Alicia Alonso: "Lo que me gusta es vivir, vivir ahora, vivir siempre"

Alicia Alonso es inolvidable en Granada. La ciudad aún recuerda aquellas noches magistrales en las que la bailarina y coreógrafa cubana se paseaba por los jardines de la Alhambra con su señoría de gran dama del arte. Hoy regresa a la ciudad, a sus 89 años, para presentar en el Palacio de Congresos su última coreografía, Giselle, su último trabajo hasta ahora al frente del Ballet Nacional de Cuba, un ballet que la hace sentirse permanentemente viva y en movimiento.

"Lo primero que hay que enseñarle a los bailarines de una compañía es su respeto al público", dice a través del teléfono. "Tienen que actuar como si bailasen exclusivamente para ese público y como si lo hiciesen por primera vez. Siempre tienes que dar gracias de que estás bailando, que es una belleza".

La coreográfa siente Cuba como su propia piel. Su acento profundo del Caribe, su voz pausada, su altivez estética sólo pueden darse en países como Cuba. No se arrepiente de ninguna de las cosas que ha tenido que sacrificar para llegar hasta donde ha llegado.

"Hay que sacrificar cosas", dice, "pero si alguno quiere llegar a lo que quiere, uno tiene que destacar, uno tiene que concentrarse en su arte, uno tiene que centrarse en qué va a hacer dentro del baile. Y si una es ya directora de una compañía, sí que no puede distraerse en cosas ligeras. Hay que ser serio".

Alicia Alonso conserva como uno de los mejores recuerdos de su vida. "Un recuerdo que yo tuve, y que sigo teniendo todavía presente fue ver unas zapatillas de punta de bailarina", dice. "Me las probé a los nueve años y desde entonces ya no quise quitármelas jamás. La gente me miraba por la calle".

Lo mejor del presente, para ella, es que está "viva". "Estoy viviendo el mundo, viviendo ahora, viviendo siempre. Me encanta el futuro, me encanta el espacio, me encanta oír a esos astrónomos mexicanos que han descubierto todos esos planetas... Eso me fascina, saber qué cosas hay en el Universo".

Alicia Alonso es una mujer tan vital, tan intensa, que sigue bailando a través de sus bailarines, sintiendo la misma emoción que ellos ponen en cada gesto. "Cuando en los ensayos pongo la música, los bailarines al instante van siguiendo el paso, sin que yo tenga que decirles nada. Yo muchas veces bailo a través de ellos, y termino cansadísima".

Aún sigue sintiendo la tremenda responsabilidad de ser una de las primeras figuras del ballet mundial. "Es una sensación muy fuerte", dice. "Si la compañía no funciona como se espera, yo me siento muy mal personalmente, como si hubiese sido yo misma la que no hubiera hecho las cosas adecuadamente".