Carlos III, el rey más avanzado de su tiempo

Toda España debe agradecer a Carlos III que pusiera en marcha el sorteo de la Lotería Nacional. Con el famoso monarca, además, Madrid dejó de ser la ciudad del "agua va" para pasar a tener un sistema de alcantarillado. Se pavimentaron las calles, hasta entonces empedradas. Se obligó a alumbrar las casas para reducir los robos. La Puerta de Alcalá, las fuentes de Cibeles, Neptuno y Apolo, el Museo del Prado o el Palacio Real cambiaron definitivamente la fisonomía de la capital de nuestro país. En todas estas curiosidades ahonda la escritora Carolina Molina en su última novela, Carolus, publicada por Ediciones B que presenta mañana jueves (19.30 h) en el Cuarto Real de Santo Domingo. "El objetivo era escribir una novela centrada fundamentalmente en Madrid porque las editoriales me presionaban sobre la necesidad de salir de mis temas granadinos, cosa que nunca dejaré de hacer porque es donde me siento más cómoda", explica Carolina Molina. "Buscando temas madrileños -añade- encontré a Carlos III y el siglo XVIII y me encantaron. Es un siglo propicio para Granada ya que es el momento de la catalogación de las Antigüedades Árabes de España y de las falsificaciones de Juan de Flores, así que todo cuadraba".

De la forma de ser de Carlos III, lo que más llama le llama la atención es su "meticulosidad, su obsesión por aprovechar el tiempo y su deseo de ser un buen rey, cercano a sus súbditos". Su carácter desde niño fue dulce y obediente con sus padres aceptando de buen grado la enseñanza a la que fue sometido. "Esto le proporcionó una experiencia única pues supo emplearla de adulto con rigurosidad pero también con tolerancia. Con todo no hay que olvidar que es un rey del siglo XVIII, es decir, del despotismo ilustrado. Otro rasgo que lo dulcifica es su temor por caer en la locura que sufrieron su padre y hermano, que combatía con el ejercicio de la caza. A pesar de este pánico consiguió terminar su vida con una mente muy clara que ninguno de sus descendientes directos consiguieron". Al monarca no se le recuerda y admira como merece, según Carolina Molina . "Una cosa es que la Historia lo considere un gobernante equilibrado y que realizó las mejoras necesarias para convertir nuestras ciudades en urbes modernas y otra es que los ciudadanos sepamos de él. Esto se ha confirmado con su centenario. Muchos madrileños (y eso que somos los que más le debemos) ignoramos lo que hizo por nuestra ciudad, su centenario se ha hecho tarde y casi está pasando sin pena ni gloria".

Carolina Molina se atreve con un estilo literario diferente al del resto de su obra, combinando personajes reales como es el caso de Carlos III, la reina María Amalia de Sajonia, el ministro Esquilache o Francesco Sabatini con otros ficticios "que me permiten realizar una novela divertida, con muchas entradas y salidas y una gran picaresca". Granada también está presente en la novela con Lorenzo de Elvira, "un albaicinero que es artista y aprendió el oficio junto a Juan de Flores, que se verá perseguido por el fantasma de las falsificaciones. Gil López es su criado, también granadino, pero que tiene una experiencia amplia de la vida, un gran pícaro y seductor", comenta.

Ambos tienen que huir de Granada y llegan a Madrid donde encontrarán a Carlos III recién proclamado rey y a las dos mujeres de las que se enamoran, "aunque sus relaciones no son nada convencionales", apunta la autora que tiene la esperanza de que Carolus se lea con una sonrisa en los labios. "La risa entorpece la lectura, la sonrisa te fuerza a seguir leyendo", asegura. Carolina Molina ya prepara la continuación de su obra la Saga de los Cid, con un carácter más pesimista e irónico,"fruto de lo que le pasó a Granada en el siglo XIX".