"El calor, el humo o el tráfico pueden ser mortales al apagar un incendio"
Nuria Anguera
La única mujer piloto de un KA-32 en España trabaja este verano para el Infoca en Granada extinguiendo incendios · La clave está en tardar menos de 15 minutos en llegar al siniestro para que se quede en conato.
Esta madrileña de 43 años es la única española comandante de helicópteros Kamov (KA-32), uno de los más usados para extinguir incendios forestales. Este periódico dio con ella durante un reportaje en el Parque Natural de Tejeda, Almijara y Alhama de Granada, mientras realizaba un turno de vigilancia desde el Centro de Defensa Forestal del Infoca.
-¿En qué consiste su trabajo?
-En estar desde las diez de la mañana hasta las nueve de la noche en guardia y a la espera de un aviso de avistamiento de fuego en cualquier punto de Andalucía.
-¿Cómo es su helicóptero?
-Es un bombardero que tiene un helibalde con una capacidad de descarga de 4.500 litros de agua.
-¿Cuántas intervenciones ha tenido este verano?
-Muchas, en el último turno seis.
-¿Dónde está el truco?
-En estar en menos de 15 minutos en marcha para que el incendio se quede en conato. Si se desmadra, como el de La Gomera, por muchos medios que pongas eso no se apaga. Por lo menos hasta que no cambie el viento o llueva.
-¿Cómo calibra el peligro?
-Primero llega un avión a la zona y hace una valoración del incendio, tanto del sitio, como de su potencial, y con estos datos deciden los medios que envían. También sale un avión de coordinación, que está todo el tiempo dando vueltas, supervisando y dando instrucciones a todos los medios para operar con seguridad.
-¿Cómo es eso de meterse en el corazón de un incendio?
-Mientras viajo con el helicóptero hacia el lugar del siniestro contacto con el avión de coordinación para informarle de cuánto tardo en llegar y ellos me indican dónde puedo coger el agua y en qué punto quieren que actúe.
-Ese momento previo será una inyección de adrenalina, ¿no?
-Sí, pero hay que controlarlo, lo mismo que un médico no puede ponerse nervioso antes de operar una apendicitis. Hay que tener la cabeza clara y tranquila para valorar qué es lo que puede salir mal. Un fuego no hay que apagarlo sobre todas las cosas.
-¿Alguna vez ha tenido que dar marcha atrás y retirarse?
-Por supuesto. Muchas veces. Y es muy importante saber decir no y poner medios antes de llegar a tu límite.
-¿Qué hace para su seguridad?
-Me doy una vuelta con calma para hacer un análisis de la situación, aunque esté ardiendo todo. Veo de dónde viene el viento, dónde hay entradas, cuál es la salida, qué hacen los demás medios, estar segura de entender todas las instrucciones, de que la balsa de donde voy a tomar el agua no tiene cables, que no voy a levantar basura con el rotor del helicóptero que se pueda meter en los motores... y andar con mil ojos porque el calor, el humo o incluso el tráfico con otros helicópteros pueden ser mortales.
-¿De dónde viene esta afición?
-A mí lo de volar siempre me había llamado la atención. Mi padre es piloto de líneas aéreas y desde pequeña he viajado mucho con él. Lo que pasa es que eso de ir de aeropuerto en aeropuerto y llevar a 300 personas detrás no me convencía, así que estudié Psicología. Pero a los 21 años empecé a volar ultraligeros y con los primeros ahorros me compré uno por 800.000 pesetas.
-¿No ejerció de psicóloga?
-No, hice unas prácticas y enseguida me di cuenta que eso de tener un techo sobre mi cabeza no era lo mío. La época en que volaba por afición fue maravillosa, porque iba donde quería y con quien quería. Tenía un grupo de amigos con el que quedaba para comer una paella y llegábamos todos volando.
-¿Cuándo se lo toma en serio?
-En 1993 gané el campeonato de ultraligeros de España y mi padre me insistió en que podía hacer de esto mi profesión.
-¿Qué le atrajo del helicóptero?
-Lo que más me impresionó fue el 'estacionario', que esté parado y se levante dos metros sin necesidad de velocidad. Que el vuelo se realiza bajito, en cualquier lugar y se maneja a la cabeza. Es lo menos parecido a un conductor de autobús [risas]. Con 26 años hice un curso en Cuatro Vientos que duró año y medio y me certificó mis primeras 230 horas de vuelo como piloto comercial y de IFR.
-Se ha cruzado con pocas mujeres en su camino hasta llegar a ser comandante de Kamov, ¿no?
-Sí, hay tres mujeres que son copilotos, pero piloto solo yo.
-¿Por qué hay tan pocas?
-Las mujeres que de verdad queremos volar ponemos muchas ganas y lo hacemos bien. No hay diferencias con los hombres y, de media, tenemos más interés que ellos. Pero la vida del piloto de helicópteros es muy dura y estás muchos días fuera de casa. Es difícil que años más tarde sigan volando y realizando turnos de 20 días seguidos para descansar y pasar en casa sólo 10 de cada mes.
-Y usted, ¿cómo lo compagina?
-Mi marido también es piloto. Tengo dos mellizos de 12 años y uno de 8, pero su padre tiene la suerte de dormir en casa cada día.
-¿Cuál fue su primer destino como piloto ya profesional?
-En Heliswiss Ibérica no tenían ningún piloto que supiera manejar un Robinson 22 y me encargaron hacer fotografías aéreas. En dos años hice mil horas de vuelo, me dieron la calificación de Jet Ranger y empecé a fumigar.
-También son pocas las mujeres que fumigan en España...
-Sí, exige una técnica complicada. La empresa me mandó a fumigar a Murcia lechugas, pino, brocoli, coliflor, arroz... y allí, en Águilas, conocí a mi marido, que también fumigaba.
-Y, ¿cómo deriva su profesión hacia la extinción de incendios?
-Invertimos en maquinaria y montamos una empresa. Compramos un Jet Ranger por 360.000 euros (nuevo cuesta un millón de euros) y estuvimos ochos años fumigando en la zona y haciendo labores de mantenimiento para la Red Eléctrica. Pero llegó la crisis en 2008, la producción cayó un 70% y cambió la normativa de Aviación Civil. Finalmente acabamos cerrando. En este mundo ser pequeño es muy difícil porque te exigen mucho papeleo.
-¿Para quien trabaja ahora?
-Para INAER Helicópteros, que se dedica a servicios aéreos de emergencias. INAER nos contrató a los dos, sólo que a mi marido lo destinaron a apagar fuegos a una base cerca de casa y a mí me han mandado este verano a Andalucía. En noviembre se acaba la temporada y en invierno no trabajo.
-Le pagarán bien para trabajar sólo seis meses al año, ¿no?
-Compensando unos meses con otros, mi sueldo es de unos 2.000 euros al mes, aproximadamente.
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