La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Operación clavada

Todos obsesionados con que suben los costes pero no se preocupan en compensar el sacrificio mejorando el servicio

El precio de una caña de cerveza, el mejor barómetro de la inflación estival.

El precio de una caña de cerveza, el mejor barómetro de la inflación estival.

En Granada ya no se puede tapear. No bueno y barato. Lo digo así de claro para que no se lleven a engaño quienes hagan estos días las maletas y pongan rumbo al litoral andaluz pensando que siguen existiendo los destinos low cost. En plena huelga de aerolíneas, el CEO de Ryanair no deja de advertirlo: "Hay que repensar el modelo". No busquen lecturas sofisticadas; lo que nos está confirmando es que los precios han salido de la ecuación de los mercados. Y, no se equivoquen, no hay sector que no repercuta la inflación de los precios en los ciudadanos.

¡Y la guerra de Ucrania! El otro día me salió una carcajada del alma. Nos acercamos a un chiringuito de PlayaGranada en el que se tardea de fábula (el tapeo cortito pero los cócteles y la música insuperables) y se me ocurrió preguntar para alquilar una sombrilla y una tumbona como otros veranos: "Es el mismo precio, pero por separado". Me quedé con la boca abierta. ¡No dirán que no son ingeniosos! Doblan el precio, te lo cuentan como si fuéramos lelos y ni se amilanan recurriendo a Putin para justificar la clavada.

Con la cerveza está pasando como ocurrió hace veinte años con el café cuando enterramos las pesetas; nos hicimos europeos a golpe de redondeos. Este verano, el coqueteo de la copa de barril con los 3 euros se ha vuelto contagioso. Y lo más lamentable de la escalada es que evoluciona inversamente proporcional a la calidad de la tapa. Es lo que no termino de entender; todos obsesionados con que suben los costes (y hay que ganar dinero) pero no se preocupan en compensar el sacrificio mejorando el servicio. Todo lo contrario. Se les ocurre, por ejemplo, ponernos un cronómetro para consumir (¿cuenta igual si pides quisquillas?) o vetarnos la opción de sentarse en una terraza "si no es para cenar".

Siempre he pensado que son las anécdotas y lo más cotidiano, la microeconomía, lo que nos da la medida real de las grandes tendencias de lo macro. Por eso no dejo de darle vueltas al anuncio del presidente del Gobierno sobre los impuestos a las eléctricas y a los bancos. El objetivo es recaudar 7.000 millones en dos años sin que la pérdida de ganancias acabe castigando a los clientes. ¿De verdad creemos que eso se puede hacer? No digo ponerlo en una proposición de ley; digo evitar la puerta de atrás. Como cuando firmas una hipoteca y nadie te obliga a contratar un seguro de hogar, y uno de vida… La operación clavada es imparable, ¿lograremos al menos que no nos timen?

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