La suerte de los que se casan bajo los alfarjes en los Córdova

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Andrés Cárdenas

13 de noviembre 2016 - 02:34

Transcurría la mañana nebulosa y anodina cuando Harry me dijo que él y Dorothy estaban pensando en volver a su país. Puse la cara más mustia de mi repertorio de gestos postizos y le pedí explicaciones. Me dijo que quería volver por dos razones: porque echa de menos Irlanda (causa comprensible) y porque su suegra, la madre de Dorothy, había iniciado esa etapa propia del envejecimiento en la que se demanda el cuidado permanente de una hija (causa de imperativo familiar). Le dije que le iba a echar de menos y él me lo agradeció con una sonrisa bobalicona que bien indicaba que él también me iba a echar de menos o que, gracias a Dios, pronto me iba perder de vista. Sus palabras descartaban la segunda opción y me dejaban emocionado:

-Yo haber aprendido mucho de ti. Tu ser buena persona. No cambiar nunca.

Harry quiere irse para Navidad, así que quedan pocas semanas de estar con él. Por eso no quiero que regrese a Irlanda sin visitar algunos sitios de Granada que los considero esenciales para conocer su historia. Uno es el Palacio de los Córdova.

Quedamos para desayunar en el Café Lisboa. Como queda dicho, la mañana estaba lechosa. El Darro desprendía una niebla espesa en la que se perdían hasta los gatos que iban en busca de comida. El Paseo de los Tristes con niebla es más triste aún. Pero Harry se encuentra en su ambiente. Dice que la niebla le recuerda mucho a su país y que andar por ella es sentirse más cerca de su casa. Y me cuenta que siempre que pasa por un río con fosca rememora el primer beso que dio a una chica. Lo hizo en un puente de piedra que hay sobre el río Shannon en un día de mucha bruma.

-Aún yo recordar labios tan dulces.

-Joder Harry, veo que lo de volver a Irlanda va en serio. Estás muy nostálgico.

-Sí. Yo echar de menos todo.

Cuatro siglos en la Plaza de las Descalzas

El Palacio de los Córdova está normalmente abierto y se puede visitar siempre que se quiera, pero los turistas con folleto en mano se paran, miran al interior y se van. Consideran tal vez la posibilidad de que alguien les vaya a recriminar su entrada o que al acceder alguien les pida dinero por visitar las instalaciones. Así que las instalaciones están casi vacías.

Antes de entrar en palacio y mientras damos un paseo por el jardín, le explicó a Harry que lo más peculiar de este sitio es que se levantó en una ubicación totalmente distinta a la que tiene ahora, pues fue construido en la céntrica Plaza de las Descalzas por Luis Fernández de Córdoba, Alférez Mayor de Granada y descendiente del Gran Capitán, en el siglo XVI. Se trata del mejor palacio nobiliario del Renacimiento. En él se conjunta armoniosamente, a decir de los expertos, el Renacimiento y el Mudéjar porque en su construcción trabajaron maestros cristianos y musulmanes.

En él se conjuntan armoniosamente el Renacimiento y el Mudéjar, ejemplo del respeto por la cultura nazarita mantenido siempre en el Reino de Granada, cosa que nos ha permitido disfrutar de espléndidas obras de arte creadas por la colaboración de maestros cristianos y musulmanes.

Su construcción se dilató desde 1530 hasta 1592 debido a las grandes proporciones del palacio; por ello encontramos en su obra elementos renacentistas que van desde los inicios del estilo hasta su final, ya manierista.

En la plaza de la Descalzas estuvo cuatro siglos. Sin embargo, debido a las transformaciones urbanísticas que sufrió la ciudad a principios del siglo XX, el palacio fue derribado en 1919 (ya no era un palacio sino un almacén de maderas), aunque gran parte de sus materiales fueron guardados y conservados. Así, entre 1960 y 1967, el palacio fue reconstruido tal y como había sido ideado en un principio en su ubicación actual por Álvarez de Toledo gracias a los planos y dibujos realizados por un arqueólogo e historiador granadino llamado Manuel Gómez-Moreno. El Ayuntamiento de Granada lo adquirió en 1983 para convertirlo en archivo municipal.

Sitio de bodas

Harry oye mis explicaciones con la vista dirigida a la Alhambra y el Generalife. Me dice que desde aquel ángulo el monumento nazarí le parece otro.

-Es que no hay una Alhambra sola, hay mil Alhambras -le digo-.

Hace unos años concejales del PSOE denunciaron el estado de abandono del jardín del Palacio, pero ahora luce un espléndido empedrado granadino. Es un espacio pudiente y un gran lugar para el espíritu. Hay varias fuentes y la parra virgen, que se sube por paredes y los arcos de ladrillo que delimitan la primera parte del patio, exhibe el color cobre de sus hojas. Los cipreses se adueñan de la vista y dejan en minoría a ejemplares de granados y otros árboles de huerta que recuerdan un pasado de tierras cultivables. Tras cruzar la puerta manierista del Palacio, nos encontramos con una zaguán y luego el patio con cenadores de arcos rebajados y estilizadas columnas que recuerdan a las nazaríes. También hay columnas renacentistas y un hermoso escudo de la familia donde aparece el rey Boabdil prisionero y las banderas ganadas a los moros en la reconquista.

Aunque lo que entusiasma a Harry son los espléndidos alfarjes mudéjares que lucen los techos. Hay diez artesonados. Dice que ha visto muchos artesonados de estilo mudéjar pero que estos son increíblemente bellos y de mucha calidad. Yo no entiendo mucho y le digo que sí. Lo que recuerdo es que en el año 1983, con motivo del Día de la Hispanidad, hubo una exposición de arte mudéjar en el Palacio de los Córdova que fue inaugurada por los reyes de entonces Don Juan Carlos y Doña Sofía.

Al dejar el Palacio hablamos con un empleado que ha salido al jardín a echarse un cigarrillo. Nos explica que la verdadera vida de aquel recinto está en la celebración de bodas. El Palacio de los Córdova, junto con el Carmen de los Mártires y el Palacete de Quinta Alegre, es uno de los sitios que el Ayuntamiento alquila para intentar resarcir las arcas de los dispendios municipales.

-Esto en verano raro es el día en que no hay aquí una boda. Creo que hasta el año 2009 está ocupado. Hay listas de espera, como en los hospitales.

El empleado nos cuenta una anécdota apócrifa que él ha oído de una chica empeñada en casarse en el Palacio de los Córdova. Fue un día a reservar las instalaciones para su boda y le dijeron que estaba ocupado hasta dentro de dos años. Aun que así lo reservó para esa fecha. Al llegar a casa y contárselo a su madre, ésta se llevó las manos a la cabeza.

-Pero, hija -le dijo- ¡si aún no tienes novio!

-Tengo dos años para encontrar uno -le respondió tranquilamente la chica-.

El hombre nos explica que alquilar el edificio para una boda cuesta 3.000 euros, catering aparte. Por lo que una cuchipanda en aquel sitio puede estar entre los cinco y los diez mil euros, según los invitados.

-Un gastaero. Eso sí, dicen que los novios que se casan aquí no se separan nunca. Por lo visto trae suerte.

-¿No separarse nunca ser tener suerte? -pregunta en tono irónico el irlandés-.

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