Granada

Me voy de tesis

  • A pesar de constituir el acto más relevante de la actividad investigadora, ocupa un lugar muy relegado en la sociedad

Acabo de regresar de un viaje para asistir a un Tribunal de Tesis Doctoral sobre Actitudes hacia la Ciencia, pero no querría hablar del contenido de ésta sino de la "cultura de las tesis" en nuestras universidades. A pesar de constituir el acto más relevante de la actividad investigadora en la Universidad, parece pasar desapercibido ante el resto de la sociedad. Al margen de la intrigante película Tesis, que catapultó a la fama al laureado director Alejandro Amenábar, no mucho más sabe el ciudadano medio sobre lo que hay detrás de la realización y defensa de una tesis. Voy a tratar de desentrañarlo.

El doctorando: realizar una tesis supone para su protagonista principal, licenciado o, próximamente, graduado en alguno de los muchos títulos que nos ofrecen las universidades españolas, una aventura llena de incertidumbres y desafíos intelectuales y personales. Implica realizar un máster de investigación (antes un Programa de Doctorado), defender el correspondiente Trabajo Fin de Master (TFM) bajo la tutela de un Director, preparar un plan de trabajo con este último, matricularse en un Doctorado, satisfacer los requisitos que ello conlleva, dedicar muchas horas a desarrollar una investigación y, en el mejor de los casos, lograr presentarla públicamente ante un tribunal en presencia de sus más allegados. El coste económico, temporal y emocional es casi siempre bien patente y solo se da por bien empleado cuando uno recibe la máxima calificación y los parabienes de los miembros del Tribunal, de su director, de sus seres queridos. Resulta quizás el acto más entrañable y auténticamente universitario de cuantos se suceden en nuestras aulas. Al día siguiente habrá que pensar en otros asuntos: cómo recompensar a esos seres queridos del tiempo robado (eso es especialmente doloroso cuando se tienen vástagos pequeños), preparar artículos para intentar publicar los resultados obtenidos, aspirar a alguna plaza de profesor, de esas que salen a cuentagotas y con contratos-basura y con demasiados nubarrones en el horizonte. Ustedes dirán, es lo que le sucede a tantos y tantos españoles, pero permítanme que hoy pueda fijarme solo en estos.

El director: dirigir una tesis constituye una de las atribuciones de los profesores doctores universitarios, pasando en este trance de haber sido dirigido a dirigir. A nadie le preparan para ello (como tampoco para el matrimonio, y así nos va), por lo que hay que ir aprendiendo a trompicones. El "sí quiero" no es gratis, conlleva desvelos, seguimiento, dudas… porque iniciar una investigación y conducirla a buen puerto no es tarea fácil y el timón está en nuestras manos. Habitualmente ello conlleva un buen feeling entre director y dirigido, algo así como compañeros de fatigas, pero tampoco tiene por qué ser así, pueden presentarse relaciones de frialdad o, lo que es peor, de resentimiento mutuo, y es entonces cuando el acto de defensa de la tesis se ve como una liberación (léase "sentencia de divorcio"), aunque aún quedan los hijos, es decir, las publicaciones conjuntas, y llevarlas a buen término no será tampoco tarea fácil: ¿quién puso más?, ¿quién firma primero?... En fin, como ustedes atisban, las parejas no son solo las amantes o las de la guardia civil, hay también académicas y con dificultades similares.

El acto: cuando la investigación y el informe correspondiente se considera finalizado, hay que ir pensando en la encuadernación de la tesis, el tribunal, la fecha de lectura. ¿A quién poner como "juzgadores" del trabajo realizado? En el ámbito judicial se diría que serían los que toquen en suerte (buena o mala). En la Universidad se pueden elegir, eso sí, justificando lo buenos que son. A la postre, a mi entender se producen dos situaciones: que los amigos del director propuestos sean especialistas en la temática de la tesis o que sean solo amigos. Como ustedes comprenderán, esta última es la situación menos deseable. Pero siempre habrá que contar con amigos. ¿Por qué?, ¿es que el "amiguismo" también es una costumbre extendida en la Universidad española?, pues sí. ¿Quién si no tu amigo es capaz de leerse un "tocho" de 300, 400,… páginas, elaborar un informe, dejar su casa, su trabajo y su familia durante dos o tres días, por 53,34 euros de dieta alimenticia al día. La única recompensa es la afectiva, compartir mesa (y después del acto mantel) con tus amigos y conocer a los recién doctorados (a sus maridos, a sus esposas…), darles algunos buenos consejos y debatir académicamente en la defensa de la tesis. Por ello hay que agradecer que estos valores aún perduren.

La Universidad: entre tanto las autoridades universitarias intentan aparentar que hacen lo posible por que la calidad de las tesis esté garantizada y no se conviertan en una especie de "compadreo" (no neguemos que algunos hay, pero afortunadamente minoritarios), para lo cual se inventan impresos, requisitos, controles… ¿No sería más eficaz que todos los miembros de un Tribunal se eligieran por sorteo a nivel nacional, que se pagara dignamente el esfuerzo desempeñado en evaluar el trabajo, que el voto fuera secreto, que incluso hubiera una supervisión cuando la tesis estuviera en proceso…? No, porque eso cuesta dinero (no todo lo que propongo cuesta) y podría haber algún que otro disgusto no previsto.

En fin, no les canso más, he querido relatarles sucintamente algunas de las intrincadas callejuelas que desembocan en el grado de Doctor. Otro día prometo hablarles de la Tesis.

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