Cuando las alineaciones en el fútbol tenían letra y música, durante muchos años el nombre de Ñito abrió la banda sonora del Granada CF. Ñito, nombre deportivo diminutivo familiar de Antoñito, murió este jueves a los 81 años de edad en Santa Cruz de Tenerife, su ciudad natal y donde residía desde que abandonó la práctica activa del fútbol, en el que deja para la historia su carácter pionero entre los porteros en el uso de los pies para el arranque de la jugada. 

Atrás queda para siempre la sombra de un gigante bajo los palos de la portería del Granada, que defendió durante ocho temporadas en las que se convirtió en el último valladar de un equipo que hizo de la fortaleza defensiva uno de los principales rasgos de su juego y resultados. Ñito, en ese sistema, añadía a la norma general de un portero una excelente colocación y decisión en las salidas -quien chocaba contra él chocaba contra hierro puro- más una gran agilidad y flexibilidad para repentizar las intervenciones salvadoras que le hacen acreedor y meritorio principal en una buena suma de los puntos cosechados por el Granada en cada temporada de las ocho que defendió la portería rojiblanca.

Antonio Cipriano González Rivero, entre sus compañeros 'Cipri', había nacido el 16 de septiembre de 1939 y a Granada llegó en el verano de 1966 como uno de los refuerzos de cara a la temporada del reingreso en Primera División tras el ascenso de La Rosaleda. Traía en su currículum cuatro temporadas en el Tenerife y tres en el Valencia y en su primer ejercicio jugó bajo la sombra de Otero, el portero gallego que le había precedido en la titularidad rojiblanca, muy querido por la afición. Fueron unos comienzos difíciles en los que mostró cierta inseguridad hasta encadenar una segunda vuelta espectacular que le llevó a jugar en el combinado nacional formado para el partido homenaje al malogrado futbolista Miguel Martínez. 

Aunque el Granada se fue a Segunda, fue precisamente a partir de la siguiente temporada cuando Ñito ofreció la mejor medida de su valía. Portero menos goleado de Primera y Segunda División en ese ejercicio 1967-68 del retorno a la división de honor, de nuevo entre los grandes el meta canario presenta sus mejores actuaciones en la portería del Granada, que le llevaron otra vez a una convocatoria de la selección, llamado por Kubala, aunque una lesión en la semana de la cita nacional, en septiembre de 1970, frustró la continuidad de Ñito, en una época en que la portería española tenía en Iríbar su titular indiscutible. 

Ñito, para entonces, había añadido a la calidad y garantía de su rendimiento otra de sus características especiales, como era una enorme seguridad en sí mismo, que le llevaba a abandonar su portería y salir regateando hasta medio campo, un regate de elegante pierna zurda y extremo vocacional que en estos tiempos de ahora, cuando los porteros se ven forzados a participar continuamente en el juego, revalorizaría al infinito la cotización del gran meta canario, quien, a raíz de una lesión en los comienzos de 1972 cedió la titularidad a Izcoa, el meta vasco incorporado esa temporada, con quien en los dos siguientes ejercicios mantendría una fructífera alternancia. Una temporada más en el Murcia, tras un fugaz paso por el Linares en Segunda, conforman la trayectoria de un futbolista que inscribe con letras de oro su hoja de servicios hasta convertirlo en el gran portero de la historia del Granada.