La caja negra es un dispositivo que, a partir de este año, todos los coches que se vendan en Europa tendrán que incorporar como parte de su equipamiento. Esta acción se enmarca dentro del programa Vision Cero que espera que en 2050 no haya ninguna muerte en las carreteras de Unión Europea.
La caja negra tiene una función análoga a la de un avión, es decir, recopilar información tanto del coche como de sus ocupantes con el fin de que, si se produce un accidente, poder investigar las diferentes situaciones que han podido darse en él.
Actúa en una grabación continua, de modo que si se produce un accidente, se dispone de la información almacenada los 30 segundos previos al mismo. Esta información no incluye datos personales del conductor ni sirve para dirimir culpabilidades, sino que los datos exclusivamente se usan para analizar las causas del accidente.
La caja negra, que tiene el tamaño de un teléfono móvil, se sitúa bajo el asiento del conductor, junto a la centralita de los airbags y recoge hasta quince parámetros diferentes: velocidad del vehículo, frenada, revoluciones motor, fuerza del impacto frontal y lateral, movimientos de dirección, posición acelerador, funcionamiento de sistemas de seguridad como los airbags, cinturones o determinados asistentes, principalmente. También el día o la hora. No graba ni audio ni imágenes y, para que esté en marcha, es necesario que el contacto del vehículo esté encendido.
Los datos no se envían automáticamente tras el accidente, sino que es necesario conectar la caja negra a un ordenador para extraerlos.
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