Un rincón en la historia de la ciudad: la casa de Siloé

Hasta los años 20 no se fue consciente del coste de la creación de la Gran Vía Entre otros edificios de valor histórico, la casa número 5 de la calle Angosta de la Botica fue demolida

Un rincón en la historia de la ciudad: la casa de Siloé
Un rincón en la historia de la ciudad: la casa de Siloé

18 de agosto 2013 - 01:00

LA obra pionera y fundamental para el estudio de la Gran Vía, es el estudio de Manuel Martín Rodríguez: La Gran Vía de Granada, cambio económico y reforma interior urbana en la España de la Restauración, editada en 1986. En este espléndido trabajo de investigación, Manuel Martín dedica un capítulo a las expropiaciones y demoliciones necesarias para la apertura de la calle y se hace eco de algunas opiniones de ilustres literatos, como Villaespesa o Ganivet. Del primero reproduce un soneto de 1922, cuyas dos últimas estrofas dicen:

¡Tan sólo las florestas cayeron bajo el hacha / y es la Vega un prosaico plantel de remolacha, / las torres de la Alhambra despojaron de hiedras, / y profanó el progreso la vetusta poesía / de las más bellas calles, demoliendo sus piedras / para trazar la recta brutal de la Gran Vía!

Estos versos nos llevan directamente al meollo de la cuestión: la creación de la Gran Vía como una arteria, necesaria para que fluya el tráfico en tranvía y para la mejora de las comunicaciones, con una estación de ferrocarril que se había dinamizado desde su apertura, gracias al negocio de las azucareras y, fundamentalmente, la inversión en un negocio inmobiliario donde poder verter los beneficios de la industria del azúcar.

Esta idea tuvo una recepción entusiasta por la población, que veía la posibilidad de dar trabajo a grandes grupos de obreros y percibía la llegada de la modernidad, con la moda de las grandes vías en las principales poblaciones españolas y, aunque tuvo algunos detractores, la verdad es que hasta los años veinte no se fue consciente del coste.

Esa euforia por el proyecto llevó, incluso, a generar una publicación periódica, en 1894, que se llamaba La Gran Vía, autocalificada como Semanario Satírico y Literario, que decía en su primer número: "La Gran Vía, en efecto, es frase que envuelve para Granada el concepto de una hermosa ilusión, el de una gran esperanza que, aun teniendo en su contra la influencia de algún que otro entendimiento vulgar, pesimista e incapaz de concebir al calor del entusiasmo, se conoce, se siente y se desea".

Vemos pues, cómo en los primeros momentos hubo ese sentir de optimismo que, poco a poco, irá degradándose. Así, hacia el año 1898, Gómez Moreno escribe en El Defensor un pesaroso artículo ante la demolición "de la casa número 5 de la calle Angosta de la Botica, edificio de interés histórico por haber sido muchos años la morada del gran arquitecto y escultor burgalés Diego de Siloé, uno de los artistas más notables de España en el siglo XVI".

Al derribar la casa de Siloé, no solo se perdía el edificio, sino también un reducto urbanístico medieval de gran valor, ya que la entrada de la casa se encontraba en una calleja a espaldas de la Calle de la Cárcel Baja, en la que se abría un arco carpanel con una inscripción en latín que decía así "Aperi mihi domine portas iusticie" -texto probablemente inspirado en el salmo 118 "Abridme las puertas de la Justicia"- que conducía a un nuevo tramo de callejón sin salida, en cuyo fondo se abría la puerta de la casa que nos ocupa. Era esta una distribución única, emparentada con los adarves musulmanes, tal y como se puede apreciar en la fotografía tomada durante la visita que, en noviembre de 1889, realizó la sección de excursiones del Centro Artístico. Esta fotografía, que aquí reproducimos, ha sido publicada recientemente en un voluminoso tomo de Obra dispersa e inédita de Gómez Moreno, compilado y estudiado por Javier Moya.

El edificio estaba construido sobre una antigua casa nazarí, de la que conservaba la alberquilla y el canal de alimentación. Fue adquirido por Siloé en 1547 y, a su muerte, lo dejó en testamento a su viuda Ana de Bazán. En el mismo documento encargaba a su discípulo, Juan de Maeda, que trazara una nueva escalera, cuya elegancia ponderó Gómez Moreno, recomendando la conservación de una parte de los balaustres y pasamanos en el Museo Arqueológico, donde se encuentran actualmente. A la muerte de la mujer de Siloé, la propiedad pasó a manos de la orden de San Juan de Dios, fechas en las que, probablemente, se haría la inscripción del arco de entrada a la que nos referimos más arriba.

El patio era porticado, con columnas toscanas y zapatas del siglo XVII. En uno de sus frentes se abría la mencionada escalera que arrancaba de una columna de piedra de Sierra Elvira y conducía a un segundo piso de cegadas galerías, en las que se apreciaban los pies derechos de madera. En el interior, algunas habitaciones mantenían sus techos mudéjares. Tenía una tercera planta, con una sencilla balaustrada de madera, de tradición morisca.

Con esta demolición se perdía un rincón importante de la historia de la Granada más gloriosa de la Edad Moderna. Se perdía la memoria de la residencia del gran arquitecto de la Catedral y de San Jerónimo, y el lugar "en donde entregó el alma a su creador", en palabras de Gómez Moreno, que también dejaba este triste comentario en su artículo de El Defensor: "Cuando pasen algunos días solo habrá en aquel paraje un extenso solar e informes montones de materiales puestos a la venta".

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