Novedad editorial

Crónica negra de la capital

  • En 'Granada: Dossier negro (1981-2010)' (Almuzara), el abogado César Girón ha reunido medio centenar de crímenes que han tenido como escenario la provincia

El abogado y escritor César Girón

El abogado y escritor César Girón / G. H.

En uno de los casos más antiguos recopilados en Granada: Dossier negro (1981-2010) (Almuzara), en torno a un suceso ocurrido en diciembre de 1981, César Girón recuerda que la última persona que vio con vida a Marcos Serrano Martín había comentado que el niño se dirigía a casa "a ver los dibujos animados en la televisión"; al día siguiente, el pequeño apareció muerto en la Silla del Moro, tras de haber sufrido algún tipo de agresión sexual. Esa idea bienintencionada de que el criminal siempre paga no es cierta: nunca se descubrió al culpable o culpables del homicidio. El niño fue hallado lejos de donde vivía; tampoco se aclararon las circunstancias de su desaparición y traslado a dicho paraje. El episodio resume la moraleja implícita en toda narración con trasfondo criminal, se base o no en hechos reales: el lector es consciente de la extrema precariedad de la existencia humana, expuesta a un sinfín de imponderables en el breve trayecto que te lleva de vuelta a casa a ver los dibujos animados en televisión.

En Granada: Dossier negro (1981-2010), Girón comenta casi medio centenar de crímenes cometidos en nuestra ciudad y su provincia a lo largo de tres décadas, a caballo de los siglos XX y XXI. No son pocos, pero no están todos los que podrían haber sido; el propio autor reconoce que se ha visto obligado a dejar varios casos en el tintero. Son muchos, hemos dicho, pero podrían haber sido aún más. Esa sensación de que aquí nunca pasa nada tampoco es cierta. ¡Vaya si pasa! Los lugares de estas crónicas nos son familiares; incluso forman parte de nuestra cotidianidad. Hemos paseado por sus calles ignorantes de que no hace tanto, allí mismo, había sentado el horror sus reales. Y esta es otra de las moralejas que depara la literatura criminal: el azar aguarda a la vuelta de la esquina con los dados apretados en el puño. En Granada, como en cualquier otra parte, ese carnívoro cuchillo que ha de clavarse en nuestro corazón ya está afilado y aguardando la ocasión propicia.

De algunos de estos casos uno guardaba memoria por haberlos visto en prensa o en televisión o haber oído el relato de gente que los vivió de cerca. Hoy, treinta y dos años después, el atentado de la banda terrorista ETA en la pequeña localidad de La Montillana sigue teniendo algo de absurdo e inverosímil. (Yo iba mucho por este pueblo por entonces). La fatalidad volvió a hacer de las suyas: "Parece que el destinatario de la carta-bomba, Dionisio Bolívar Muñoz, fue elegido al azar entre los listados de funcionarios señalados por ETA", escribe Girón, pero no fue él, sino su madre quien abrió el paquete… También me acuerdo del llamado "Exorcismo del Albaicín", en enero de 1990, que recibió una gran cobertura mediática e inspiró algún libro en su día. La ignorancia es una de las mayores aliadas del horror: Encarnación Guardia Moreno, convencida de estar poseída por un demonio, se puso en manos de un curandero local, quien, con el concurso de diversos familiares de la víctima, reventó a la pobre mujer en el terco empeño de sacar al Maligno de sus entrañas. No es la única muerte de este tipo que ha conocido nuestra ciudad, tengámoslo en cuenta.

Los lugares de estas crónicas nos son familiares; incluso forman parte de nuestra cotidianidad.

El libro tiene un subtítulo temerario –Crímenes que hicieron historia– y digo "temerario" porque el sudario del olvido suele caer sobre estos hechos y borrarlos de las mentes, como si el solo recuerdo nos avergonzara. No obstante, hay algunos casos que están muy presentes, en efecto, y cuya comisión causo un auténtico seísmo social como sucedió con el brutal homicidio de Ana Orantes a manos de su exmarido, una mala bestia muy común por estos pagos. En diciembre de 1997, este tipo roció con un líquido inflamable a la pobre Ana y le prendió fuego. Resulta especialmente hiriente que deban morir algunas personas para tomar conciencia de ciertas lacras sociales, como es la violencia machista, que ha escrito algunas de las páginas más vergonzantes de nuestra historia reciente. Esta es otra de las moralejas que tiene muy interiorizadas el lector: que no vivimos en el mejor de los mundos posibles, en absoluto.

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