En la muerte de Lelo, alma, corazón, amigo...

Obituario

Ha muerto Lelo y se ha ido entre alabanzas de tantos como lo conocieron

Rafa Lelo, con la camiseta del Granada durante su etapa en el club como jugador
Rafa Lelo, con la camiseta del Granada durante su etapa en el club como jugador / Ramón Ramos
Ramón Ramos

Granada, 13 de septiembre 2020 - 18:49

Ha muerto Lelo y quienes lo conocimos no podemos hoy ser como éramos hasta ayer si nos falta una persona que dedicó su vida a ser amigo de sus amigos: Rafael Jiménez Almazán, Rafa, Lelo... nacido en Pinos del Valle el 9 de julio de 1947.

Cercano, fuerte, alegre, expansivo, futbolista, quienes opinan que los jugadores expresan sobre el terreno de juego su carácter, en Lelo tienen el ejemplo fehaciente de esa afirmación, pues la entrega al cien por cien desde un corazón tan generoso como infinito era la enseña de su juego.

Quienes lo vieron desde la grada recuerdan que Lelo futbolista era así; quienes lo han conocido en su vida posterior saben que Lelo era más, el primero en poner la cara y darlo en servicio de los demás.

Granadino en el Granada CF que desatendió su cantera, de la que Lelo es representante en el fructífero Recreativo de los años 60. Lelo, diminutivo de ‘Rafalelo’, había debutado en el filial en 1966 (Félix, Castillo, Prieto, Villalta, Bello, Blanco, Fernández...), con tan solo 18 años, abriéndose de inmediato un puesto en el once titular y el mérito suficiente para saltar al Granada de Primera División en las semanas anteriores a la Liga 68-69.

Pero Marcel Domingo no se decidió a darle la oportunidad y el servicio militar, que le llevó a Sevilla a continuación, propició un interés del Betis con el que el Granada no transigió.

Enrolado de nuevo en el Recreativo que dirigía Aldecoa, Lelo volvió a destacar entre una nueva generación emergente (Navarro, Delgado, Aguilera, Garre, Manolín... granadinos reforzados por Porta, Garrido, Ferreira, Bancalero o Luis Martínez).

El Rafa Lelo futbolista

Pero la proyección de Lelo volvió a tropezar sucesivamente con el desganado desinterés de Joseíto o Pasieguito, que -como antes Domingo- rehusaron tutelar el aprendizaje y encauzar y atemperar aquel ímpetu y derroche de fuerza que caracterizaba los impulsos deportivos de Lelo, dentro de una técnica más que aceptable.

Zamora y Jaén fueron los destinos siguientes, siempre con la etiqueta de cedido por el Granada de Candi, que, sin embargo, rechazó por aquellos días de los primeros años 70 una oferta del Burgos, en Primera División, hasta que, comenzada la temporada 73-74, la continua incorporación de oriundos obligó a hacer hueco en la plantilla.

Lelo, que había causado baja unas semanas antes del partido en el Nou Camp que supuso el debut de Cruyff en la Liga española, no pudo así medir sus fuerzas frente al astro holandés, una oportunidad que se esfumó en la imprevisión de la directiva de Candi y la dirección deportiva del Granada del momento.

Con Aguirre Suárez sancionado, Pla lesionado y Castellanos en la ‘mili’, el equipo acudió a Barcelona con una defensa improvisada y un hueco en el centro de la zaga que proyecta hasta hoy la incógnita de lo que hubiera podido suceder si nuestro Lelo hubiera opuesto a las virtudes del ‘tulipán de oro’ las virtudes de una elasticidad de circo, unas piernas interminables en el rebañar de la pelota y la intuición en el cruce.

Dos temporadas en Burgos más otras tres en el Tenerife, donde la presencia en el plantel de un Lolo y un Lalo aconsejaron el cambio de su nombre deportivo de Lelo a Rafa.

El Rafa Lelo de siempre

De Canarias, donde puso fin a su carrera, se trajo entonces ese Rafa-Lelo con el que convivió entre nosotros, primero en el Hotel Victoria y más tarde como representante de Cervezas Alhambra.

Ha muerto Lelo y se ha ido entre alabanzas de tantos como lo conocieron.

En el momento primero en que nos referimos a los ausentes en pasado, la ausencia de Lelo me lleva a García Lorca, nuestro paisano más universal, que dedicó a Ignacio Sánchez Mejías una elegía que es la más alta expresión poética de dolor en lengua española: “...Yo canto su elegancia con palabras que gimen / y escucho una brisa triste por los olivos”.

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