Veranos en primera persona

Un verano a golpe de spray

  • El Niño de las Pinturas recuerda este verano como uno de los más intensos alrededor de la ciudad pintando más de un muro abandonado. El calor y las risas fueron los otros protagonistas.

FUE un verano muy intenso para mí y mis colegas, pintando por toda la ciudad. Sobre todo eso, pintamos mucho. Muchas tardes que nos juntábamos a pasar el rato haciendo lo que más nos gustaba. Sigo compartiendo esos mismos ratos con gente de ese verano pero hay numerosas anécdotas que merecen ser recordadas.

Recuerdo cómo en una de nuestras primeras sesiones una señora se nos acercó y nos preguntó si teníamos hambre. Nos quedamos un poco sorprendidos pero no lo dudamos y uno de los chicos que estaban allí se fue con ella y trajo bocatas para todos, que éramos un total de ocho o nueve personas.

En esa misma época eran las fiestas del barrio del Zaidín y se nos hizo de noche trabajando por la zona de la Avenida Cervantes. Resultaba curioso ver cómo la gente que volvía de los conciertos se nos acercaba y se paraba con nosotros para compartir sus litros de cerveza, ver qué andábamos haciendo y compartir un rato de conversación.

Fue un verano repleto de muros donde pintar: Plaza de la Libertad, calle Gracia, la zona Centro, incluso Gran Vía... Desde luego, hay que destacar el buen rollo que se respiraba entre nosotros. Nunca tuvimos un enfrentamiento directo con la gente; incluso, estando un día en la calle Mesones trabajando, se nos acercaron una pareja de policías municipales para intentar pararnos, diciéndonos que no podíamos seguir; a pesar de su orden, nos confesaron que les gustaba lo que hacíamos. Uno de ellos me dio su teléfono para que le pintara la casa. Nunca llegué a llamarlo, aunque –casualidades de la vida–, volví a reencontrarme con él en la zona de La Alpujarra hace unos días y hablando nos dimos cuenta de que éramos las mismas personas que ese día.

Otra de las cosas curiosas que recuerdo nos pasó cuando estábamos pintando a la salida de Granada, por Armilla, cerca de la Feria de Muestras. Solíamos pintar de día y, teniendo en cuenta que era verano, podéis imaginar el calor que hacía en un sitio donde un árbol pequeñito al principio del muro era la única sombra en un trecho de metros a la redonda. Ese día éramos veinticinco personas pintando y nos íbamos turnando para disfrutar de la sombra un rato. Los que estábamos al final de la pared trabajando podéis imaginaros el pateo que teníamos que darnos para tener un rato de descanso y, claro, metiendo codo para echar al que había delante.

Si algunas palabras pueden resumir este verano es la de felicidad y alegría. Se convirtió en la esencia de lo que es la vida para mí y las cosas buenas que tiene. Sigo teniendo la suerte de seguir pintando con la gente que lo hacía en ese momento. Lo único que lamento es que actualmente la Alcaldia de esta ciudad ha creado una ley que exige un permiso que no existe y nadie, ni en el Área de Juventud, Mantenimiento, Urbanismo, Cultura... sabe nada al respecto. Por lo tanto, la anécdota curiosa de este verano es tener un permiso por escrito de los propietarios de un muro y, sin embargo, recibir mil euros de multa por pintarlo. De todas formas, quedan muchos muros que pintar ya que Granada es una ciudad que sigue creciendo. Si bien, cuando tengo tiempo restauro pinturas de aquella época, me gustaría utilizar esa misma pintura para nuevos espacios, para nuevos muros.

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