CRÍTICA

'Carmen', un soplo de frescura y dignidad

Ballet nacional de noruega

Conjunto: Ballet Nacional de Noruega. Programa: 'Carmen', ballet en tres actos sobre la música de Georges Bizet y arreglos de Martin Yates. Directora artística: Ingrid Lorentzen. Coreografía y puesta en escena: Liam Scarlett. Diseño escenografía y vestuario: Jon Bausor. Lugar y fecha: Teatro del Generalife, 27 junio 2015. Aforo: Lleno.

Carmen, la historia de la cigarrera sevillana, de la que Georges Bizet convirtió la 'españolada' de Próspero Merimée, en una ópera con el mismo signo tópico que, sin embargo, consiguió imponerse universalmente como un mito de la libertad de una mujer -en otro sentido, Antonio Gades la elevó, en su versión a esa categoría superior- atrapada entre el amor y la muerte. En realidad, hoy, sería calificado el melodrama como 'violencia de género' y habría que llamar al 016 para detener al enloquecido don José, lleno de celos y abrumado por su decepción amorosa, drama que, por cierto, se repite cada día en esta España que, en muchos aspectos, no ha perdido el sello de 'pandereta' que cautivó a tantos escritores y músicos europeos, sobre todo franceses.

Sobre estos conocidos mimbres, Liam Scarlett se ha acercado al personaje y su entorno ofreciéndole un soplo de frescura -no lo digo con segunda intención por su procedencia del país del frío- y dignidad, que sin perder el paisaje costumbrista -cigarreras, gitanos, soldados, cuyo jefe parece un uniformado de la SS, 'toreadores' y otros elementos de ese retablo de la Andaucía tópica y típica- ofrece en el trabajo muy estimable del Ballet Nacional de Noruega muestras de la calidad danzante, de la preparación en lo mejor del ballet clásico y sus protagonistas realizan un trabajo excelente para transmitir sus emociones íntimas al auditorio, que es la idea máxima que debe presidir todo conjunto de danza que se precie.

No escatima el Ballet noruego elementos humanos para configurar el espectáculo y las estampas se suceden con fluidez, convirtiéndose, sobre todo, en una velada entretenida. Y entretiene porque el conjunto tiene solvencia en la técnica clásica, pero también en la idea comunicativa. Y, por otro lado, los bailarines y bailarinas que dan vida a los personajes principales muestran no sólo su calidad, sino su expresividad, incluso su calor en la interpretación de sus papeles. Melissa Houg se enfrenta a una Carmen racial, pícara, seductora, pero, sobre todo en el Acto III, el del fatal desenlace, su expresividad dramática y su concepción de notable bailarina, primero en la fiesta que organiza el 'toreador' Jaramillo -un puntal fundamental del espectáculo, con su fuerza y poderío del 'triunfador', en la plaza y en la vida- y luego en la dramática escena final de su muerte a manos del despechado don José que supera su anodina idea secundaria por la más impetuosa y dramática del final.

Darle aire fresco y dignidad, como decía, a una universal 'españolada,' convirtiendo los tópicos habituales únicamente en material escénico y decorativo, profundizando más en el interior del drama, no es tarea fácil y, dentro de las limitaciones, el Ballet Nacional de Noruega salvó con elogiable criterio una velada que, además de entretenida, dio toques de elegancia y calidad para elevar el listón de lo que, con otras formas, podría caer en la pura caricatura, por el tema y el entorno que retrataron Merimée y Bizet.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios