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Almudena Grandes: "Lo que sé de literatura lo sabía a los 9 años"

  • La escritora madrileña protagoniza un encuentro multitudinario con sus lectores en el auditorio Manuel de Falla en el que desentraña su vocación como escritora en el marco del Festival de Poesía.

Almudena Grandes es asidua al Festival Internacional de Poesía de Granada. Hasta ahora, su sitio estaba en el patio de butacas, ejerciendo como escritora consorte. Pero ayer fue la protagonista mientras su marido y poeta consorte, Luis García Montero, aprovechó el acto para salir pitando a comprarle un regalo. Era el día de su cumpleaños. "Es normal que acabaras casándote con un poeta, que no sé si sabe que es plato de tercera mesa", le soltó la periodista Rosana Torres a Almudena Grandes al inicio de la conversación, ante las más de mil personas que acudieron al auditorio Manuel de Falla. La frase aludía a que el padre y el abuelo de la escritora madrileña eran poetas aficionados, de esos que publican sus propios versos. "A veces", recordó Almudena Grandes, "mi madre nos llamaba a la puerta del cuarto y nos decía: 'Niños, todos al salón que papá ha escrito un poema". Y allí acudía la prole para escuchar a su progenitor estrenar sus endecasílabos, feliz.

Respecto a su abuelo, Manuel Grandes, la autora de Te llamaré viernes recordó su regalo de Primera Comunión: una edición para niños de La Odisea. "A mí me mosqueó", dijo recordando su inicial perplejidad. "Yo creía que me iba a regalar un tutú de bailarina azul celeste y el libro fue decepcionante, pero es seguramente el libro más importante de mi vida", dijo como homenaje a su abuelo décadas después. "Es el primer ejemplar que leí en primera persona del plural porque esos son los libros que valen la pena, los que te hacen sentir la vida que hay en las páginas".

Vestida de gris y con botas altas, la escritora continuó recordando sus primeros pasos ante una hoja en blanco, cuando la familia se juntaba en torno al televisor para ver el partido de fútbol y mandaban a los niños a dibujar. "Pero yo lo hacía fatal, dibujaba un caballo y me salía una vaca, dibujaba un perro y me salía una vaca". Así que con 9 años empezó a conjurar sus demonios en su cuaderno. "De pequeña me decían eso de que 'eres adoptada y tus padres son unos gitanos'. Yo me lo creía y escribía para corregir el destino", explicó Almudena Grandes, volviendo a dibujar con palabras el perfil de niña "velluda, morena y gordita". "Todo lo que sé sobre literatura lo sabía ya con 9 años, ajustaba cuentas con la realidad y eso precisamente es la literatura", confesó acortando distancias entre la escritora que es y la niña que fue, la que sentada en el regazo de su abuelo le escuchaba recitar La canción de los lagartos, de Lorca. "En mi casa, la poesía era lo importante, el género de los adultos, el más difícil", explicó. "Por eso escribo novelas", continuó para poner una sonrisa en el auditorio, donde se encontraba en la primera fila de asientos Chus Visor, ejerciendo de editor con dos libros apretujados en un bolsillo de su chaqueta. Al lado estaba otro amigo, el poeta Benjamín Prado, que entró de la mano de su mujer quitándose de paso el sambenito de 'tristón' que le puso Joaquín Sabina cuando compusieron al alimón Vinagre y rosas. También Mariano Maresca, felizmente recuperado y al que Almudena dedicó en El País una de las columnas más emotivas de los últimos años.

Pero, en poesía, Almudena Grandes sólo se atrevió una vez a componer un haiku durante una comida con el poeta Luis Muñoz, un texto sobre las dietas, "porque siempre estoy a dieta", dijo como si fuera un personaje de Atlas de geografía humana. Pero era un texto demasiado corto, así que se puso manos a la obra. "Era el año 96 y todavía estoy esperando la inspiración para terminarlo".

En cambio, la poesía está presente en sus libros desde la portada. Y no es un recurso retórico. "Los títulos de mis libros suelen salir de poemas leídos", confesó. Un ejemplo es Los años difíciles, un libro que no tenía título todavía pese a que llevaba muchas páginas escritas. En esas, Luis García Montero recibió una primera edición de Soledades juntas, de Altolaguirre. "Se puso muy contento y me leyó un poema del que saqué el título porque en ese texto estaba todo lo que yo quería contar en una novela de más de 600 páginas". En su opinión, esto describe el carácter esencial de la poesía, "decir en dos versos lo que yo necesito cientos de páginas para explicar". Igual que en El corazón helado, sacado de un poema de Machado.

Después pegó un salto en el tiempo pero para seguir hablando de memoria, el tema que ha ocupado su vida y sus novelas desde Inés y la alegría. Para Almudena Grandes, cada generación tiene un asunto pendiente, y el de la suya es devolver a sus abuelos "lo que es suyo". Este interés nació en la cocina de su casa, con 12 años, cuando ejercía de pinche de cocina con su madre mientras echaba un vistazo al Hola, en una época en la que las 'Belenes Esteban' y compañía no habían asomado todavía. En un reportaje aparecía una señora con una falda de plátanos y los pechos descubiertos, tapados pudorosamente con unas estrellitas. "¿Quién es esa mujer?", preguntó la niña Almudena a su madre. "Josephine Baker", le contestó. "Tu abuela la vio bailar". Y ahí se le removió el suelo bajo sus pies. "Yo creía que el progreso era en línea recta, que yo era más moderna que mi madre y mi madre más moderna que mi abuela". Pero, perpleja, aprendió de pronto que el suyo era un país en el que los niños se parecían más a los abuelos que a los padres. "¿Qué pasó aquí?", se preguntó.

Pasaron los años, asombró al mundo literario con Las edades de Lulú, premio Sonrisa Vertical, hasta que descubrió que no sabía tanto de Historia de España como suponía. "Después de darme cuenta de esto me enganché a las películas y a las historias de la Guerra Civil igual que un niño se engancha a los videojuegos", ilustró con una de las más poderosas imágenes posibles para describir una obsesión. Hasta se ponía discos de Concha Piquer en su despacho presidido por una imagen de Benito Pérez Galdós. Así que decidió escribir sus 'episodios nacionales' sobre esta época, el último de ellos El lector de Julio Verne, que presentó hace dos meses. Entre el público estaba un personaje del libro, el profesor Cristino Pérez, como en la película de Woody Allen Desmontado a Harry. Pero era la vida real, como sus últimas novelas.

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