Aute: memorable cuerpo
Música | Obituario
El músico, poeta, pintor y cineasta fallece a los 76 años y deja uno de los legados artísticos más audaces, originales e influyentes de la España del último siglo
Málaga/Contra todo pronóstico, dada la radical singularidad que su apuesta entrañaba, Luis Eduardo Aute tardó muy poco en alcanzar un gran éxito con sus canciones, incluso a nivel internacional. En 1968, la compositora estadounidense Sheila Davis escuchó el Aleluya nº1 de Aute, (incluido en su primer disco, Diálogos de Rodrigo y Jimena, publicado por RCA en 1967) y, entusiasmada, decidió traducirla al inglés en una nueva versión titulada Who will answer. El encargado de interpretarla fue el cantante y actor Ed Ames, quien logró nada menos que una sexta posición en el Billboard. El 8 de mayo de 1970, The Beatles lanzaron su último álbum, Let it be, cuando ya se había confirmado la disolución de la banda, con un título tomado de una de las canciones compuestas e interpretadas por Paul McCartney en el disco. Poco después, el presidente de RCA, sello responsable del lanzamiento de Who will answer en todo el mundo, hizo una revelación providencial: Paul McCartney se había inspirado en Who will answer para componer Let it be, concebida como una suerte de respuesta a la canción original de Aute en la versión de Sheila Davis ("There will be an answer"). "Fue el director de RCA en España, Gil Beltrán, quien, después de hablar con el presidente en Nueva York, me lo contó. Paul McCartney nunca se pronunció sobre el asunto, pero sí es seguro que conocía la canción. Así que no deja de ser un rumor, muy placentero por lo que a mí me toca", contaba Aute preguntado al respecto en una entrevista concedida a este periódico en 2009. Semejante historia da cuenta del largo alcance de la obra de Luis Eduardo Aute, fallecido este sábado a los 76 años a consecuencia del infarto sufrido en 2016 que le mantuvo desde entonces fuera de la vida pública. El legado artístico que deja, especialmente en la música, pero también en la pintura, el cine y la poesía, constituye uno de los episodios más audaces, originales e influyentes de la España del último siglo.
Vino Luis Eduardo Aute al mundo en septiembre de 1943 en Manila. Hijo de un comerciante catalán de padres andaluces contratado en la compañía de Tabacos de Filipinas y de una filipina de origen español, vivió sus primeros años en la Manila invadida por las tropas japonesas durante la Segunda Guerra Mundial bajo los constantes bombardeos del ejército estadounidense, de los que en alguna ocasión llegó a escapar de milagro. En 1954, sus padres decidieron volver a España e instalarse en Madrid mientras el pequeño Luis Eduardo manifestaba una poderosa inclinación por el dibujo y la pintura. En 1960 protagonizó su primera exposición en la Galería Alcón de Madrid, con obras que revelaban una poderosa influencia del expresionismo alemán. Al mismo tiempo, ejerció como guitarrista en algunos de los primeros grupos que aparecieron en el Madrid de entonces a la sombra de Elvis Presley, como Los Sonor, germen primero de Los Bravos (en algunas referencias aparece como miembro de Los Pekenikes, aunque nunca llegó a formar parte del grupo). No obstante, Aute decidió continuar una formación artística en la que incorporó bien pronto la que seguramente fue su disciplina predilecta: el cine. El éxito en sus estudios le abrió la puerta a ejercer de ayudante de dirección durante el rodaje en España de la Cleopatra de Mankiewicz en 1963, experiencia que resultó determinante en su trayectoria.
A mediados de los 60 aquellos años, Aute desarrollaba una actividad musical clandestina como compositor en la sombra. Hasta que un día decidió dar a conocer a un antiguo compañero de Los Sonor, Manuel Escobar, dos de sus primeras canciones, Rosas en el mar y Aleluya nº 1, donde latía con fuerza la huella de Bob Dylan. Escobar las registró en una grabación doméstica que envió al productor Juan Carlos Calderón, quien convenció al sello RCA del valor de aquellas canciones. Aunque en un principio Aute se resistió a interpretar sus propios temas (fue Massiel quien grabó Rosas en el mar en 1967), finalmente grabó dos discos para RCA, el citado Diálogos de Rodrigo y Jimena y 24 canciones breves, además de varios sencillos. Muy a pesar del éxito, Aute decidió abandonar la música en 1968: admitió entonces sentirse "defraudado", pero el problema de fondo era mayor. Aquel primer éxito parecía abocarle a una carrera musical por la que de ninguna forma se sentía atraído y que suponía un obstáculo de primer orden a su empeño en ser artista y cineasta. Esta tensión se tradujo en una depresión grave que le llevó a renunciar durante cinco años a todo intento de creación.
Esta misma depresión inspiró su siguiente disco, Rito, que publicó en 1973 y que contenía algunos de los himnos más recordados de Aute, como De alguna manera y Las cuatro y diez. El álbum, de un tono profundamente sombrío, grabado con guitarra y orquesta de cuerda, incluía referencias explícitas a la depresión (Quiero apurar cada grano de arena, La mala muerte y la citada De alguna manera) y anticipaba algunos de los temas recurrentes de Aute, como el erotismo (la grabación de Dentro, una oda a la masturbación, en la España de 1973 no dejó de constituir un pequeño milagro) y la autoparodia (Autotango del cantautor). En la tensión entre música y arte, Aute halló la solución haciendo de sus canciones verdaderas obras artísticas, de una poética muy personal y de una altísima evocación plástica. Dedicó álbumes enteros al sexo (Espuma, 1974), a la muerte (Sarcófago, 1976) y la identidad del mismo sexo como Dios (Templo, 1987). Mientras su proyección como pintor se veía inevitablemente mermada dado su éxito como cantante y compositor, Aute impregnaba sus canciones de surrealismo, poesía y vanguardia, hasta convertirse en un caso aparte respecto al resto de cantautores españoles, cuya única razón de ser tenía que ver, en muchos casos, con la resistencia antifranquista. Eso sí, Aute incluyó en su Albanta de 1978 su canción Al alba, que quedó para la historia como la condena de mayor alcance al Proceso de Burgos. En su cancionero no faltaron homenajes al cine (Una ladilla, Cine, cine), incontestables canciones de amor (Sin tu latido, Dos o tres segundos de ternura, No te desnudes todavía), tentativas filosóficas (De paso, Libertad) y otras expresiones del compromiso político del autor (A por el mar, Siglo XXI, La belleza). Sin obviar la calidad de discos recientes como Intemperie (2010) y El niño que miraba el mar (2012), posiblemente su mejor testimonio sonoro sea la serie Auterretratos, con tres álbumes publicados entre 2003 y 2009 (y recogidos posteriormente en la caja Memorable cuerpo, con mención expresa a otro de sus himnos más discretos y a la vez inolvidables, Recordándote) en los que volvió a grabar una personal selección de canciones de todas sus épocas con arreglos decididamente dylanianos a cargo del guitarrista Tony Carmona.
Sin embargo, por más que la música terminara siendo su medio más solicitado, Aute nunca dejó de pintar ni de hacer cine. Decidió aunar ambos quehaceres en su largometraje de animación Un perro llamado Dolor (2001), una película dibujada entera a lápiz en la que rendía homenaje a sus maestros pintores más queridos. La poesía fue otro menester habitual en su obra: publicó su primer poemario (La matemática del espejo, 1975) en Málaga, de la mano de Ángel Caffarena, y desde entonces dio a imprenta otros títulos como La liturgia del desorden, animaLhada y la reciente Toda la poesía (2017). Seguramente no quede otro epitafio más oportuno que la cita del filósofo Eugenio Trías con la que Aute abrió su disco Segundos fuera en 1989: "El cinismo es la moral del siglo XX, sobre todo de los últimos años, tras haberse desacreditado las antiguas utopías sociales, y se ha hecho del dinero el único Dios". Contra ese cinismo, para siempre, Aute.
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