Regreso a la soledad sonora
Antes de nada, deseamos desde aquí una pronta recuperación a Juan Carlos Rivera, que en desgraciado e imprevisible accidente sufrió una lesión de tobillo cuando se disponía a descender del escenario tras el concierto inaugural del ciclo del Alcázar. Una auténtica pena, porque Rivera había comandado un espléndido recital que deambuló por la obra de prácticamente todos los vihuelistas españoles del siglo XVI, en un programa serio y sin fáciles concesiones dedicado a la memoria de Carlos V, de cuyo óbito se cumplirán 450 años el próximo 21 de septiembre.
Todo se conjugó para arropar a estas músicas con las que el emperador se solazaba, desde el cercano Cenador de la Alcoba y las llamadas de un pavo real hasta la suave brisa que suele hacer presencia en estos conciertos. Como diría Calderón, "fuera el pavón de Juno entonces, fuera/ el aura celestial en noche clara", el caso es que hubo momentos de enorme intensidad y concentración poética, como la exposición de la Canción del emperador a cargo de Nieto y Rincón para luego Rivera afrontar las bellísimas glosas de Narváez desde un fraseo cuidadísimo y de un delicadeza extrema en el que tanto valor adquirían los silencios como los sonidos. La conjunción entre los tres integrantes del grupo es milimétrica, lo que permite que brillen aún más las muy idiomáticas adaptaciones que Juan Carlos Rivera ha hecho de estas músicas nacidas para un sólo instrumento, con magníficos resultados como los de la tercera recercada de Diego Ortiz, las anónimas folías y, sobre todo, las glosas sobre Guárdame las vacas, obras en las que se subraya de forma muy incisiva el ostinato y a las que los intérpretes prestaron de forma alternativa su virtuosismo y su sentido del ritmo. Si la medicina lo permite, el concierto se repetirá el 24 de julio y el 29 de agosto. No se lo pierdan.
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