Mi profesor de historia, un sabio

Este año se cumple el centenario del nacimiento del catedrático de Instituto, doctor Honoris Causa, premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales e Hijo Predilecto de AndalucíaAntiguos alumnos de los institutos Padre Suárez y del Ángel Ganivet recordarán al historiador Antonio Domínguez Ortiz · Reunía tres ingredientes básicos: inteligencia, estudio y humanidad

1. En 1982, Domínguez Ortiz recogió el Premio Príncipe de Asturias. 2. El catedrático de Instituto tenía los tres ingredientes básicos para ser un genio: inteligencia, estudio y humildad. Este año, el del centenario de su nacimiento, se volverá a hablar de él y se seguirá recordando su figura. 3. Doctor Honoris Causa, Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales e Hijo Predilecto de Andalucía, tuvo una prolífica producción.
1. En 1982, Domínguez Ortiz recogió el Premio Príncipe de Asturias. 2. El catedrático de Instituto tenía los tres ingredientes básicos para ser un genio: inteligencia, estudio y humildad. Este año, el del centenario de su nacimiento, se volverá a hablar de él y se seguirá recordando su figura. 3. Doctor Honoris Causa, Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales e Hijo Predilecto de Andalucía, tuvo una prolífica producción.

19 de enero 2009 - 01:00

El pasado seis de noviembre de 2008 quedó inscrita en el Registro la Asociación de Antiguos Alumnos del Instituto Padre Suárez, dotada ya de sus Estatutos y de su Junta de Gobierno presidida por el prestigioso letrado granadino J. Navarro Márquez, actuando de Secretario el inspector de enseñaza Rodríguez Herrera.

Cada vez que los antiguos alumnos nos vemos las caras, las canas y las calvas resulta inevitable rememorar recuerdos y anécdotas referidas a nuestros profesores; y por un proceso muy humano de selección natural parece que sólo revivimos los momentos más hermosos que se iniciaban a los 10 años en el Ingreso al Bachiller y llegaban hasta los 17 con los estudios preuniversitarios.

Por cierto, la mayoría de los que allí estudiábamos éramos los "tiesos"; los demás iban a los Maristas o a los Escolapios. Pero luego los resultados personales y profesionales han deparado consecuencias muy agradables.

Entre los recuerdos mantenidos más vivos están inevitablemente los referidos a mi profesor (no "profe") de Historia, Don Antonio Domínguez Ortiz, del que este año se cumple precisamente el centenario de su nacimiento. Nació en octubre de 1909 y se nos fue, porque no ha muerto, en enero de 2003. Cariñosamente le decíamos 'El Milenios', pero un milenio que viviera, un milenio de gracias que le diera.

No es cosa de hacer su biografía ni habría espacio para su currículum; ya lo harán otros si es que no cunde la amnesia. Estamos hablando de uno de los catedráticos de Instituto más prestigiosos de España que escribió más que "El Tostado" y siempre bien. Doctor Honoris Causa, Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales e Hijo Predilecto de Andalucía. Cualquier cosa.

Don Antonio era todo un ejemplo vivo de lo que debe ser un sabio porque reunía los tres ingredientes básicos: inteligencia, estudio y humildad. Jamás daba un grito en clase; nunca mandaba callar. ¿Y por qué había silencio y respeto? Pues no lo sé. Si éramos 60 ó 70 en el aula y con 15 añitos. No lo sé. Tal vez porque empezaba la clase en tono sereno, serio pero amable y mirando siempre a un imaginario horizonte lejano; inspiraba seguridad y ciencia, lo que hacía que instintivamente cundiera el silencio y apareciera la atención. Un artista, un maestro, un sabio y… otros tiempos.

DON ANTONIO ¿Y LOS HUEVOS?

No sería justo que me llevara a la tumba una anécdota que yo mismo protagonicé intentando dármelas de listillo. 16 años. La asignatura se llamaba Fuentes de Energía. Explicaba el profesor Domínguez los alimentos; un alumno imbécil, yo mismo, quiere hacer la gracia y espera la risa de todos: "Don Antonio: ¿y los huevos? ¿tienen mucha energía?" No movió un músculo; ni se inmutó el astuto profesor sevillano. Y en su habitual serenidad me respondió con mucha educación, la que yo no tenía, dándole a mi malintencionada pregunta un tono científico muy oportuno: "El huevo, como origen de un nuevo ser, la tiene y mucha". Silencio absoluto; nadie se ríe; yo más colorado que un tomate… Acabé de profesor de Historia y recuerdo esa lección con la categoría de "magistral".

Me lo encontré luego en la Facultad. Sustituía a algún catedrático cuando faltaba por lo que fuera. Las ausencias "por lo que fuera" en aquella Facultad de Puentezuelas eran frecuentes. Don Antonio nunca fue catedrático de Universidad y actuaba de suplente cuando se lesionaba el titular. Aquello resultaba curioso porque era como poner al futbolista Messi de suplente del 'Cojo de Huelva'.

A Don Antonio era al único profesor de la Facultad al que veíamos aparecer por la biblioteca consultando libros, algo tendría que aprender; los demás, como eran muy listos, se lo sabían todo. Podría contar mil anécdotas pero ni me gusta faltar el respeto a los muertos, ni mucho menos a la caterva de aficionados a la Historia que ningunearon al maestro Domínguez. Algunos todavía andan por ahí; seguro que aparecen ahora a recordarnos que nació hace 100 años y que fue muy listo. Dios se lo pague. Pero ya no hace falta.

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