Cristina Megía posa en su estudio ante alguna de sus creaciones.
Cristina Megía posa en su estudio ante alguna de sus creaciones. / Archivo
Bernardo Palomo

Granada, 27 de noviembre 2023 - 14:30

El gran problema que tiene del arte actual es la gran linealidad que presenta. Hoy todo se parece a casi todo. Y esto se repite en todas las facetas artísticas, en todas sus expresiones. Lo abstracto muy poco ha variado en sus estructuras materiales y expresivas; lo conceptual sigue planteando los mismos criterios, a veces faltos de casi todo; las manifestaciones intervencionistas siguen teatralizando situaciones con los mismos escasos argumentos; las videocreaciones comportan igualatorios asuntos que poco atrapan; sin embargo, es en la pintura figurativa donde se hace más patente esa linealidad existente. Un realismo demasiado manido buscando efectismos epidérmicos; una realidad de connotaciones mediatas con circunstancias distópicas que un extraordinario artista -precisamente de Granada- está haciendo grande y que, después, una legión de imitadores se empeñan en realizar 'algo' parecido; en definitiva, una figuración de pusilánimes para miradas de fácil convicción. No es habitual encontrarnos con una pintura distinta, bien ejecutada, sin burdos planteamientos de realismos trasnochados y afectados, ni miméticas concreciones vacías; Cristina Megía nos la ofrece con una realidad pictórica diferente, llena de sentido, sin aditamentos exuberantes ni pacatos desenlaces sin sustancia alguna. Por eso es importante su labor y por eso esta exposición nos parece que tiene tanto interés; una muestra que se sale del adocenamiento al uso, que nos conduce por la que, considero, que es una verdadera fiesta de la gran pintura y que nos hace seguir creyendo en una expresión artística actuante y que tiene infinitamente más carácter que lo que demuestran esas fórmulas iguales que tanto se repiten.

La trayectoria

Cristina Megía es artista nacida en Valdepeñas; estudio Bellas Artes en Sevilla para, más tarde, recalar en Granada donde, en su Universidad, estudió Historia del Arte; dos carreras complementarias que le van a servir para conocer los muchos entresijos de un arte al que ella accede con las alforjas muy bien provistas tanto artística como conceptualmente. Desde muy pronto su trabajo tuvo el máximo reconocimiento, obteniendo varios premios de alcance internacional y capital importancia en el contexto general del arte español -el de Valdepeñas, el Ciudad de Manzanares, el Ibercaja de Zaragoza, el José Arpa de Carmona, el Certamen Joven de Artes Plásticas de Granada, el Antonio López de Tomelloso, el de Jóvenes Artistas de Castilla la Mancha, el Alonso Cano de Pintura de la Universidad de Granada, entre otros muchos -.

También su historial está lleno de importantes becas -la de la Fundación Pilar y Joan Miró de Palma de Mallorca, la de la Antonio Gala para jóvenes creadores de Córdoba, la de la Unión Fenosa de La Coruña, la Beca de Residencia Artística Internacional Kunstnarhuset Messen en Ålvik, Noruega, la Residencia Nautilus de Lanzarote, por citar sólo algunas-. Pero, sobre todo, destaca por su particularísima pintura; esa que plantea los trascendentes momentos de la gran pintura clásica; aquella que es eterna, que no tiene tiempo ni edad porque manifiesta la verdad absoluta de la creación. Una pintura que une lo bueno de ayer, lo mejor de hoy y lo que siempre será efectivo en un mañana que, en artistas como ella, auguran una sempiterna feliz manifestación.

Condes de Gabia

La exposición en la Sala Alta del Palacio de los Condes de Gabia es importante de principio a fin y presenta muchísimos matices que inciden no sólo en el acercamiento a la obra expuesta sino también en el conocimiento del ideario estético y artístico de Cristina Megía. Es una muestra muy bien comisariada. Se nota la experiencia de Manuel Fontán del Junco, Director de Museos y Exposiciones de la Fundación Juan March, así como la de Paco Baena, al frente del Centro Guerrero. Ambos conocen de primera mano los entresijos del arte actual y saben marcar las pautas a seguir en una importante comparecencia como es ésta.

Además, es una exposición que nos conduce por los entresijos de esa pintura nueva donde se dan cita los felices argumentos de una obra seria, sabia, lúcida y serena. Y es que en la obra de Cristina Megía todo está muy bien calculado. El continente es el adecuado; como es imprescindible en una pintura solvente donde todo está bien especificado formalmente y donde se pone de manifiesto esa realidad única que siempre debe tener la buena pintura; esa que no es de mentira y que se abre a las formulaciones verdaderas del arte por el arte. Lo mismo que el contenido, poseedor de una entidad que encierra muchos registros muy bien acondicionados conceptualmente.

La exposición nos plantea, asimismo, muchas circunstancias referentes a una pintura que nos lleva, además, por los senderos de un arte culto, donde todo tiene su sentido. En ella encontramos una obra que magnifica la gran pintura. No renuncia a ser clásica siendo eminentemente moderna; de una actualidad aplastante, configurada con los grandes estamentos de lo contemporáneo; sin embargo, manifiesta una realidad que nos descubre esas posiciones que siempre deben actualizar la pintura.

Por un lado nos encontramos la descripción de un paisaje lleno de contundente naturaleza; que hace guiños a la tradición, que deja un regusto de nostalgia, de posiciones estáticas a lo Hopper, acusando esa dimensión de misteriosa soledad, de sabia manifestación de la luz sobre los elementos que concede atmósferas, sutilísimas; bellas recreaciones pintadas sin resquicios dudosos ni afecciones impostadas. Es una pintura que ofrece silentes espacios bellamente descritos, donde una especial flora y fauna dejan mínimos encuadres llenos de fortaleza pictórica. Muy importante, también es la serie donde se recrean figuras que manifiestan un gran poder estructural y un sabio conocimiento de lo humano. Junto a ellas resultan tremendamente significativas las naturaleza muertas con piedras preciosas que, a la par que argumentan un contundente sentido conceptual, materializan una aplastante realidad formal. Especialmente importante me parece la serie Canon, en la que Cristina Megía parte de grandes figuras de la historia del arte, a las que les concede un nuevo sentido descriptivo. A modo de una gran instalación, las obras adquieren una nueva dimensión y un concepto totalmente mediato de la primitiva identidad para las que fueron creadas y que, posteriormente pasaron a constituir piezas musealizadas.

Importante comparecencia de Cristina Megía en uno de los espacios emblemáticos del arte granadino. Una exposición tan justa como necesaria de la que es una de las artistas que en Granada, están dando un especialísimo sentido a la pintura contemporánea; esa que necesita de muy buenos argumentos para que ofrezca una dimensión distinta a los adocenameientos al uso.

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