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Alfredo Arrebola publica un análisis sobre la historia de la saeta flamenca

  • En un libro disco recién publicado, el cantaor y experto en la historia del cante jondo, hace un análisis por todos sus textos, su evolución y sus orígenes, que muchos sitúan en cánticos judíos y musulmanes

La Semana Santa es la semana, ante todo, de una de las más puras expresiones del cante jondo: la saeta. Gran parte de las procesiones perderían mucho de su brillo si, de pronto, como sucedió a lo largo de los años, la voz de Enrique Morente no hubiera estallado de pasión por las calles del Realejo al paso de El Huerto. O el Cristo de los Gitanos en pleno Sacromonte. La saeta es un género tan sumamente peculiar, tan enraizado entre lo telúrico y lo cósmico, que el espectador que presencia uno de los cantes que da sobrecogido. Alfredo Arrebola, cantaor y Premio Nacional Saeta de Oro de Sevilla de 1970, ha decidido escribir un estudio, que incluye libro y disco, llamado Exaltación de la saeta. Es ahí donde desvela sus misterios.

"La palabra saeta, desde el punto de vista etimológico, procede del latín sagitta, que quiere decir flecha, arma arrojadiza, pero que en términos figurados puede ser interpretado como aquello que se lanza al corazón de la gente", explica el estudioso. "Al principio era un término que describía un tipo de oración de los monjes denominado 'saetas penetrantes' y que hacía referencia a la pasión y muerte de Jesús. Yo creo que el nombre terminó poniéndoselo el propio pueblo andaluz, que siempre es sabio".

La saeta es, estrictamente, una copla flamenca de cuatro versos en terceta o tercilla cuya temática es eminentemente religiosa y está dirigida a conmemorar la muerte de Cristo. "Al comienzo, la intención de las saetas era procurar el arrepentimiento de la gente para que hiciera una buena confesión", explica Arrebola. Ya en 1770 diversos autores hacían referencia a las saetas, término que fue aceptado por la Real Academia de la Lengua en 1803 como "coplilla que suele cantarse en las iglesias o al aire libre por el mismo pueblo". Es decir, la saeta como expresión libre y espontánea surgida del pueblo. Nadie sabe en una procesión de dónde va a saltar una voz de pronto ni qué van a contar sus versos.

Al parecer, el hecho de que un cantaor irrumpiera con una saeta tuvo como uno de sus máximos exponentes al gaditano Enrique el Mellizo, un hombre que revolucionó el arte del flamenco y, sobre todo, el de la seguiriya, y que murió en 1906. A partir de ese momento, la saeta comenzaría a crecer como género serio en el cante flamenco y tendría enorme éxito. En Poema del cante jondo, libro escrito por García Lorca en 1921 y publicado en 1928, ya estaba presente una saeta. "Juanito Valderrama llegó a contarme que él había visto cantarle una saeta a Lorca a Santa María de la Alhambra".

"Hay muchos tipos de saeta, como la 'saeta cuartelera', que debe su nombre a que se cantaba en los 'cuarteles', es decir, peñas flamencas", comenta Arrebola. "En Marchena también se canta una que se llama 'saeta del cuadraíllo', porque se canta mientras se dan vueltas a un patio muy pequeño".

El origen musical de la saeta es todavía más fascinante. "Unos dicen que es judío y otros, que es árabe. Hay un cántico judío llamado Kol Nidre que tiene similitudes y que pasó posteriormente a los sefardíes. Otros analistas lo asocian con los cánticos de los almuédanos en las mezquitas de Córdoba, Málaga y Granada. Joaquín Turina, por ejemplo, defendía los elementos árabes y judíos d la saeta".

Con la llegada del cante jondo, fueron los flamencos quienes fueron asimilando aquellos sones musicales e incorporándolos a su propia forma de cantar. En su mayoría, la saeta está íntimamente relacionada con la seguiriya precisamente por eso, por la forma musical que le aplicaban los cantaores flamencos. Sea como fuere, en la saeta está el misterio del hombre ante la muerte, y el grito eterno de su garganta.

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