Granada cf-Nástic de Tarragona

Un autobús frena la racha en casa (0-1)

  • El Gimnàstic demuestra que es el mejor visitante de la Liga ante un Granada que se estrella en Dimitrievski y en un penalti fallado por Machis

El cielo presagiaba una mala tarde en Los Cármenes. Lluvia, frío, viento y un rival tan poco fiable como un tío jugando con una navaja en una calle de iluminación deficiente. El Nàstic se presentó como un equipo de la zona baja de la clasificación pero con el extraño cartel de ser el mejor conjunto de Segunda como visitante. ¿Cómo podía ser eso? Pues el granadinismo lo comprobó en sus carnes en uno de esos partidos que pondrán como ejemplo los que justifican que las estadísticas no sirven de nada en el fútbol. Hizo el Granada todo lo posible por sumar, incluido un penalti que desviaron al poste esas fuerzas de magia negra del fútbol que a veces ejercen los porteros, y se estrelló contra una pared, un autobús, un frontón con las ideas clarísimas. A los tarraconenses les salió todo a pedir de boca y con un tiro a puerta y la puesta en marcha de un entramado defensivo perfecto cercenaron la racha como local de los granadinistas, siete triunfos que ahora parecen ni importar ante la desaparición del colchón ganado el mes pasado. Se agota el cupo de fallos para un Granada que lo ha hecho ya en demasiadas veces, y que depende ahora de una racha positivísima para no empezar a hacer cuentas de cara a una fase de ascenso.

El Granada ya tiene su 'partido tonto' de la segunda vuelta. Si en la primera fue el del Sevilla Atlético, en la segunda es este ante el Gimnàstic, al que los rojiblancos han sido incapaces de ganarles los dos partidos de esta temporada. Desde el comienzo se vio que no era el día. Es este Granada un equipo que genera mucho y no marca tanto como debería, y en alguna jornada eso se iba a volver en su contra. Un festival de fuegos de artificio, que hacen mucho ruido pero que explotan lejos de donde pueden hacer daño. Ayer acabó el partido con esa sensación de que los rojiblancos avasallaron al equipo catalán, pero realmente peligrosas fueron pocas. Y esas no se meten, ante un rival agazapado y ordenado, el resultado puede resultar descorazonador.

Además, y por si fuera poco, surgió de nuevo el fantasma del ex granadinista. En el Nàstic había unos cuantos. Javi Márquez, que solo entró para perder tiempo al final, Uche, que ya se tomó cumplida venganza en el partido de la primera vuelta con sus dos goles, y Dimitrievski, uno de los artífices de que el filial esté en Segunda B pero que tan pronto encumbró a los cielos y bajó a los infiernos Joaquín Caparrós. El macedonio no hizo el partido de su vida, pero salvó al Gimnàstic de un resultado mucho peor. En la primera parte repelió varios balones durísimos en sendas faltas lanzadas por Álex Martínez y Kunde, y en la segunda fue protagonista. Cada balón, de los tantísimos que colgó ayer el Granada, que caía cerca de sus dominios lo atrapaba o lo despejaba. Milagrosas fueron las dos manos que le sacó a Agra en una misma acción, a la hora de juego, en la que repelió un disparo desde fuera del área y en la acción consecutiva desvió con la punta de los dedos otro tiro desde dentro del área del mismo jugador. También anduvo listo para leer que un mal remate de Hjulsager iba a coger portería cuando el viento y la trayectoria bombeada de la pelota la colocaban entre la frontera del despeje sobre la línea de gol o el saque de puerta. Aunque su aparición estelar estuvo en la acción del penalti. El propio 'Dimi' le comió la cabeza a Machis, al que conoce bien de sus años en Granada, y le advirtió que lo fallaría. La grada opinaba lo mismo. Y aunque el venezolano engañó al de Kumanovo, le obligó a tirarlo por su lado menos bueno. La partida de póker la ganó el macedonio.

El partido fue agotador para la lógica, esa que no suele tener en muchas ocasiones el fútbol. El Granada dominó el balón, creó las ocasiones, se desfondó y lo buscó, pero al mismo tiempo estuvo incómodo sobre el césped. Faltó determinación en la toma de decisiones, sobre todo con las fuerzas equilibradas antes del gol. El Nàstic plantó dos líneas de cuatro en defensa muy ordenadas que el Granada se empeñó en desenmarañar, tocando y tocando para crear superioridades en banda. Fue la vía por la que atacar puesto que el recurso del balón largo y el cambio de orientación se vio bastante mermado, de un lado por la posición en el campo de los visitantes. Eso hizo dudar a los dos medioscentros, tanto a Alberto como a Kunde, y a Sergio Peña cuando le tocó en la segunda parte. Fue una de las claves para que el Granada no tuviera fluidez ni situaciones completamente claras. El planteamiento sobre el césped de los de Nano Rivas fue fantástico, y además hicieron daño en sus dos mejores acciones ofensivas del partido. En una Manu Barreiro mandó la pelota al poste con un gran remate de cabeza y en la otra, Omar Perdomo anotó el gol del triunfo gracias a un robo de balón del citado Barreiro, cuyo pase al canario fue protestado por un fuera de juego inexistente. El compostelano fue el valladar ofensivo de los 'nastiquers', una pesadilla para Chico Flores y Saunier.

Oltra se afanó en cambiar el destino del partido con cambios ya habituales. Metió primero a Joselu para pasar a jugar con dos puntas y el equipo notó una leve mejoría, ya que diversificó la atención de los centrales, pero el efecto se pasó pronto. Rivas decretó más trincheras y protección sobre Dimitrievski, que era la última frontera por rebasar de un Granada que no pudo. Puso luego a Hjulsager por Agra dejando todo el carril derecho a Víctor Díaz, que se infló a meter balones en la olla sin resultado. Luego Pedro entró por Álex Martínez para recurrir al sistema que dio resultado en Córdoba. Y pudo darlo, pero los penaltis hay que meterlos. Por cierto, ¿quién los tira? Ramos lleva uno (fallado), Joselu dos (marcados) y Machis otros dos (uno dentro y otro, el de ayer, al poste). Ese penalti errado con tres minutos más el descuento por jugarse terminaron de confirmar el resultado y de colmar a una afición que acabó como sus jugadores, desesperada y frustrada por la derrota y las consecuencias que iba a traer.

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