La tele más Real del año
El banquillo, una cárcel de oro
Declarado mejor portero del mejor Mundial de la historia, en el Granada solo jugó dos partidos en dos temporadas
De todo este serial, hay dos jugadores que superan su condición de granadinistas y mundialistas. Trascienden la historia del club y del torneo para elevarse hacia la categoría de megaestrellas internacionales. Uno de ellos fue el brasileño Vavá, que vino como entrenador. El otro fue el portero Ladislao Mazurkiewicz. Por hacer un símil: fue como si el Granada fichara a Iker Casillas en su momento. Lo que era un fichaje bomba de la mano de Candi. Bastaba con ver su palmarés antes de firmar por el club rojiblanco: mejor portero en México 70 (para muchos considerado el mejor Mundial de la historia), una Copa Libertadores (con Peñarol), una Copa Intercontinental (ganada al Real Madrid en 1966), una Copa América de selecciones, dos Ligas uruguayas y una brasileña (con el Atlético Mineiro). Mazurkiewicz era la leche, y vino al Granada todavía en un buen momento de su carrera.
Tan ídolo era Mazurkiewicz que en una entrevista en el Mundo Deportivo a otro mito del Granada, Javier Izcoa, el periodista le preguntó sobre si le incomodaba sentar en el banquillo a uno de los mejores del mundo. Respondió que para él no hubiera sido ningún "demérito ser su suplente". Pero fue al revés. Izcoa llevaba cuatro años como titular, tomando el relevo de otro ídolo como Ñito. Con Puente cumpliendo cuando jugaba, no se comprendía que Candi se dejara los cuartos en el charrúa (11 millones de pesetas). El mejor portero del mundo tan sólo jugó dos partidos oficiales en dos temporadas, en casa ante el Espanyol (0-0) y en Vigo frente al Celta (3-0). Luego se lesionó, tampoco de forma grave, pero no volvió a jugar. Ni siquiera en el siguiente año, el del descenso a Segunda, que aceleró su regreso a Peñarol en enero del 76.
A todo el fútbol español le sorprendió su falta de protagonismo. No era para menos. Su palmarés superaba al de cualquier jugador de la historia del club. A cuestas no solo llevaba trofeos, sino experiencias. Cuando jugó su primera Copa del Mundo, la de Inglaterra 66, acababa de ganar la Libertadores. Con 21 años ya era el indiscutible titular de la Banda Oriental, que se despidió de aquella cita en cuartos, y que participó en el choque inaugural ante los ingleses, futuros campeones, raspándoles un punto ante un repleto Wembley.
Se destapó cuatro años después en México 70. Uruguay volvió por sus viejos fueros y soñó con plantarle cara a la Brasil de Pelé. El Polaco ya sabía lo que era dejar triste al astro brasileño cuando Peñarol, con una gran actuación suya, le dejó fuera de la final de la Libertadores del 65. La Celeste pasó apurada la fase de grupos, a pesar de dejar su meta a cero en la victoria contra Israel y el empate contra Italia. La posterior derrota contra Suecia pudo ser peor, pero gracias a sus paradas, los europeos no marcaron más goles y los charrúas conservaron su diferencia de tantos. Uruguay, en un choque agónico, se cargó a la URSS en cuartos, y en 'semis' no pudieron con los brasileños. A pesar de sus esfuerzos del meta, Clodoaldo, Jairzinho y Rivellino perforaron su meta. No lo logró Pelé, a pesar de hacerle un regate sin tocar el balón que figuraría como la mejor ocasión de gol de la historia. Se jactaba Mazurka de que no se coló. En la final de consolación, Alemania también les ganó, lo que no fue óbice para que la FIFA dijera que fue el mejor arquero de la última Copa Jules Rimet.
Cuatro años más tarde, Uruguay no pasó de la fase de grupos, frenada por Holanda, Suecia y Bulgaria. Mazurka volvió a jugarlo todo y meses más tarde, con alguna que otra duda con su pasaporte (¡ay, los oriundos!), se convirtió en guardameta del Granada.
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