, cabría esperar un fuerte incremento en el número de parejas de águila perdicera, pero no al contrario. También se sabe que las águilas reales pueden matar águilas perdiceras y usurparles sus territorios, algo que no ocurre a la inversa”.
Es de destacar que el águila real es menos tolerante hacia los humanos que el águila perdicera. La hipótesis de los autores es que, con la llegada de los primeros humanos anatómicamente modernos a Europa, algunos de los territorios de águila real más próximos a los asentamientos humanos fueron quedando abandonados, y esos territorios ‘vacantes’ empezaron a ser ocupados por águilas perdiceras procedentes del Medio Oriente. “En definitiva,” señala Moleón “el águila perdicera no pudo haberse establecido en el Mediterráneo con anterioridad a la llegada de los primeros Homo sapiens porque la presión competitiva ejercida por el águila real y otras especies sería entonces demasiado ‘asfixiante’”.
El estudio radica sobre el mecanismo denominado iberación competitiva mediada por humanos, por el cual nuestra especie, incluidos nuestros antecesores, podría modificar la distribución de otras especies, incluidas las ‘de larga vida’, de forma indirecta. Si bien es un hecho que los humanos tenemos la capacidad de modificar la distribución de las especies, "entender lo que observamos hoy día en la naturaleza requiere a menudo mirar al pasado”, apunta Moleón.
Sin embargo, la ventaja que supuso en su día para el águila perdicera el vivir en cercanía con los humanos se ha vuelto hoy día en su contra. “Paradójicamente, el futuro del águila perdicera en el Mediterráneo está actualmente comprometido por la imparable intensificación de las actividades humanas en el medio, que se traduce en mortalidad en tendidos eléctricos, escasez de presas y molestias en los lugares de nidificación, entre otras amenazas”, concluyen los autores.
También te puede interesar
Lo último
Contenido ofrecido por Aguasvira
Contenido ofrecido por CEU en Andalucía