Granada CF

Eizaguirre, el inoportuno

  • Dimitió justo antes del partido de vuelta de la promoción del 67 con el Betis, en el que el Granada bajó a Segunda

  • En Brasil 50, Ramallets le quitó el puesto bajo los palos

Eizaguirre, primero de los que están de pie, antes del partido entre España y Suecia que cerró la participación del equipo en Brasil 1950.

Eizaguirre, primero de los que están de pie, antes del partido entre España y Suecia que cerró la participación del equipo en Brasil 1950. / archivo

El apellido Eizaguirre forma parte de la historia temprana del fútbol español. La era en la que los campos eran más de tierra que de hierba, de camisas de botones y cordeles cruzados, e irregulares balones de piel. Los jugadores se ponían boinas para poder cabecearlos. Los porteros, para protegerse. Los Eizaguirre padre e hijo vivieron su etapa de futbolistas bajo los palos. Agustín defendió el arco de la Real Sociedad durante muchos años y los de la selección española que, a las órdenes de Paco Bru, fue plata en los Juegos de Amberes 1920. Por aquel entonces nacía su hijo Ignacio, quien apenas peinaba siete años de vida cuando su padre se retiró en el viejo Atotxa.

El joven Ignacio Eizaguirre pronto siguió los pasos de su padre, y con apenas 15 años ya le echó el ojo la Real Sociedad, cuando a uno de sus técnicos le dijeron que un chaval del Lagun Artea paraba todo lo que le tiraban en los campos de la playa de La Concha. Pero todo se paró con la Guerra Civil, y hasta que no pasó la contienda, Iñaki, como se le conocía familiarmente, no vistió los colores txuri urdin. Fue en Segunda División y su gran temporada llamó la atención del Valencia, que de conformidad con su padre, le fichó. La Real Sociedad reclamó ese acuerdo y le declaró en rebeldía, por lo que la Federación lo paralizó todo y su primer año en Valencia se quedó en blanco. Fue la temporada 1940-41. Luego, su carrera fue larga como che, durando nueve campañas.

En 1950 se cruzó otro Eizaguirre en su camino, Guillermo. Parentesco ninguno, puesto que este nació en Sevilla. Un héroe de guerra en el bando franquista que fue leyenda en la portería sevillista en los primeros años 30. Fue Guillermo quien le convocó para formar parte de la España que quedó cuarta en el Mundial de Brasil 1950, en la que tuvo un discurrir extraño. Ignacio había jugado poco aquella temporada en el Valencia y se tuvo que jugar el puesto en la portería con un tal Antoni Ramallets, primer gran arquero de la historia del Barcelona. Sorprendentemente, el seleccionador optó por el vasco en el duelo inaugural, pero para el segundo choque le cambió por el catalán. El mismo Ramallets, en una entrevista en 1990, todavía no se explicaba por qué el entrenador decidió relevarle. Ignacio Eizaguirre vio la histórica victoria ante Inglaterra y la goleada endosada por Brasil desde la suplencia, para luego jugar en el último encuentro frente a Suecia, sin nada en juego.

Eizaguirre, 'el portero elegante', se retiró diez años más tarde del Mundial brasileño para emprender una larga pero inestable carrera de entrenador, con 11 equipos en 19 temporadas.

Fue técnico granadinista en dos etapas. En la primera llegó para enderezar la nave del equipo, que había cesado a Millán y a Trompi tras solo 14 jornadas. No mejoró los datos de un Granada que se quedó lejos de subir a Primera en la 63-64. Tampoco guardó buen recuerdo Eizaguirre de su segunda época, la 66-67, cuando el equipo bajó y él tuvo mucha culpa de ello. Eizaguirre dimitió justo antes de que el Granada jugara el partido de vuelta de la promoción de permanencia en Primera contra el Betis. Los granadinos habían perdido en Sevilla por 2-0 y estaban obligados a remontar en Los Cármenes. Pero en esos días, con el equipo concentrado en Lanjarón, se supo que Eizaguirre ya había firmado un contrato para la siguiente temporada con el Celta. Al club le sentó, lógicamente, como un tiro, y aceptó la renuncia del vasco. El marrón se lo comió Manolo Ibáñez. El Granada perdió también en la vuelta por 0-1 y bajó a Segunda. Por cierto, era un 25-J también, una fecha asociada a maldiciones y desdichas en el Granada, pero en la que también se obtuvo una permanencia y un ascenso a Segunda B.

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