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'Año bisiesto', una película sin tabúes

  • La cinta mexicana premiada en Cannes cuenta con un alto voltaje erótico

La parte más agreste de la cinematografía latina alcanza un punto culminante en Año bisiesto, cinta mexicana premiada en el Festival de Cannes con la Cámara de Oro y dirigida por el australiano Michael Rowe que se sirve del sadomasoquismo para derribar éste y otros tabúes antropológicos.

Año bisiesto, estrenada este fin de semana en España, es el debut de Rowe, que tras 17 años afincado en México, domina la tradición del mejor cine independiente del país y quien no necesita más que un pequeño piso en el que encerrar a sus dos protagonistas: Laura y Arturo, interpretados por Mónica del Carmen y Gustavo Sánchez Parra.

"La ventaja de trabajar en un lienzo tan pequeño es que se pueden meter muchas capas, muchos matices", explicó el realizador.

Precedida por su victoria en uno de los festivales más prestigiosos del mundo y por un notable revuelo en los círculos intelectuales mexicanos, Año bisiesto deja gotear los días del mes más corto del año hasta desembocar en ese día fantasma, el 29 de febrero, cuyos acontecimientos se rememoran solo cada cuatro años.

Con un ritmo pausado no incompatible con el alto voltaje emocional y erótico -escenas con sexo real incluidas- la película va desnudando sus pieles. La que se ve a simple vista es la sadomasoquista: "Nuestra manera de interactuar con el mundo puede representarse en nuestras relaciones sexuales".

Pero bajo los juegos de poder, dominación y sumisión, de teatralidad sexualidad violenta, Rowe matiza los roles de género en el país norteamericano. "Cuando llegué a México me pareció un país muy machista, pero luego fui descubriendo que es un matriarcado muy fuerte. Los hombres son ceros a la izquierda manipulados por sus mujeres", explicó.

A Laura "la percibimos como una víctima pasiva de la violencia, pero luego entendemos que todo lleva a un fin que ella persigue", señaló Rowe, tras indicar que ella no es una mujer cualquiera, sino una mexicana indígena que además mantiene relaciones sexuales con un mestizo. "La imagen cinematográfica de los indígenas siempre ha sido paternalista folclórica y, por supuesto, asexuada", explicó quien, con 37 años y tras intentar que alguien dirigiera su guión, decidió hacerlo él mismo.

Ese sexo no sólo es novedoso en pantalla, sino que rehuye la belleza. "Es antierótico. Lo he utilizado para meter a la gente en la sala, no para excitarla", resumió. Y de la belleza a la felicidad, la segunda gran ausente de Año bisiesto.

"En la vida moderna existe una especie de dictadura de la felicidad fruto de una presión social nacida de la psicología y la psicoterapia. Si no somos felices, estamos mal, enfermos y tenemos que medicarnos en vez de cambiar lo que genera ese malestar", reflexionó Rowe.

El realizador rechaza también la lectura psicoanalítica de su obra. "El psicoanálisis tiene muchos beneficios para la vida, pero para el arte puede resultar reduccionista y hacerlo previsible", dijo Rowe, quien lanza su último dardo de Rowe contra la comunicación, ya que durante gran parte del filme la protagonista sólo habla por el móvil.

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