La revolución granadina de la moda flamenca
Antonio Gutiérrez
El diseñador granadino Antonio Gutiérrez ha conseguido el segundo premio en la última edición de Simof con sus creaciones inspiradas en los jardines del Generalife.
QUE un granadino triunfe en la cuna de la moda flamenca no pasa todos los días. Así que el hecho de que el diseñador Antonio Gutiérrez haya conseguido el premio Mención Especial en el certamen de noveles del Salón Internacional de la Moda Flamenca (Simof) de Sevilla no es anecdótico. Para nada. Es la confirmación de que el amor por la moda, el trabajo bien hecho y el derroche de creatividad que muestran cada una de sus creaciones pueden llevarlo muy lejos.
Después de presentar dos originales colecciones en Simof -primero fue El Dorado y luego Generalife-, el granadino ya se ha hecho un nombre en el 'coto' sevillano de la moda flamenca. Y lo ha hecho revolucionando el concepto, olvidándose de los tradicionales lunares y cortes para crear una flamenca moderna, elegante y majestuosa.
Antonio Gutiérrez no siempre tuvo claro que su futuro estaba ligado a la moda. Después de estudiar otra carrera y para quitarse la "espinita", comenzó a estudiar moda en la Escuela de Arte de Granada, pero por aquel entonces se lo planteó como nada más que una afición, una forma de ocupar su tiempo haciendo lo que más le gustaba. Sin embargo, la que siempre fue su vocación comenzó a exigirle más tiempo, a convertirse en algo serio. Tanto, que decidió pedir una excedencia para terminar y ampliar sus estudios y probar suerte en un mundo que, a priori, parece inaccesible.
Y se decidió por la moda flamenca, una 'disciplina' que permite dar rienda suelta a la fantasía, que no entiende de remilgos y que deja experimentar con todo tipo de tejidos, formas y colores. "Siempre se ha dicho que un vestido de flamenca lleva de todo, que tiene todo tipo de patronajes", explica Antonio, que además se confiesa un auténtico enamorado de la feria.
Si por algo se caracterizan las colecciones de Antonio Gutiérrez es porque huye de los tópicos. Nunca ha utilizado lunares, los colores de sus vestidos son los de temporada, los que aparecen en las pasarelas de prêt-à-porter, y los tejidos huyen de lo convencional. En su primera colección, utilizó una tela africana; en la segunda, la primera oficial con la que acudió a Simof, sus vestidos blancos estaban cubiertos de plumas y pequeñas piedras pintadas a mano; y en la tercera, los grandes volúmenes y las flores han sido los criterios dominantes. "Intento que mi flamenca sea distinta. Sí uso un patrón clásico, pero intento renovarlo. El objetivo es ensalzar la belleza de la mujer, que el vestido la acompañe, no la anule", indica Gutiérrez.
Por eso el diseñador ofrece a sus clientas una amplia selección de vestidos inspirados en los de pasarela, pero más prácticos para el día a día en un recinto ferial. Eso sí, la impronta de la colección permanece intacta, así que un Antonio Gutiérrez siempre será un vestido único, original y atemporal.
Las dos colecciones oficiales del diseñador han surgido de la lectura. Los diseños que le han llevado a triunfar en Simof comenzaron a gestarse en La Herradura, durante unas vacaciones de verano en las que cayó en sus manos una edición de Los cuentos de la Alhambra de Washington Irvign. De esos relatos de reinas moras, harenes y sultanes surgió la inspiración para su colección Generalife, que cuenta a través de sus diez vestidos la historia del amor prohibido entre un jardinero y una sultana.
Una vez que surge la chispa, el siguiente paso es bocetar. Puesto que Simof obliga a los diseñadores noveles a concursar con sólo diez diseños, de los 200 bocetos iniciales se desecharon más de la mitad, hasta elegir los mejores para crear los vestidos de pasarela y decidir cuáles se utilizarían únicamente para la colección 'de calle'.
Con los bocetos elegidos, el siguiente paso es la prueba de color, una suerte de método de prueba-error que en esta ocasión le ha llevado a basar su colección en el rojo y verde de Granada, acompañado de pinceladas de rosa y azul. A continuación viene la elección de la tela, que permite, ahora sí, concebir el vestido como un todo.
Con todo el material preparado, llega el turno del patronaje, que primero se hace con una tela de menor calidad (la gasilla) para realizar las correcciones. "Cuando se corta el vestido es porque estamos seguros", explica Gutiérrez, que trabaja con una modista de confianza para ejecutar todas sus colecciones. Una vez hecho el patrón, el vestido se corta y se monta, dejando los volantes para el final, y se enriquece con todos los detalles que hacen de sus creaciones unos vestidos de ensueño que han tenido un gran éxito en Sevilla, Jaén y Córdoba.
El próximo año, Antonio Gutiérrez volverá a Simof, pero ya como un diseñador profesional, y planea el salto a la moda tradicional presentándose a la Semana de la Moda de Berlín, el mejor escaparate para los diseñadores revolucionarios.
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