Álvaro Salvador, poeta

“España se baña, literalmente, entre la mierda de una sociedad corrupta”

  • El catedrático de la UGR presenta Caras B (JuanCaballoos de Poesía), una antología con sus poemas más desconocidos, el material que suele quedar fuera de las recopilaciones habituales

Álvaro Salvador presentará este mes su poemario en la librería Picasso.

Álvaro Salvador presentará este mes su poemario en la librería Picasso. / G. H. (Granada)

Caras B recoge creaciones de sus 40 años de producción poética menos de los tres primeros libros. ¿Por qué?

–En realidad deja fuera solamente los dos primeros: Y… y La Mala Crianza, porque están incluidos en otra antología: POPoemas, publicada por Dauro en 2014.

–¿Qué hace que unos poemas pasen a conformar la cara A de un autor y otros la cara B?

–Hay poemas que tanto por la apreciación de uno mismo, en la que influyen motivos de muy distinta índole, como por la aceptación que tienen por parte de los lectores, son considerados por el poeta y por los estudiosos de su obra como los mejores, los antologables. Esos ocuparían las caras A. Pero luego hay otros que, pasado un tiempo, tras lecturas más atentas y tras la apreciación del público lector también, se van agrandando y cobrando un interés que en principio no parecían despertar. Esos serían los integrantes de las caras B.

–¿Tenía claro cuáles eran esos poemas que, a pesar de ser menos populares, tenían una calidad similar o un interés mayor?

–En un principio, solamente tenía certeza en el caso de algunos, que sí eran poemas que se habían impuesto por su propia calidad al ostracismo, pero en relación con otros no tanto. He tenido que leerlos con detenimiento y consultar con otras personas para irlos seleccionando.

–La referencia a la música es una constante en su obra. En su juventud tocó la guitarra en varias bandas, trabajó como reportero para una revista musical y llegó a ser discjockey. ¿Qué inclinó al final la senda hacia la poesía?

–A mí la música me apasionó desde pequeño y sobre todo en la adolescencia, pero, desgraciadamente, no tuve una educación musical. Tocaba de oído y desafortunadamente no tenía todo el oído que hay que tener para destacar en la música. Me di cuenta gracias a mi amigo José Luis García Avellaneda con el que escribí un par de canciones para Los Ángeles: cuando yo estaba intentando averiguar las notas básicas de una canción él ya sabía como iban los solos y los bajos de la misma y ¡hasta el ritmo de la batería! Ahí vi con claridad que tenía un mejor futuro como letrista que como músico.

"Creo que después del punk no se ha hecho nada nuevo, las tendencias están estancadas”

–De la música de ahora, ¿qué le interesa o a quiénes sigue?

–Bueno, oigo mucha música clásica y jazz, me gusta también mucho el flamenco. En cuanto al pop-rock, creo que después del punk no se ha hecho nada nuevo, si acaso algo de Nirvana, pero la mayoría de las distintas tendencias están estancadas. Hay algunos grupos indies que me interesan algo, porque al menos intentan refrescar el panorama como The Strypes, Pink Martini, Arcade Fire, Ketty Daisy&Lewis, etc. Y, por supuesto, los clásicos, sobre todo Van Morrison.

–Además de la evocación de otro su libro POPemas, el título también recuerda el de otra obra suya, La canción del outsider. ¿Cree que tiene inclinación con lo que se queda fuera, la cara B?

–Sí, siempre me gustaron las bambalinas. No me gusta el protagonismo ni la primera línea, lo cual no me impide hacer cosas y moverme culturalmente. Pero no me disgusta poner cosas en marcha y que sean luego otros los que salgan en la foto y se coloquen las medallas. Y a fe mía que eso ha pasado muy a menudo.

–En el prólogo, el profesor Miguel Ángel García recuerda que a comienzos de la década de los setenta Juan Carlos Rodríguez, que había comenzado ya a ser su profesor universitario, escribió que “el joven poeta pudo haberse quedado, con su temática beat y su letrismo rockero, un signo sin más de una época, pero logró evitarlo profesionalizando su poesía. ¿Cómo fue ese proceso?

–Lo que quería decir Juan Carlos era que con ese libro, Las cortezas del fruto, yo me estaba tomando ya en serio la poesía, el “ser” poeta. Tener conciencia del trabajo que supone escribir buenos poemas, de la necesidad de formarse bien vital e intelectualmente. A eso se refería.

–García hace muchas referencias ase “mítico prólogo” que Rodríguez realizó a Las cortezas del fruto. Entre los poemas de nueva creación usted le dedica uno, Los molinos de tu espíritu. ¿Qué peso ha tenido en su poesía? ¿Y en su carrera académica?

Los molinos de tu espíritu es una canción de Noel Harrison, que también cantaba José Feliciano y que se utilizó como tema central de la película El caso de Thomas Crown, que interpretaron Steve McQueen y Faye Dunaway. Esta película nos gustaba mucho a Juan Carlos y a mí, y cuando iba a Janforjai, la discoteca en que yo trabajaba, le ponía el disco en señal de bienvenida. El poema alude a muchos sobreentendidos de su vida y la mía que se relacionan con el tema de la película. Ángeles Mora también le dedicó otro del mismo tema. Juan Carlos, y lo digo siempre que tengo ocasión, fue fundamental para mi persona y para mi formación. Seguramente hubiese escrito sin él, aunque peor, pero seguramente sin él no me hubiese dedicado a la enseñanza.

–En el volumen se adelantan once poemas del que será su nuevo libro. Con el ejercicio reciente de esta antología. ¿Cómo siente que ha evolucionado su poesía?

–Bueno, en primer lugar es evidente que tengo más oficio. Pero por la misma razón me exijo mucho más y arriesgo todo lo que puedo y sé. Hubo un tiempo, al principio de mi trayectoria, en el que mis libros no se parecían nada el uno al otro, después tuve un interregno en el que creí que era mejor labrarse un estilo reconocible y escribí varios libros con un tono parecido, finalmente mis libros últimos vuelven a ser distintos entre sí, aunque guardan un tono reconocible. No sé, creo que estos poemas últimos míos son más secos, más duros, aunque cuido más en ellos los recursos técnicos.

–En uno de esos inéditos, Marca España, se ve una visión amarga de un estado en el que la alegre ciudadanía nada literalmente entre la mierda. ¿Ha visto alguna vez de forma tan negativa la situación del país?

–El poema parte de una metáfora inspirada en una escena real que yo tengo la oportunidad de contemplar cada verano desde el balcón de mi casa en la playa: las chicas jóvenes y preciosas, alegres y despreocupadas, bañándose entre la mierda. Utilizo esta metáfora en el poema porque creo que sí, que España se baña literalmente entre la mierda de una sociedad corrupta, que vive la corrupción como cultura, como idiosincrasia, mientras ofrece una imagen de glamour y modernidad.

–También hay dos dedicados a la traición, El fracaso de Dorian Gray, y Oración de Judas Iscariote. ¿Con la edad llega el desengaño o uno se vuelve más benevolente con las miserias de los otros?

–Las dos cosas, aunque también uno tiene menos aguante porque tiene mucho menos que perder, es más difícil de chantajear. Paradójicamente, la traición puede tener un aspecto positivo porque te reafirma en tus valores y en tus convicciones, ya que la traición que te hacen suele ser un daño que los traidores también se hacen a ellos mismos.

–Termina con El extranjero, que aborda la extrañeza ante el propio yo. ¿Qué es lo que le provoca esa extrañeza?

–La subjetividad no es inmanente, no somos nuestros “yos” desde que nacemos hasta que nos morimos, sino que la subjetividad se va construyendo cada día. Por otra parte, entre lo que creemos ser, cómo los demás nos ven y cómo somos realmente, hay a veces una distancia enorme. Por eso cuando logramos contemplarnos desde fuera o desde los otros, nos parecemos extraños. La poesía es muy útil para soldar esos desajustes, para construir la subjetividad. De cualquier modo, el poema es también un poema social, un poema contra los patrioterismos y los conformismos.

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