Un verano de becarios
Unos 400 estudiantes de la Universidad de Granada realizan prácticas con el programa Ícaro Es la última oportunidad para los estudiantes de las licenciaturas y la primera para los de grado La mayoría quieren practicar lo que aprenden en las facultades
Llega la época estival y la mayoría de los jóvenes universitarios se afanan en encontrar el mayor número de planes. El calor invita a la playa, la piscina y el turismo. También a la fiesta y, por supuesto, al descanso. Algunos menos afortunados compaginan esto con horas de estudio para el próximo septiembre, y otros, los valientes, buscan más opciones. Así, el verano se convierte en la mejor excusa para seguir aprendiendo y afianzando conocimientos, a la vez que se adquieren experiencia profesional en el ámbito en el que los estudiantes están formándose para un futuro que, cada vez, se hace menos lejano.
Rafael Peregrin, coordinador del Centro de Promoción de Empleo y Prácticas de la Universidad de Granada, estima que alrededor de 400 alumnos pueden estar realizando prácticas en empresa durante este verano. Admite que este tiempo "es una época como cualquier otra" para hacer prácticas. Pero lo cierto es que el tiempo libre invita a los estudiantes a aprovechar los días en una formación complementaria que se refleje en el currículum. Además, todos los estudiantes reciben una remuneración que no baja de los 300 euros mensuales, por lo que el bolsillo se convierte en uno de los principales motivos para acudir a la plataforma de gestión de prácticas Ícaro y encontrar la mejor oferta entre los diversos programas que hay.
Para poder conseguir esas prácticas hacen falta ciertos requisitos básicos, como son estar matriculado en la UGR en el curso en el que se realizan las prácticas y tener, como mínimo, la mitad de los créditos de la carrera en cuestión. Después de eso, cada empresa valorará el currículum del alumno y decidirá su incorporación o no. Por su parte, las prácticas tienen también condiciones: Peregrin recuerda que no se pueden superar las 25 horas semanales, y que la duración máxima del periodo de prácticas es de 6 meses o 600 horas. Además, las actividades deben tener relación con las salidas profesionales de los estudiantes. Por otro lado, tiene una peculiaridad: se trata de la última oportunidad que tienen los estudiantes de licenciatura de hacer prácticas, y también de la primera para aquellos de grado.
Una de estas estudiantes de licenciatura que están aprovechando la última oportunidad es Carolina González, de 22 años, que acaba de terminar Administración y Dirección de Empresas (ADE). A través de Ícaro y tras pasar varias pruebas, accedió a unas prácticas en una sucursal bancaria en un pueblo de Granada. Para ella, esta oportunidad de cinco meses significa principalmente tener experiencia en el currículum, pero también "poner cara a lo que estudio". Después de años de teoría, ver cómo es de verdad el trabajo se hace básico. Además, siempre se mantiene la esperanza "si contratan a alguien, tirarán de quien haya hecho prácticas porque ya sabe cómo funciona", sentencia.
También del 'plan antiguo' es Alberto Bueno, estudiante de 23 años de la doble licenciatura de Ciencias Políticas y Derecho que ha estado de becario en prácticas en el Decanato de su Facultad. Sus prácticas comenzaron el pasado enero y acabaron al terminar julio. Sus labores han estado centradas principalmente en actividades administrativas y de organización. "No está directamente relacionado con mi futuro pero creo que es positivo porque conoces muchas tareas y adquieres la dinámica de trabajo", comenta. Para él, el principal motivo a la hora de buscar una experiencia de prácticas fue el económico, ya que el curso que empieza se irá de erasmus a Alemania.
Algo más jóvenes son los estudiantes que llegan del Plan Bolonia, cuya primera promoción ha empezado a introducirse en la dinámica de las prácticas en empresa este curso, al conseguir el pasado los créditos mínimos.
Irene Molina, de 21 años, es estudiante de Magisterio Infantil y acaba de finalizar sus seis meses en la escuela infantil Patosuca, en Armilla. Magisterio tiene prácticas curriculares durante el curso, así que no es demasiado común que los estudiantes acudan a otros centros, pero ella lo explica de forma clara: "sentía que quería seguir estando con niños después de haber hecho las prácticas". Así que se informó y, también a través de Ícaro, encontró esta escuela, donde afirma que está muy contenta: "da mucha experiencia y aprendes muchísimo", comenta.
Ella trabaja como lo haría una maestra y en el centro le dejan toda la libertad para proponer y aportar ideas, aunque también tiene siempre la supervisión de otra maestra que la va guiando en el proceso. "Al principio me sentía perdida", comenta, al tiempo que matiza que ella ha aprendido todo "de las maestras y los niños". "Recomiendo que todo el mundo haga prácticas", dice convencida.
Patricia Gómez tiene 21 años y el próximo curso estudiará 4º del Grado en Medicina. Sus prácticas fueron a través de su Facultad y son algo más cortas que las anteriores: solo estará un mes en el Centro de Salud del Zaidín. Igualmente, está muy contenta con su experiencia y asegura que está aprendiendo muchísimo. "Cuantos más días pasan, más lo noto", comenta. Asegura que no es lo mismo la teoría que se aprende en la facultad que la realidad, donde el médico está siempre con ella, le explica y, de vez en cuando, deja que ella trabaje de forma autónoma.
Todas ellas no están solas, pues normalmente hay más estudiantes como ellos en la misma empresa, como Marta González y Ana Rodríguez, ambas de 21 años y estudiantes de 4º de Documentación que están de prácticas en el Archivo-Museo San Juan de Dios. Las dos estarán durante seis meses, y cuentan que para entrar tuvieron que pasar una entrevista "normal, como la de un trabajo". Apelan a la experiencia laboral como el principal motivo, aunque Ana cuenta que fue su padre el que la convenció. Eso sí, lo que empezó como una pequeña obligación, ahora le encanta. Sus labores van desde catalogaciones en el archivo del museo -algo más relacionado con sus estudios- hasta trabajos de guía en español e inglés. "Sinceramente, no esperaba trabajar de verdad, tenía la imagen típica de un becario que hace recados", comenta Marta. De hecho, cuenta que ella nunca se había planteado trabajar en un museo, y ahora es algo que le gustaría.
Le pasó lo mismo a Ana Plata, también de 21 años. Esta estudiante de Traducción e Interpretación con especialidad en francés hace prácticas en la oficina de información turística de la Alhambra. Ella quería hacer algo durante el verano, estuvo informándose y descubrió que el Ayuntamiento de Granada ofrecía prácticas con la UGR a través de Ícaro, así que se apuntó con la intención de seguir practicando los idiomas y no perder en verano lo que va aprendiendo en el curso. "Me gusta muchísimo, sobre todo el contacto con los turistas porque practico todo el tiempo", comenta. Sus labores van orientadas principalmente a la atención a los visitantes e informarles sobre Granada y la provincia en diferentes idiomas -ella, en español, francés, inglés e italiano-. A Ana le ha pasado como a Marta y, de no plantearse trabajar en algo así, ahora dice que es otra posibilidad de futuro.
Así, la experiencia laboral y su correspondiente reflejo en el currículum es el principal motivo de estos estudiantes que deciden vivir su verano entre el descanso y el trabajo. El futuro laboral cada vez está más cerca y ellos esperan que eso sea un plus a la hora de buscar trabajo. Además, una remuneración de unos 360 euros de media las hace mucho más apetecibles, con unas condiciones que suelen dejar que estos jóvenes también disfruten de un merecido verano.
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