Luis García-Almenta López-Muñiz. Coronel jefe de la base aérea de armilla

"Si volviese a nacer querría volver a ser aviador del Ejército del Aire"

  • Resalta que la Base siempre está abierta a la ciudadanía y dispuesta a colaborar

  • Considera que el futuro está marcado por la tecnología, pero que seguirán primando los valores del equipo humano

El Coronel García-Almenta ha continuado una tradición familiar que inició su abuelo cuando se fundó el Ejército del Aire.

El Coronel García-Almenta ha continuado una tradición familiar que inició su abuelo cuando se fundó el Ejército del Aire. / reportaje gráfico: carlos gil

Aterrizó en la Base Aérea de Armilla hace poco menos de dos meses con un objetivo claro: "ejercer el mando con vocación de servicio, como un director de orquesta con plena dedicación". Diplomado en Estado Mayor y piloto de helicópteros con 22 años de experiencia en unidades operativas de helicópteros, Luis García-Almenta López-Muñiz (Madrid, 1963) ocupa desde el pasado 12 de julio el sillón de la Jefatura del Ala 78, donde ha sustituido al Coronel Javier Hernández Antuña. Militar por tradición familiar, pero sobre todo por vocación, cree que este cargo es "el anhelo de todo aviador del Ejército del Aire".

-¿Cómo ha sido el "aterrizaje" en la Base Aérea de Armilla?

-Destacaría tres puntos. En primer lugar, el hecho de que le diera el relevo a un amigo. El Coronel Hernández Antuña y yo hemos estado destinados muchos años juntos y tenemos una relación personal que incluye a nuestras familias, así que ha sido muy fácil. Me vine unos días antes, en mis vacaciones, y estuve en su casa viviendo con él. Entre ratos haciendo footing alrededor de la Base y alguna caña después de su horario de trabajo, hicimos un relevo fantástico de casi diez días. Como segundo punto heredo una Base de las más operativas del Ejército del Aire, lo que por un lado hace más fácil mi labor, pero también supondrá un reto mantener el alto nivel alcanzado por mis predecesores. Esta Base fue mi primer destino, en 1988, cuando comencé la especialidad de helicópteros, y toda mi vida operativa ha sido en torno a ellos, por lo que es un entorno que conozco bien. En tercer lugar vengo aquí con mi mujer y mis cuatro hijos, lo que hace que aparte de ser una vivencia profesional singular, también vaya a serlo para la familia. Siempre que he tenido un destino en el extranjero (EEUU, Turquía...) hemos estado juntos, lo que constituye un factor muy importante para mí.

- ¿Cómo se adapta una familia a los cambios de destino?

-Es algo que asumimos como condición intrínseca a nuestra profesión, pero no quiere decir que no tenga dificultad. Hoy en día hay muchas misiones en el extranjero, lo que genera muchos cambios de destino, pero nuestra Institución hace un gran esfuerzo para que se puedan conciliar la vida profesional y personal. Por ejemplo, tenemos en la Base Aérea personas que están en comisión de servicio porque tienen un problema familiar y necesitan estar unos meses destinados aquí. Están en tránsito hasta que solucionen esa eventualidad.

-Durante casi 20 años fue piloto de las altas autoridades del Estado e incluso fue instructor de vuelo de S. M. el Rey Felipe VI, ¿cómo valora esa etapa y a qué personalidades ha transportado?

-En 1997, año que S.M. el Rey estuvo en la Academia General del Aire en San Javier, yo también estaba allí. Posteriormente, desde 1992 he realizado vuelos de transporte de personalidades, compatibilizándolos con vuelos operativos, en una unidad de búsqueda y salvamento (SAR). El mundo de los vuelos VIP es poco conocido incluso en las Fuerzas Armadas. Cuando llegué a esa unidad, el jefe del Escuadrón me mostró esa famosa estatuilla de los tres monos -que se tapan ojos, oídos y boca-, y de alguna manera esa es la vocación de los que realizamos este tipo de vuelos. Hemos vivido momentos muy interesantes, pero se dice que "lo que sucede en cabina, se queda en cabina". Con S. M. he podido vivir su evolución como piloto de helicópteros, que es el único medio en el que está operativo al 100% en las Fuerzas Armadas. Hizo el curso aquí, en la Escuela de Helicópteros de Armilla, unos años después de salir de la Academia General del Aire, y en la unidad de Cuatro Vientos se ha mantenido instruido como piloto en las mismas condiciones que cualquier otro del Ejército del Aire. En esa evolución he tenido el honor de participar siendo durante algunos años su instructor. Como él me decía en la dedicatoria de una foto que me hizo: "Durante muchas horas juntos, nunca suficientes". Es un piropo del que le estoy muy agradecido. He tenido vivencias con S. M. en cabina en las que, siempre que hemos volado juntos, nos ha hecho sentir a todos como parte de la tripulación.

-¿Cómo valora el cambio de esa etapa y cómo afronta esta nueva?

-Ejercer como Coronel de una Base Aérea es el colofón a toda una vida profesional. Nos formamos para ello desde el ingreso en la Academia General del Aire, y luego en las escuelas de Especialización. Es nuestro mayor anhelo, por lo que para mí ha sido una evolución. Si volviera a nacer querría volver a ser aviador del Ejército del Aire, tener las mismas vivencias, volver a sentarme en este sillón, y ejercer este puesto con vocación de servicio, que es como creo que hay que ejercer el mando: como un director de orquesta con dedicación plena. Es una vocación que he adquirido de mi padre -fue piloto del Ejército del Aire, de la IV Promoción-, y de mi abuelo, que pertenecía al Ejército de Tierra y cuando se creó el del Aire, le dieron la opción de cambiar, por lo que en mi familia hemos estado unidos a esta Institución desde su nacimiento.

-Por eso Aire y no Tierra o Mar...

-Me preparaba en una academia para el Ejército de Tierra y el de Aire. La familia de mi madre es del Ejército de Tierra, del Arma de Caballería. La vocación por el de Aire debía llevarla en las venas. Supongo que la decisión vino porque mi padre falleció tres meses antes de que yo ingresara, luego no vio cómo su hijo seguía la misma tradición. Cuando él falleció yo entré en las dos academias, quizá fue eso lo que influyó para que me decantase. Creo que con esa inspiración, mi padre me ayudó a acertar, porque he tenido una vida feliz y he vivido mi vocación aeronáutica plenamente.

-¿Cómo definiría la Base?

-Es una de las históricas del Ejército del Aire, junto con la de Cuatro Vientos y Getafe. Aquí los primeros vuelos fueron con globos aerostáticos, en 1895. La Base realmente se creó un 21 de junio de 1922, y también día de San Luis Gonzaga, que es mi nombre, o sea que ya había ahí un indicio interesante (bromea). En 1973 pasó a ser centro de selección para la Academia General del Aire, por lo que ya tenía función como escuela, igual que ahora. En 1980 se creó el Ala de enseñanza número 78, asumiendo las misiones asignadas a la Escuela de Helicópteros. Los medios aéreos tienen una capacidad para hacer salvamento, por lo que también prestamos ayuda en servicio de búsqueda y salvamento que realizan otras unidades del Ejército del Aire. Además, albergamos la Patrulla Aspa, que realiza una de las denominadas misiones especiales del Ejército del Aire: las exhibiciones. Se hacen las maniobras más difíciles, de hecho, es la única patrulla acrobática de Europa. También tenemos una pequeña residencia de acción social para personal de tropa, por lo que cuando un soldado, cabo o cabo primero, disfruta de sus vacaciones, aquí hay una residencia dedicada para ellos. Vienen con su familia y pueden disfrutar de la piscina, de la Sierra para esquiar, o de la playa, y es otra pequeña unidad dentro de la Base.

-¿Qué resaltaría de la Base?

-La operatividad de los medios aéreos es de las más altas de todo el Ejército del Aire (superior al 85%). Pero lo que me ha dejado sorprendido de la Base es la relación con los cinco municipios vecinos -Armilla, Alhendín, Churriana, Las Gabias y Ogíjares-, es excelente. Con los alcaldes la relación va más allá de la institucional, es cercana, con total disposición a colaborar. Es una Base chiquitita, tenemos algo menos de 500 personas, con un perímetro de unos 8 kilómetros que se puede recorrer andando. Creo que los edificios, cómo está pintada y distribuida, hacen de ella una Base bonita. Destacaría, la relación con la ciudadanía, nunca hay altercados y acoge muy bien la presencia de la Base.

-Los relevos son cada dos años, pero ¿cuánto tiempo espera estar al frente de la Base granadina?

-Normalmente son cada dos años porque debido al número de coroneles que hay en el Ejército del Aire, se debe permitir que la mayor cantidad de ellos pasen por esta experiencia. El deseo es siempre estar más tiempo, pero por lo general son dos años y es lo que espero cumplir.

-¿Y después?

-Las funciones de Coronel son fundamentalmente de gestión. Lo más probable es que pase al Cuartel General. Allí se busca el perfil que uno tiene después de una larga trayectoria. He estado en áreas de inteligencia, de seguridad de vuelo y en operaciones. Mi último destino fue en el Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional llevando un área de prospectiva, sobre cómo se ve el futuro y cómo prepararse para él. Ahora también en enseñanza. Creo que podría ir a bastantes sitios.

-Cuenta con una dilatada trayectoria, ¿con qué etapa o misión se queda?

-Creo que hay un driver -un elemento conductor- en el Ejercito del Aire, que son las operaciones en el exterior, que hace que cada diez años aproximadamente nuestra Institución enfoque su mayor esfuerzo en un área geográfica determinada. En los 90, las misiones en el extranjero se orientaron principalmente a los Balcanes. Realicé dos misiones allí, tanto en la Guerra de Bosnia como en Kosovo, que fueron muy interesantes. La siguiente década vino marcada por Afganistán. Mantuvimos una base y gran presencia de medios aéreos y personal, entre ellos una unidad de helicópteros medicalizados que tuve el privilegio de ser el primero en mandar y desplegar. Hicimos modificaciones en los helicópteros para operar en un ambiente de amenaza, pero nuestra función era garantizar las aerovacuaciones médicas. Además, cuando había un atentado, prestábamos ayuda tanto a militares como a personal civil, y también misiones humanitarias. Posteriormente participé en la Guerra de Libia desde el Cuartel general de la OTAN en Izmir (Turquía). En 2016 tuve la fortuna de que me designaran como Jefe para una misión en Senegal, donde el Ejército del Aire mantiene un destacamento aerotáctico. Pienso que en las Fuerzas Armadas, cualquier euro que se invierta en la seguridad del Sahel contribuirá directamente a la seguridad en España. Creo que el futuro de las operaciones militares de la próxima década está en África, donde también habrá que hacer gran esfuerzo en invertir en cooperación.

-¿Cuál es la mayor dificultad a la que se enfrenta un piloto?

-Todo el mundo dice que el vuelo en helicópteros es más difícil que en un avión. Yo no me atrevería a decir tanto. La verdadera dificultad no es en el vuelo en sí. Si hacemos un trayecto logístico de Armilla a Madrid con buena meteorología, es algo relativamente sencillo. La gran dificultad viene en la realización de las misiones. Cuando se está en altitudes grandes, terrenos montañosos, con mucho calor que afecta a la potencia del helicóptero, con mucho peso porque se lleva a nueve personas a bordo de tripulación para cumplir la misión, con armamento, el helicóptero blindado, con mala meteorología... Eso tiene una exigencia altísima y para ello preparamos a nuestros pilotos. Se les va mentalizando en seguridad de vuelo y se les forma para terminar volando en las condiciones de máxima exigencia: de noche, con gafas de visión nocturna, vuelo en formación, vuelo cuya toma de tierra sea un ambiente de polvo, con el que se queda uno a ciegas... Hasta ahí es hasta donde hay que llegar: preparar al personal con la mayor exigencia para que los vuelos se realicen con el 100% de acierto y seguridad.

-¿Qué cree que aporta a la sociedad el Ejército del Aire?

-La función del Ejército del Aire es contribuir a la estrategia de seguridad nacional en el ámbito que nos corresponde: aportar el poder aerospacial para contribuir a la defensa del espacio aéreo de soberanía. También a la defensa de nuestros intereses más allá de nuestras fronteras. En todas las operaciones militares existe la necesidad del componente aéreo. Por ello creo que la contribución a la sociedad es enorme, pero también existe una contribución a la sociedad civil, como por ejemplo en catástrofes, búsqueda de un montañero perdido en la Sierra... Creo que la institución militar es de las que tiene mejor reconocimiento en la sociedad, eso dicen las encuestas. En nuestro ámbito local hemos tenido acceso a encuestas de la UGR y cerca del 50% valoran o mucho o bastante la contribución y presencia de la Base Aérea en este entorno. Pero hay que seguir trabajando. Uno de los primeros mensajes de la ministra de Defensa ha sido incrementar nuestra contribución a la cultura de defensa para que la sociedad española tenga mayor conocimiento de las misiones de nuestras Fuerzas Armadas y es algo a lo que yo trataré de contribuir desde mi puesto. Tenemos varios proyectos para abrirnos a la sociedad.

-¿Cree entonces que tienen buena imagen en la sociedad?

-En los pueblos de la zona hay muchas personas que tienen un familiar o personal civil que trabaja en la Base Aérea. Creo que la percepción es buena. Un dato curioso es que el primer pozo que se hizo en la Base abasteció de agua a los municipios cercanos, que entonces no tenían posibilidad de suministro. Esa ha sido nuestra relación desde 1922: estar abiertos siempre a colaborar.

-¿Es difícil ser militar?

-Ahora el ingreso en las Fuerzas Armadas es igual que en la universidad. Con la nota media y selectividad, además de pruebas físicas e inglés, se tiene acceso a las Fuerzas Armadas. Esto es un indicio de normalización. A partir de ahí, creo que los militares estamos integrados en la sociedad y nuestra vida actualmente es como la de cualquier otro, como la de un médico o abogado.

-¿Cómo es el papel de la mujer en el Ejército del Aire?

-Ha tenido una evolución como en el resto de los sectores de la sociedad. La mujer cada vez tiene más presencia en todos los ámbitos laborales y aquí también. En la Base hay 64 mujeres, de las que 18 son civiles, y 46 militares. Dos de ellas son oficiales pilotos y están en la Patrulla Aspa, lo que supone un hito en el Ejército del Aire, al haber alcanzado la cota más alta de excelencia en el pilotaje dentro del mundo de los helicópteros. Sin embargo, aún no hemos alcanzado cotas de paridad, pero creo que cada vez es más normal que en empleos de oficial, suboficial y tropa haya más mujeres.

-¿Cómo definiría la evolución del Ejército del Aire desde que empezó hasta hoy? ¿Qué cambiaría?

-Es un ejército que se mueve mucho a través de la evolución tecnológica. Por tanto, la tecnología va a condicionar el futuro: los drones, la visión nocturna, las comunicaciones integradas... Pero creo que hay un elemento principal que ha sido común desde sus orígenes y que también lo será en el futuro: el factor humano. La motivación, la formación tanto física como moral e intelectual, la preparación de nuestros oficiales, suboficiales y de tropa creo que ha alcanzado la más alta cualificación. En el ingreso para las Fuerzas Armadas los cupos para rellenar las plazas para el Ejército del Aire son las que primero se completan. Somos uno de los Ejércitos más solicitados, y la nota de corte es una de las más altas, más de un 11. Pero insisto que siendo la tecnología un factor importante, como decía nuestro anterior Jefe del Estado Mayor del Aire, el General Arnaiz, "nos movemos por el valor del equipo", y eso es lo que hace al Ejército del Aire ser uno de los más punteros.

-¿Cómo será el Ejército del Aire en el futuro?

-Comentaba antes que en mi anterior destino llevaba una sección de prospectiva, de estudios de futuro, y todos apuntan a que la tecnología va a ser uno de los principales drivers. Ahora vivimos dependientes de un teléfono de móvil. Casi no podemos ni imaginarnos cómo nos va a afectar la revolución tecnológica: la presencia de drones y aviones pilotados desde el suelo, la evolución de las telecomunicaciones totalmente integradas... Va a ser algo que va a estar presente, pero no quiere decir que la máquina sustituya al hombre. Creo que el personal va a seguir basando su actuación en los valores que debemos transmitir desde las academias. Eso tiene que pervivir. Si eso se pierde, habremos perdido la batalla del futuro.

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