Crítica | OCG y su Coro en La voz humana

Un 'Requiem' lleno de vida y expresión

  • La gran obra de Mozart resonó este fin de semana con más brillo y fuerza que nunca en el auditorio Manuel de Falla

Foto de familia en el auditorio Manuel de Falla, antes de interpretar el 'Requiem' de Mozart.

Foto de familia en el auditorio Manuel de Falla, antes de interpretar el 'Requiem' de Mozart. / G. H.

El Requiem de Mozart resonó este fin de semana con más brillo y fuerza que nunca en el auditorio Manuel de Falla. Esta obra cumbre de la música coral fue puesta en escena por el Coro y la OCG bajo la dirección de Carlos Federico Sepúlveda, quien articuló una versión dinámica y muy marcada. Junto a ellos un cuarteto de solistas nacidos o formados en Granada de talla y calidad profesional.

Con este concierto, el segundo ciclo de La voz humana, que viene cosechando un éxito rotundo en cada una de sus citas musicales, se apunta otro tanto al contar con el Coro y la OCG en su programación, un valor seguro por su calidad y por la enorme aceptación que tiene en la ciudad, con un lleno absoluto en ambos conciertos. Pero además, la inclusión del Requiem de Mozart en la programación del ciclo evidencia el interés de su dirección por ofrecer una oferta plural y diversificada, en la que también tienen cabida los grandes hitos de la música vocal.

Para empezar, hay que desgranar las bondades de la dirección de Federico Sepúlveda, quien distribuyó la formación orquestal y coros de una forma singular: en el centro, el continuo y los instrumentos graves, con los vientos detrás; alrededor, en dos frentes diferenciados, los violines primeros y segundos y las violas, y detrás el trío de trombones que acompaña a menudo las voces, las trompetas y la percusión.

El coro, por su parte, fue dividido también en dos mitades, situando a un lado las voces agudas y al otro las graves; de este modo, consiguió un efecto estereofónico que permitía comprender mejor los múltiples juegos de imitación, fugas y respuestas que se producen entre las voces, sin desmerecer los pasajes homofónicos en los que todas las voces se fundían a la perfección en un rotundo canto de enorme belleza y expresividad.

La versión orquestal fue dinámica y muy enfatizada en lo que a la definición de los motivos melódicos se refiere. Se prestó mucha atención a la articulación, bien definida y seccionada con criterios historicistas, y se perfiló con precisión de delineante las múltiples líneas expresivas del tejido instrumental. En lo vocal, se optó por la pronunciación alemana del texto, más dura quizás al oído pero sumamente eficiente a la hora de marcar el ritmo prosódico de la música.

Entre las múltiples virtudes de la versión de Sepúlveda se encuentra la magnífica labor realizada con el Coro de la OCG, una formación dúctil y profesional que supo sacar el máximo partido de la amplia experiencia en trabajo vocal del director. La particular disposición del coro en escena permitió al público poder disfrutar con gran claridad de las imitaciones en las múltiples fugas y pasajes contrapuntísticos que Mozart dejó escritos en el Requiem; no en vano, el compositor fue uno de los primeros en estudiar la obra de Bach y de incorporar a su música el concepto de contrapunto tan sublimemente desarrollado por el genio de Leipzig.

Las voces del coro sonaron cristalinas y bien definidas, precisas en la pronunciación alemana del latín y seguras y timbradas en las múltiples entradas; las líneas del canto, cuidadas y de gran desarrollo, fluyeron entre el complejo entramado tímbrico de la orquesta con destacada claridad y belleza en un equilibrio digno de la mejor formación coral a nivel europeo.

Por su parte, el cuarteto solista fue igualmente acertado. Francisco Crespo destacó en su inicio del Tuba mirum con un timbre potente y de gran belleza, y un fiato prodigioso. Por su parte, Leticia Rodríguez embelesó desde su primera aparición con el verso lux perpetua del Requiem aeternam. Junto a ellos, el tenor Francisco Díaz y la alto Isabel Egea completaron el cuarteto solista; las cuatro voces construyeron un discurso claro y bien definido, con timbres cuidados y buen gusto en lo musical, que obtuvieron su mayor desarrollo en el Recordare o en el Benedictus.

En definitiva, podemos decir que Granada asistió a una versión magnífica del Requiem de Mozart, fruto de la clarividencia artística del director y de la bondad musical del Coro y OCG en el desarrollo de sus propuestas. El público ovacionó prolongadamente la interpretación, en un doble gesto de aprobación y de apoyo, luciendo en el pecho un lazo rojo en solidaridad con los problemas de financiación y solvencia de la formación.

Es una lástima que una propuesta artística de la talla y calidad de la OCG tenga que verse amenazada por problemas económicos ante la obtusa visión de unas instituciones que no se dan cuenta que la inversión en cultura revierte en el bien común de la sociedad, pues solamente una sociedad formada y cultivada será capaz de responder fiablemente a las demandas y requerimientos de dichas instituciones.

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