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Contradicciones, áspides

  • González Blanco se adentran en dos de las voces poéticas más singulares de Granada: Rosaura Álvarez y Ángeles Mora

La poesía a veces es mujer o, como en este caso, mujeres. En El instante, la contradicción, Azucena González Blanco se adentra en la obra de dos de las voces poéticas más singulares aparecidas en Granada en las últimas décadas, Rosaura Álvarez y Ángeles Mora (no importa la ascendencia cordobesa de la segunda: Granada secuestró a Ángeles hace ya tiempo), dos autoras de signo contrario e incluso, como afirma González Blanco, "en ciertos aspectos, incompatibles", que con sus versos iluminan memorias, intereses y voluntades muy diferentes. Azucena González Blanco propone un acercamiento a su poesía y a sus respectivas poéticas con un objetivo nítido: herir (de muerte, de ser posible) el topicazo del "pensamiento poético femenino", como si fuera uno y monolítico, y rellenar la zanja que abrió Platón (y luego otros agrandaron) entre filosofía y literatura, arrogándose la primera el monopolio de la realidad y dejándole a la segunda las migajas de la imaginación, como si fabular no fuera filosofar "por otros medios".

¿Qué diferencia a Rosaura Álvarez y Ángeles Mora? Más allá de su adscripción a corrientes o escuelas distintas -si la primera practica una poesía culturalista, la segunda encajaría en la tan traída y llevada poesía de la experiencia-, la autora del ensayo atiende los temas recurrentes de cada una señalando, con indiscutible acierto, que la poesía de Álvarez se mueve dentro de unos parámetros extra-temporales (de ahí su predilección por el instante, un tiempo suspendido), mientras la de Ángeles Mora, por contra, prefiere la concreción temporal (de ahí, la identificación de su poesía con la consigna machadiana de "palabra en el tiempo"). Hay más: si la posición de la autora de El áspid, la manzana (2006) es más bien afirmativa, la actitud de Mora sería interrogativa, y si Álvarez recurre a un registro fuertemente recitativo, la autora de Contradicciones, pájaros (2001) opta un tono cuasi conversacional. ¿Qué las asemeja? El rigor y la coherencia con que cada una ha seguido su propio camino, pero además un recurso al propio cuerpo, el cuerpo físico, a modo de reivindicación. Si aceptamos que la verdad no es una, sino varia, y nadie es dueño de ninguna, el lector hará bien en escuchar a ambas.

Permítaseme un último consejo: como el ensayo de Azucena González Blanco exige el conocimiento previo de las dos poetas, empiecen por el final; esto es, por las antologías de poemas de Álvarez y Mora que incluye el volumen.

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