2026: ¿El año de las compañías medianas y pequeñas?
Otero, el portero que emitía confianza
Obituario
Fue muy querido por la afición rojiblanca y el protagonista en el tercer ascenso del Granada a Primera
El portero. El tiempo avanzaba lento hacia el final del partido en todos los relojes granadinos de La Rosaleda cuando en el marcador campeaba un empate que llevaba al Granada a Primera División.
Una lucha contra el cronómetro y los nervios que Otero, el portero rojiblanco, conjuraba exasperando los de los rivales en un continuo botar del balón en carreras por su propia área hasta que el delantero contrario caía en la trampa y en su precipitado intento por ‘robar’ la pelota cometía falta... y vuelta a empezar.
Así, hasta el pitido final que marcaba el tercer ascenso de la historia del Granada Club de Fútbol a la Serie A del balompié español. Coincidencia o no, el reglamento se cambió aquel verano para impedir esta forma de perder tiempo que el entonces portero del Granada había patentado y perfeccionado.
José Ignacio Otero Caicedo, que el pasado 1 de junio cumplió 90 años, falleció el pasado domingo. Tenía aquella tarde de mayo en La Rosaleda 36 años y ese fue su último partido en el fútbol profesional. Para entonces, y desde cuatro temporadas atrás, se había ganado el corazón de la grada y de sus compañeros.
Otero era un hombre bueno en el sentido machadiano de la palabra. De imponente figura, disuasoria para todo delantero que arriesgase el choque, y unas manos que en su maxitamaño resultaban grapas, extendía su mando más allá de la portería y el área a defender contagiando de confianza a sus compañeros defensores con dominio bajo los palos y decisión en las salidas, un protagonismo e influencia en la plantilla que trascendían el fútbol y nacían de la veteranía con la que llegó al Granada.
‘Chucho’, como era conocido entre los futbolistas, ofreció su mejor versión en su primera temporada como rojiblanco, la 62-63. Un ejercicio marcado, sin embargo, por una grave dolencia de estómago que le apartó de las alineaciones durante casi toda la segunda vuelta. Su ausencia tuvo repercusión directa en el devenir del equipo y las aspiraciones de ascenso.
Sensacionales números
Números cantan: mientras Otero se mantuvo en juego, el Granada encajó doce goles en 17 jornadas, ninguno en Los Cármenes. Diecisiete fueron los goles que recibió el equipo en las trece jornadas restantes.
La confianza que inspiraba era tanta que cuando se anunció su reaparición para el enfrentamiento de Copa contra el Real Madrid los más optimistas pensaron que era posible la hazaña de un Segunda eliminando al campeón de Liga.
Luego de dos campañas marcadas por la irregularidad del equipo, la 65-66 fue la definitiva para el reingreso del Granada en la élite del fútbol. Un Granada líder durante toda la primera vuelta que empezó a perder fuelle precisamente cuando el meta gallego dejó la titularidad por lesión durante algunas jornadas.
Su reincorporación devolvió las victorias a domicilio y la clasificación para jugar una promoción gloriosa que se ganó al Málaga con decisivas actuaciones de Otero en Los Cármenes y La Rosaleda.
Un hueco en la historia
Situado en el Cuadro de Honor rojiblanco entre las alternancias históricas de Candi y Piris, antes, y Ñito e Izcoa, después, a Otero el presidente José Bailón, que lo había fichado para el Granada, no le renovó el contrato tras el ascenso de La Rosaleda.
bligado como capitán a dar la cara por sus compañeros cuando la directiva pretendió olvidar el compromiso de un millón de pesetas de prima. Las tensiones llegaron a la antesala del salón de plenos del Ayuntamiento en los momentos previos a la recepción oficial por el ascenso hasta que se firmó el cheque pagador.
Bailón, así, rechazó las pretensiones de Otero para renovar el contrato y le aplicó la retención que las normas federativas entonces permitían. El portero no se presentó a la cita y las semanas previas a la Liga transcurrieron en la espera de una reincorporación que no se produjo.
Cuando la Liga avanzó con los titubeos de Ñito, que todavía no era el gran portero que después fue, la afición se volvió en ocasiones al palco reclamando la vuelta de Otero, una petición que se extendió a las vísperas de la promoción fatídica ante el Betis, con una concentración ante las oficinas que el club tenía entonces en la calle Lepanto.
“Yo era entonces muy orgulloso y con 36 años tenía que pensar en el futuro de mis hijos”, me comentó evocando aquellos días de tensión por la renovación frustrada y la añoranza de no haber culminado en Primera División una carrera de 17 temporadas en el fútbol. Era 2006, cuando Granada Hoy reunió a los héroes de aquel ascenso al cumplirse cuarenta años del partido de La Rosaleda.
Su trayectoria
Formado en el Coruña, su ciudad natal, cuya portería defendió como relevo de Acuña, uno de los grandes de España en los años 40 y mundialista en Río de Janeiro 50, convivió con los integrantes del once que se dio en llamar ‘Orquesta Canaro’, precedente del posterior y reciente ‘SuperDépor’.
Continuó en el Betis su carrera deportiva hasta que chocó con el entrenador Fernando Daucick y su manía ‘nepotista’ de alinear a su hijo Yanko por cuantos equipos pasaba. Esas desavenencias propiciaron su salida del club verdiblanco y su ingreso en el Granada.
De su paso por Sevilla se recuerda cómo con ocasión de unas inundaciones en la ciudad, se lanzó con una barca al rescate de familias que habían quedado atrapadas por la crecida del Guadalquivir. Una muestra más de la gran humanidad de uno de los porteros más queridos en Los Cármenes.
No hay comentarios