Toda una vida tras el mostrador de la charcutería de Merca 80
María Isabel Cejudo y Manuel Arnés han recibido durante las fiestas del Zaidín el Gorrión de Plata como reconocimiento de su barrio a un trabajo y un negocio pionero en el mercado
Arranca la mejora de Merca 80 tras diez años pidiendo mejoras
Granada/Al entrar al mercado del Zaidín, Merca 80, y girar hacia la zona de los puestos, el primero con el que uno se encuentra es la Charcutería Arnés. Como sus carteles indican, funciona desde el 6 de junio de 1983, desde el inicio del mercado. Sus dueños ya están jubilados pero hoy sus hijos, la segunda generación, está al frente de un negocio que es esencia del mercado y del comercio del barrio. Por ese trabajo que hoy continúa, sus fundadores, María Isabel Cejudo y Manuel Arnés, han recibido esta semana el reconocimiento de su barrio, del Zaidín, con uno de los gorriones de plata de sus fiestas, un galardón que les llena de orgullo porque es de lo que consideran su casa y más que eso, su vida.
Ahora, ya jubilados, han dejado el negocio en manos de dos de sus hijos pero cada día siguen acudiendo al mercado, aunque ahora quizá se arrepienten de no haber dejado antes a sus hijos hacerse cargo porque reconocen que las nuevas generaciones están muy preparadas. Y quizá es esa unión familiar, ese saber aprovechar de cada uno lo mejor, lo que sigue dando éxito al negocio, desde el que han visto cómo se ha transformado el barrio y el propio mercado. Un mercado que ha recibido mejoras pero que todavía sigue luchando día a día por sobrevivir ante la gran competencia. Pero su sabor y su esencia, como reconocen, lo hacen único. En el mercado han cambiado muchos puestos, algunos están vacíos a la espera de nuevas iniciativas. De aquella inauguración quedan dos, Arnés y La Picanta, un negocio también mítico del barrio que ya regentan también sus hijos. Pero ellos han sido los que se han matenido al frente del puesto durante más tiempo antes de traspasar el testigo a sus descendientes. También están de los primeros tiempos la carnicería Luis Javier, por ejemplo, Luján , Consuegra o la pescadera Mari Carmen. Como curiosidades, su hijo mayor nació el mismo día y el mismo año que el hijo de Luis Javier, y con los hijos de Ángel Morales, de la Picanta, también jugaban todos por las tardes en el mercado, haciendo una gran familia.
María Isabel nació en el Zaidín (en su propia casa) y Manuel llegó con dos años (ahora tiene 72, por lo que lleva 70 en el barrio) ya que nació en la Cuesta de Gomérez. Los dos vivieron en las conocidas Casillas Bajas. Recuerdan sus orígenes y cómo empezaron en el puesto número 5. "Luego pasé al 6 para que se pudiera mover un compañero y después ya nos vinimos a esta esquina", relata frente al mostrador de su negocio. Y recuerdan sus inicios. "Cuando pasamos por aquí y vimos los cimientos de que iban a hacer aquí un mercado, ya solicitamos un puesto", aseguran. Manuel había aprendido el negocio en la calle Almireceros en Jamones Castellanos. Después estuvo unos años de representante "y una de las veces que iba desde el Zaidín hacia Guadix, vi el cartel puesto del mercado y fui y solicité". Y así arrancaron, empezando con un mercado que funcionaba al 40%. "En este pasillo estábamos solo tres y en el pasillo de la derecha había más, pero pasamos cinco o seis años muy malos", recuerda Arnés, a lo que apunta Cejudo que lo compensaban con la juventud. "Como el Ayuntamiento sabía que no lo había hecho bien, nos permitía de vez en cuando dar fiestas aquí y abríamos las puertas al barrio, nos hinchábamos de bailar con orquesta y todo". También ponían cruz, había escenarios con grupos,... una dinamización que era el inicio de lo que hoy en día son actividades de dinamización del mercado y el barrio. Recuerda cómo empezaron sin experiencia en negocios y a la hora de solicitar el puesto pensaron que estando más cerca de las pescaderías nos iba a ir mejor pero estábamos muy escondidos y nos cambiamos y ahora ocupamos tres puestos.
Un mercado "experimental" que sacaron adelante
Aunque resaltan que "el mercado se construyó con intención de que no funcionara, dicho por ellos". Era un mercado experimental dentro de "una obligación que tenían de construir mercados municipales. Como San Agustín estaba en las últimas, hicierone esto. Servimos de conejillos de indias", explica Manuel. "Y dijimos: ¿experimentar con nuestras trampas? No, esto va a salir adelante", recuerda María Isabel. "Y unos poquitos aguantamos, nosotros porque yo trabajaba por mi cuenta y me iba bien y otros porque tenían el respaldo de sus padres, profesionales ya de las vaquerías y de la venta, entonces aguantamos", apunta Cejudo. "Y ya no les quedó más remedio que empezar a hacer cosas. Esto era suelo de acera, no teníamos aire, teníamos chapas y barras que siguen estando ahí, un caos. Pero viendo que aguantábamos ya nos pusimos firmes y no les quedó más remedio que hacer algo. Es la única vez que se cerró el mercado, un mes entero de agosto", relatan de la historia del Mercado, que tiene 41 años. "Es una historia muy bonita, todos éramos muy jóvenes y cuando vendíamos algo nos daba mucha alegría. Cuando no vendíamos nos metíamos en el bar, nos tomábamos una copa y hasta el día siguiente", cuenta, recordando el préstamos de un millón ochocientas mil pesetas de entonces que le concedió la Caja de Ahorros de los Alminares para montar el negocio: "Estábamos endeudados. O tirábamos para adelante o montábamos aquí un tanatorio".
También recuerdan como importante el empeño de los comerciantes de que el antiguo supermercado del mercado no vendiera perecederos para no ser la "ruina" del mercado ya que había pasado eso en MercaChana y fue su fin. "Dijimos que no y al final viendo que no podían ocuparlo lo dieron para centro de mayores. Pero es que aquí todo lo que hay son profesionales en frutería, carnicería, pescadería, nosotros, con mucho esfuerzo y muchos préstamos para poder salir adelante. Y los que hemos aguantado hemos conseguido vivir de esto". Porque la gente sigue confiando en los mercados. "Nosotros somos especialistas, el trato de tú a tú con el cliente, que te conocen, a tus hijos, eso es un valor", dice Manuel. Y María Isabel recuerda también la satisfación de que después vengan hijos de clientes a comprar al mismo sitio: "Le decían a mi marido, Manolo, ¿te acuerdas cuándo nos echabas jamón en un cucurucho? Sabes lo que quieren y lo que les gusta, si tienen algún problema te lo cuentan y yo también se lo digo a ellas. Es diferente".
En este tiempo también se han modernizado y adaptado a los tiempos, tanto en instalaciones como en productos. Mantienen los jamones y la charcutería como principal pero tienen más de 200 referencias en el puesto y otros productos para diversificar. "Tenemos el corte a cuchillo de Jamón, jamones que deshuesamos nosotros y la charcutería y quesos", detallan.
María Isabel se jubiló a primeros de año. Manuel se jubiló antes pero seguía como administrador de la empresa: "¿qué hacía yo viendo obras todos los días y ella trabajando? No podía entrar a despachar pero sí hacer pedidos, pagar facturas. Y seguimos viniendo todos los días". "Esto ya es de ellos (de dos de sus hijos, Alejandro y Javier. El mayor, Manuel, es guía turístico) y ahora solo entramos a 'mangar' un poquito cuando necesitamos algo", dice sonriendo María Isabel.
"Yo pensaba que era imprescindible, por eso me jubilé tan tarde, estaba muy implicada en la tienda. Y mi miedo era que cuando no estuviera esto fuera a menos. Pero no, al contrario, les he dado una responsabilidad a mis hijos que tendría que habérsela dado hace muchos años, tienen otras ideas. Muchas veces los padres creemos que nuestros hijos no van a poder y luego nos dan la vuelta", reconoce. Una historia de ejemplo de negocio de barrio, familiar, que ha recibido el reconocimiento de su barrio.
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