Pasiones otoñales en la tarde

Crítica de Música

Andrés Moreno Mengíbar

08 de septiembre 2017 - 02:37

La ficha

**** Concierto Serenata. VI Festival Turina. Programa: Obras de J. Turina, A. Bax, G. Enescu y G. Fauré. Intérpretes: A. Viñuales, O. Ruiz de Gordejuela, T. Feldmann y T. Becker-Bender, violines; C. Santos y L. Berthaud, violas; S. Bolón, B. Raynaud y G. Hoffman, violonchelos; C. Gómez, oboe; M. Martos, trompeta; S. Melikyan, piano.Lugar: Casa Salinas. Fecha: Jueves, 7 de septiembre. Aforo: Casi lleno.

Anoche tuvo lugar una de esas sesiones que dan sentido a este modelo de festival en lo que al terreno musical se refiere, por más que haya algunos perfiles cuestionables. Pero en lo puramente artístico fue una tarde-noche magnífica en la que pudieron medirse los incipientes valores y los maestros consagrados.

Un cuarteto de jóvenes promesas españolas (Viñuales, Ruiz, Santos y Bolón) abrieron la sesión con la Serenata op. 87 de Turina con un amplio dominio del color en los compases iniciales en armónicos y con sordinas y con un sonido terso y rico en tonalidades, pero con cierta falta de tensión en los pasajes centrales. Para el Quinteto de Bax se contó con la oboísta linarense Cristina Gómez Godoy: además de un larguísimo fiato que se hizo evidente desde el prolongado arabesco inicial, hay que alabar en ella la belleza y la dulzura de su sonido, sin un ápice de estridencia, así como la sensibilidad de su fraseo en legato, que se benefició de un sonido aterciopelado y tornasolado en las cuerdas.

Incipientes maestros y estrellas consagradas en una magnífica velada

El joven Mario Martos tuvo su momento con la Légende para trompeta y piano de Enescu, obra con la cual pudo exhibir su dominio del sonido, su agilidad y su capacidad de matizar el sonido en ese final en pianissimo con sordina.

Y para culminar, un arrebatador Cuarteto con piano nº 2 de Fauré, obra que no pudo tener mejor interpretación con la delicadeza de Melikyan, la autoridad y profundidad del sonido de Hoffman, la brillantez del violín de Becker-Bender y, sobre todo, la belleza y poesía, tan escasa, de la viola de Berthaud.

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