La fidelidad absuelve a Loach de sus errores en su despedida
El viejo roble | Crítica
La ficha
*** 'El viejo roble'. Drama, Reino Unido, 2023, 107 min. Dirección: Ken Loach. Guion: Paul Laverty. Música: George Fenton. Fotografía: Robbie Ryan. Intérpretes: Dave Turner, Ebla Mari, Debbie Honeywood, Andy Dawson, Trevor Fox, Laura Daly.
A sus 87 años Ken Loach ha añadido a sus méritos cinematográficos otro que solo puede otorgar la fidelidad cuando se trenza con la longevidad: ser el único director vivo del entorno del Free Cinema -Richardson falleció en 1991, Anderson en 1994, Reisz en 2002, Schlesinger en 2003 y Lester, felizmente vivo, y que sea por muchos años, nunca fue un verdadero free- y haber sido fiel hasta hoy al realismo social británico que, junto a las influencias italianas y francesas, inspiró aquel movimiento paralelo a la segunda y tercera generación neorrealista y a la Nouvelle Vague.
Su larguísima carrera de 62 años en televisión y cine se inició en la primera en 1962 y en el segundo en 1967. Kes y Family Life (1969 y 1971) lo dieron a conocer internacionalmente dentro de los restringidos pero influyentes circuitos cinéfilos hasta alcanzar un más amplio reconocimiento cuando en 1990 Agenda oculta fue premiada en Cannes. Empezó entonces su mayor dedicación al cine con Riff Raff (1990), Lloviendo piedras (1993), Ladybird, Ladybird (1994), Tierra y libertad (1995), La canción de Carla (1996) o Mi nombre es Joe (1998), prosiguiendo su carrera a un ritmo de una película cada dos años, siempre en fidelidad a su estilo extremadamente sobrio y a su compromiso político y social, como demuestran sus últimos títulos como Yo, Daniel Blake (2016) o Sorry We Missed You (2019), hasta esta amable película con la que al parecer se despide del cine.
Quizás por eso, siempre con su fiel cómplice en el guión Paul Laverty, ha dulcificado su estilo y su mundo -sin renegar de él: trata de la integración de refugiados sirios en una comunidad del noroeste de Inglaterra que no ha logrado levantar cabeza desde el cierre de las minas- dándole un tono emotivo y abriéndola a un futuro esperanzador. Incluso se puede pensar que de alguna manera Loach se autorretrate en el propietario del pub que da título a la película -estupenda interpretación de Dave Turner- y que, a resultas de un dolor personal, se hace sensible al de los sirios rechazados por una comunidad pobre que ve con prejuicios y temor la llegada de otros más pobres que ellos.
Tiene ese esquematismo ideológico y ese didactismo de Loach que en él se pueden considerar con el paso de los años más virtudes que defectos por su fidelidad a la izquierda tradicional obrera -estupendas las referencias a la lucha en la época del cierre de las minas- a la que siempre ha sido fiel. No es una de sus mejores películas, desde luego. Pero tiene el encanto de la despedida de un anciano que se reafirma en sus principios.
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