Maria Arnal i Marcel Bagés

"Ahora que sólo se habla de apocalipsis, queremos hacer canciones que ayuden"

  • Los catalanes presentan este sábado en el ciclo 'Pop CAAC' su disco 'Clamor', una obra ambiciosa, cósmica e intimista que redobla su apuesta por la experimentación sin olvidar el sustrato popular

Marcel Bagés (Lérida, 1980) y Maria Arnal (Badalona, 1987), en una imagen promocional de su nuevo disco.

Marcel Bagés (Lérida, 1980) y Maria Arnal (Badalona, 1987), en una imagen promocional de su nuevo disco. / Alex Rademakers

"Volver a empezar de nuevo, aunque el viento sople de cara". Dos versos, una declaración de intenciones: lo primero que escuchamos en Clamor, un disco publicado el pasado marzo y convertido ya entonces, de manera fulminante, en uno de los mejores de la cosecha nacional de pop (mutante, o experimental, o cósmico, o electrónico, o todo a la vez) de este año. "Sí, ese corte [se refiere a Milagro, que abre el álbum] asume el relevo entre el primer y el segundo disco. La letra tiene un carácter muy tradicional, con una rima muy definida y un aire de romancero. En cuanto al sonido, se trataba de convertir las guitarras en atmósferas y las melodías en dibujos de la emoción. Teníamos la necesidad de cerrar una etapa musical y sonora e intentar crecer como artistas", dice Maria Arnal, mitad del dúo que completa Marcel Bagés, sobre el planteamiento del disco, que ambos presentarán en directo mañana en Sevilla dentro del ciclo Pop CAAC.

Si 45 cerebros y 1 corazón, el disco con el que el dúo catalán irrumpió hace cuatro años, podía definirse como un disco de guitarra –acústica o encrespada– y voz –hermosa, diáfana, dúctil, como conectada con un eco antiguo– que ocasionalmente eran matizadas o arropadas por la electrónica, ahora, en Clamor, las cuerdas de Bagés se ponen al servicio de loops ambientales, creando texturas y cediendo el protagonismo a la electrónica, capas y capas de sintetizadores y ritmos a veces intrincados, y a un tratamiento de la voz en el que se aprecian las devociones personales (y experimentales) de Arnal, desde Björk (Hiperutopia ofrece, no sólo en su título, un guiño elocuente a la autora de Hyperballad) hasta Holly Herndon (que colabora en el disco en uno de sus temas más llamativos, Cant de la sibil·la, un canto litúrgico medieval que hoy se sigue interpretando en muchas iglesias de Mallorca en la Misa del Gallo).

Antes de dedicarse a la música, Arnal estudió Literatura y Traducción, de donde tal vez le venga su apasionado interés por la exploración de la cultura oral y las tonadas ibéricas, que se desliza con naturalidad en su música para convivir con formas de expresión modernas o sencillamente contemporáneas. Ese particular equilibro entre tradición y experimentación era más explícito en 45 cerebros y 1 corazón, un disco manifiestamente político y de tono combativo, consagrado a la memoria de los humillados y ofendidos por el franquismo y fundamentado en una laboriosa tarea de documentación que incluyó un notable trasiego de grabaciones de campo, crónicas periodísticas y archivos fotográficos. Lo extraordinario en Clamor, un álbum más complejo musicalmente y de letras más crípticas, es que siguen estando presentes la huella oral y las métricas populares, al igual que el latido potente de la emoción. Y también, claro, la conciencia política, aun articulada de un modo más poético y elíptico que discursivo.

Bagés y Arnal, en otra imagen promocional de 'Clamor'. Bagés y Arnal, en otra imagen promocional de 'Clamor'.

Bagés y Arnal, en otra imagen promocional de 'Clamor'. / M. G.

"Clamor es igualmente político porque la política está en todo. Pero este disco habla mucho más de nuestra capacidad de imaginar, de empatizar, de convivir todos en un momento de incertidumbre. Para mí es también un disco feminista porque habla de cuidar, de cómo cuidarnos los unos a los otros. Esa es la gran pregunta del disco, de hecho. En un momento en que no paramos de hablar de finales y de mundos apocalípticos, creía que era interesante poder pensar y hacer canciones que nos puedan ayudar", afirma Arnal, a la que la sacudida de la pandemia y las semanas de confinamiento sorprendieron en Atenas, donde reside su pareja, y donde terminó de escribir algunas letras. Tal vez por eso muchos han señalado –cargados de razones– que late con fuerza en Clamor, sin estar reñida con la esperanza, la conciencia de la vulnerabilidad.Oscuro y cósmico, el disco asume la raíz misma del término griego apokálypsis, es decir, no lluvia de fuego, pavor y aniquilamiento, sino descubrimiento o revelación. "Yo le cantaré a este final / sin melancolía / porque en cada átomo / temblará una utopía", reza una parte de la letra de Tras de ti. Y para entonar ese canto, "jugando mucho en las letras con el zoom in y zoom out", apunta Arnal, ésta dirige su mirada hacia la inmensidad del firmamento, allí donde el ser humano se revela minúsculo, frágil, insignificante. "El juego de escalas, de la hormiga a las galaxias, me inspira mucho", abunda la letrista y compositora, que llena las canciones de Clamor de radiotelescopios, planetas, años luz e incluso de los pensamientos y el punto de vista de un meteorito que cae dejando una estela de luz...; una forma tan válida como cualquier otra para hablar de feminismo, ecología, afectos comunitarios o de su propia vivencia al acabarse su anterior relación amorosa.

Lectora y admiradora de autores como Ursula K. Le Guin o Ted Chiang, influencias de un modo u otro del disco (en el caso de Chiang muy directamente: el tema El gran silencio está inspirado en su cuento homónimo), Arnal se empeñó en incluir en el disco, en momentos distintos, dos tañidos de campana. Cabe recordar uno de los sentidos de clamor: campanas tocando a muerto. "En el disco están [las campanas] en el limbo entre una muerte y un renacimiento". Hoy más que nunca aunque es necesario en todo momento, vienen a decirnos Arnal y Bagés, hay que creer en la promesa de lo último.

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