Los Arctic Monkeys encierran 50.000 fans en su garaje
Primal Scream, Lori Meyers y Astrud completaron la noche
El grupo británico Arctic Monkeys encerró la noche del sábado a cerca de 50.000 personas en el garaje donde esculpe su sonido, capaz de transportar al Festival Internacional de Benicássim (FIB) desde un feliz verano de los años 60 a las entrañas de una urbe sedienta de baile.
Su concierto, el más notable de cuantos cabezas de cartel han actuado hasta el momento en este inagotable maratón de música de cuatro días, desató una auténtica locura en el escenario Maravillas cumpliendo con los cánones de mareas, empujones y desmayos que definen a los mejores festivales del mundo. Lo logró sin mayor artificio que una batería, un bajo, dos guitarras y el talento de Alex Turner para componer y cantar melodías que combinan la distorsión de los barrios ingleses con un rock "vintage" y luminoso cercano a los "Beattles". El quinteto de Sheffield, el único sobre el escenario principal que ha logrado hacer un bis en esta edición, ejecutó las piezas más conocidas de sus cuatro álbumes sin una sola concesión al descanso y provocando una explosión en la gigantesca pista de baile con temas como I bet you look good on the dance floor o The view from the afternoon. Los pegadizos "shalalalas" incluidos en el The hellcat spangled de su último trabajo, y la contundencia de sus ya clásicos Brainstorm o Still take you at home agotaron a los fibers, para después arrancarles una última gota de sudor con 505.
Tras este alarde de modernidad con aires retro, Primal Scream pisó por cuarta vez un escenario del FIB para jugar la difícil papeleta de rememorar las canciones de un disco que cumple diez años y que abrió en la década de los 90 un nuevo camino de fusión entre el pop rock y la electrónica, Screamadelica. Muchas horas antes, los Ginkas abrieron el guateque de la tarde con un concierto de rock ye-yé a pleno sol de verano, haciendo olvidar la siesta a unos cuantos fibers que cedieron a la irresistible tentación de baile que surge de temas como Fiesta en la luna. A la cabeza de esta avanzadilla pop español, Astrud expuso su experimento con el ColLectiu Brossa que redució o amplió, según se mire, sus composiciones al sonido de cuerdas clásicas y xilófonos en bajo tempo. De ellos surgió, por cierto, la única mención al movimiento social del 15-M en lo que llevamos del festival, animando al público a participar en las asambleas de barrio.
Y para completar esta fiesta de reivindicación del indie patrio, los granadinos Lori Meyers dieron una soberana lección de música en el escenario principal ante una audiencia que tal vez jamás imaginaron, y que también bailó, a pesar de no entender una palabra, los pequeños himnos de Luces de neón y Mi realidad.
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