industria cinematográfica

Aquellos Cinema Paradiso de Granada

  • La ciudad vivió una época dorada donde contaba con decenas de salas y cineclubs

  • El festival de cine mudo y clásico los homenajeó con un encuentro-homenaje a los exhibidores cinematográficos

Aliatar Cinema, Cines Zaidín-Vergeles, el Palacio del Cine -luego Multicines Centro-, el Madrigal, el Cineclub Don Bosco, el Cineclub Universitario. Granada estaba llena de Cinemas Paradiso hace décadas. Algunos establecimientos han sobrevivido a los numerosos cambios en el negocio a pesar de las aciagas circunstancias; otros sólo perduran en la memoria de aquellos que, como Totò, aman el cine con locura. Granada Paradiso despidió ayer su tercera edición con un encuentro-homenaje a "una generación de personas que han hecho posible el cine en la provincia: los exhibidores veteranos y de hoy", exclamó el director del festival de cine mudo y clásico, Juan de Dios Salas, al inicio de la jornada que se celebró en el Teatro Isabel la Católica.

Bajo el título Los que traían maravillas, el periodista Manuel Martínez Oña coordinó y moderó la mesa redonda donde se puso en valor el trabajo de empresarios granadinos dedicados a la exhibición de cine. "Es un merecido tributo a estas personas que día a día lucharon -y luchan- con distribuidoras para traer las mejores películas", recalcó Oña.

El gerente del Madrigal, Juan Torres-Molina, se remontó a otro tiempo, cuando sus padres Juan Torres-Molina y Ana María González llevaban el cine, para hablar del "profundo cambio" en la distribución y en la exhibición cinematográfica. "Cada cine proyectaba una película determinada. No es como ahora, que un mismo filme se puede ver en varios complejos a la vez. Cada exhibidor trabajaba con unas distribuidoras diferentes. Éstas repartían lotes. O bien nos llevábamos una parte de la recaudación, o bien nos vendía la película y nos jugábamos la explotación", explicó.

Cuando el cine pasa por su primera crisis a causa de la televisión en color, el negocio, relató el gerente del Madrigal, "se abre a los complejos de multisalas -como fue el Palacio del Cine-, y se pasa de la tradicional sala única con una película en exclusiva a varias pequeñas salas con el mismo largometraje". Las distribuidoras pasan a hacer muchas copias y empieza la explotación masiva. "Una película se puede ver ahora en diez salas mientras que otra sólo está en un cine o no se ve. Es la paradoja de este sistema", señaló perspicaz.

El excrítico de cine de Ideal, José Ignacio Fernández-Dougnac, aprovechó su intervención para recordar las salas de reestreno en los barrios donde se veía "un cine espléndido" a precio más barato. Fernández-Dougnac mencionó en seguida el extinto Cine Central, situado al final de la Avenida de Dílar, "un lugar de auténtica peregrinación para muchos" donde vio Las aventuras de Jeremiah Johnson, entre otros filmes. "Eran espacios que te animaban a ver cine. El panorama en los multicines era muy diferente. Había una conexión entre el espectador, la película y la pantalla brutal. La gente aplaudía. Ése era el ambiente", zanjó.

Oña aprovechó el momento, minutos después, para hablar del Cineclub Universitario, "una referencia cultural en la ciudad". Uno de sus impulsores, Francisco Sánchez-Montes, recordó sus inicios en los 70 cuando la UGR contaba con 16.000 universitarios -ahora son 70.000-. "Fuimos la respuesta a un horizonte de un país en cambio donde los jóvenes universitarios demandaban un cine bueno -como el cine italiano y las nuevas tendencias francesas-. Y lo hicimos sin romper el diálogo con las salas comerciales. Allí se hablaba de lo que no se podía en la calle", relató entusiasmado Sánchez-Montes, que recordó a José Luis Lozano y a José Nadal -"Sin el hubiera sido imposible salvar tantas proyecciones", dijo-.

José María González, espectador del Cineclub Universitario en los años 70 y 80, contó su experiencia en primera persona: "El Madrigal proyectaba Gritos y susurros de Bergman en aquellos tiempos. La dinámica del cineclub era rutinaria, es decir, cubría ciclos por cubrir ciclos, hasta que llegó José Luis Lozano -director del Cineclub de 1978 a 1980-. Organizó, entre otras cosas, un ciclo de cine portugués y una semana de cine y filosofía donde se habló de los distintos modelos de relaciones sin obviar la homosexualidad. Se creó la costumbre de que los universitarios vieran cine".

Granada Paradiso también homenajeó al Cineclub Don Bosco, del Colegio Salesiano, impulsado por Francisco Guzmán y Felipe Santos en tiempos de censura. "Guzmán tenía un amor por el séptimo arte tremendo. Se propuso enseñar con cine. Organizaba un ciclo de cine infantil, juvenil y universitario. Iban como 1.000 criaturas. Antes de la proyección de presentaba el filme y después de hacía el foro. Se quedaba mucha gente", recordó el operador del cineclub, Juan de Dios Caballero, que desenterró algunas anécdotas para la ocasión. "Allí se vieron los pechos de una mujer por primera vez proyectados y censuraron El acorazado Potemkin. Francisco se la había traído de Italia en rollos de super-8. Un secreta de Gobernación apareció y no dejó pasar a nadie. Al rato me pidió que la pusiera. Cuando se vio un crucifijo y los tíos en cueros, me dijo: "Por esto no se puede ver", relató mientras el público estallaba en risas.

Oña no perdió la ocasión de homenajear a Nadal, dueño del Aliatar Cinema, ahora convertido en discoteca. "Traía películas aunque sabía que iba a ir poca gente. Me decía: "Me da igual que vengan cuatro personas. Ellos lo disfrutarán". Hay que premiar ese espíritu romántico de los exhibidores", recalcó. Y así lo hizo Granada Paradiso. El festival entregó una placa a una decena de ellos, entre los que estaba el propietario de Cines Zaidín-Vergeles, Julio Álvarez López, y los hijos del que fuera dueño de Multicines Neptuno, Adrián Argente. Historia viva del cine en Granada.

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