El vacío legal de los parques de bolas

No existe normativa que regule el montaje ni el visado posterior de estas estructuras, ni el número de monitores, ni la formación necesaria

Un detalle de una de las instalaciones, de la empresa Diversia.
Un detalle de una de las instalaciones, de la empresa Diversia. / M. G.
Trinidad Perdiguero

10 de julio 2017 - 02:33

Varios accidentes -el más grave en mayo, en Cataluña- pusieron de relieve la falta de regulación sobre castillos hinchables, una de las atracciones infantiles que han proliferado en los últimos años. Pero no es el único aspecto vinculado a nuevas tendencias de ocio infantil sobre el que existe un vacío legal. También se da con los parques de juegos de interior de acceso público, los conocidos como parques de bolas, algunos de dimensiones y altura considerables y una opción al alza para la celebración de cumpleaños y eventos, o vinculados a bares, centros comerciales u hoteles.

Por ellos pasan miles de niños, también en Granada, donde proliferan estas instalaciones con el buen tiempo y las fiestas populares, sin que las administraciones hayan desarrollado una regulación específica que obligue a cuestiones básicas y que muchos padres dan por hecho como que las estructuras sean montadas por personal especializado, visadas por ingenieros o arquitectos, que estén sometidas a revisiones o que tengan que cumplir con otros aspectos, como que haya un número de monitores acorde con el tamaño o el número de niños y con una formación mínima; que el establecimiento tenga espacios acotados por edad y controle los aforos. Muchos accidentes -la mayoría traumatismos- se producen por aglomeraciones o caídas de unos niños sobre otros.

Hay instalaciones que se venden incluso de segunda mano por internet, sin control

El problema pues, reside en la falta de regulación. Andalucía pasa por ser una de las comunidades autónomas que, junto a Galicia, tiene regulados los parques infantiles, con el decreto 127/2001 de 5 de junio. Pero se centra en parques tradicionales (al aire libre), fijando normas como la separación del tráfico, la accesibilidad a discapacitados, la obligatoriedad de que un adulto acompañe a los menores de 3 años, que no haya materiales tóxicos y la prohibición de acceso con patinetes o bicis. También afecta a parques en recintos privados, sin especificar más, pese a que en estos 16 años la oferta de ocio infantil ha evolucionado. Desde la Federación Andaluza de Municipios y Provincias (FAMP) y la española, se reconoce el vacío sobre todo en las condiciones de uso y gestión de estos parques, pero no se trabaja en ninguna norma que pueda servir de referencia a los ayuntamientos para elaborar ordenanzas propias.

La Federación de Asociaciones de Consumidores y Usuarios (Facua) reclamó en mayo a los ayuntamientos que tomen medidas para garantizar la existencia de licencias, lo que aseguraría también las inspecciones de oficio de ese tipo de instalaciones. Además, Facua cree que los seguros de responsabilidad civil deberían ajustarse a la gravedad de las consecuencias de los posibles accidentes que podrían producirse en ese tipo de parques. Desde Facua tampoco creen que haya alguna regulación para este tipo de alternativas de ocio en la restauración. Pero va más allá: incluso en algunos parques temáticos, las revisiones que se hacen son por motivos de aforo, no por el funcionamiento de las propias instalaciones.

Algunos fabricantes aseguran que en sus montajes y diseños sí que están aplicando ya las normas de los países que han desarrollado una legislación específica, confiando en que España lo haga y como un plus de calidad en sus productos. Es el caso de Antonio Maldonado -del departamento comercial y de diseño de la empresa Diversia-, que explica que, sin embargo, llegan a ver "auténticas barbaridades". La falta de regulación provoca que haya gran diferencia de precios en la adquisición de las instalaciones, sin que no todos los empresarios -proliferan negocios familiares o de personas que capitalizan el paro para invertir en un proyecto de autoempleo de este tipo- comprendan la importancia de no ir a lo más barato en todo.

Al no haber ley, no hay obligación de que el montaje lo haga una persona especializada. Los empresarios pueden hacerlo con personal propio, siguiendo el dossier o vídeos de los que surten los fabricantes. Las estructuras se venden de segunda mano por internet sin control. No hay ningún tipo de ITV, ni para comprobar si, por ejemplo, una estructura que se ha montado conforme a criterios de calidad de un fabricante ha sido modificada. En la mayoría de los ayuntamientos, la actividad de parque de ocio infantil no existe. Las licencias suelen ser de cafeterías con zona infantil. De esta forma, para dar licencia se revisa que el local esté insonorizado, la instalación eléctrica, salida de humos si tiene cocina y seguro de responsabilidad civil, obligatorio para cualquier negocio, pero nada específico sobre la zona infantil, cuando a veces es el gran reclamo. Hay técnicos municipales que han llegado a pedir asesoramiento a fabricantes, según Maldonado, porque no saben qué tener en cuenta cuando afrontan a una instalación así.

Son los fabricantes los que suministran en su caso carteles con las recomendaciones de uso -tampoco hay homologación al respecto-, informan a los propietarios de las normas para evitar accidentes y realizan las recomendaciones de mantenimiento. Entre otras cosas, insisten en que los niños entren sin calzado, pero con calcetines y en que haya una limpieza exhaustiva tras cada cierre porque, al utilizarse en sitios en los que se come o con niños que en un momento dado no controlan los esfínteres, pueden atraer a insectos. Igualmente, es importante la revisión y reparación de pequeños desperfectos. También queda en manos del criterio de los empresarios el que la instalación esté en zonas en las que los padres puedan ver a sus hijos o no. En locales pequeños (a veces se alquilan al completo para una celebración privada, sin que esté el dueño o su personal) Maldonado insiste en que nunca se debe dejar a los niños sin vigilancia de un adulto, pese a que ocurre con mucha frecuencia.

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