67 festivaL DE MÚSICA Y DANZA primera jornada en el generalife

Danza de musas en los círculos del infierno

  • La granadina Blanca Li ofreció anoche en el Generalife su espectáculo 'Diosas y demonias' junto a la bailarina del Bolshoï, Maria Alexandrova

  • La obra es un canto a los tipos de feminidad

Blanca Li se mueve bajo los focos como pez en el agua. En realidad, se retuerce como un demonio en los círculos del infierno de Dante. De eso trató la segunda gran jornada del Festival de Granada, que esta vez subió unos metros para lanzar el embrujo en el Generalife. La pasada noche versó sobre el mínimo milímetro epitelial que separa a las diosas de las demonias. El roce de carne tersa entre los cielos más algodonados y la incandescencia eterna de los infiernos. Dantesco, pero en la mejor de sus acepciones se presentó ayer el espectáculo de Blanca Li, Diosas y demonias, que ayer trajo a esta ciudad bajo la 'reclamada' invitación expresa de la artista.

Compartió escenario con toda una estrella del ballet Bolshoï, Maria Alexandrova, que actuó por primera vez en Granada y lejos de la frialdad que se le intuye al país del vodka, transmitió en movimientos ligeros y precisos la pasión heredada del viejo Mediterráneo.

El espectáculo bailó las partituras de Tao Gutiérrez, música en la que se incluyen los arreglos psicoacústicos de La danza macabra, de Camille Saint-Saëns, Concierto núm. 1 para piano y orquesta (Larghetto) de Frédéric Chopin, Serenata árabe de Isaac Albéniz, grabados por la Orchestre Mad4Strings.

Solamente dos mujeres. Dos cuerpos que se trenzan al compás. Flexibilidad sensible, enamoramiento anatómico. Dos caras de una feminidad absoluta, descarnante y tan bella como los colores fulgurantes que desprende el averno, esta vez, de las diosas. Delicadeza y fortaleza conjugadas en una coreografía de potencia sorda, un homenaje a la mujer en clave de panorámica de la mitología griega. De cuando, pese los escarceos y secuestros de Zeus, las mujeres y sobre todo las caprichosas diosas, eran libres y jugadoras de la partida en las mismas condiciones que sus homólogos macho.

Las prendas son parte principal en esta obra, que imaginativas y elegantes se esfuerzan a través de las texturas, cortes y colores en demostrar que hay muchos tipos de feminidad. El vestuario de Azzedine Alaïa y Jean Paul Gaultier pasaron del blanco y el negro a un rojo encendido y vaporoso que convierte por un momento la figura de Li en un homenaje a la bailarina americana Loïe Fuller, célebre por sus vestiduras flotantes.

Blanca Li, granadina ya universal se paseaba por las tablas como un demonio furioso, elegante y sobrecargado de mensaje 'funesto'. Alexandrova, por su parte, armonía celestial que lejos de luchar contra el caos que representa Li, amaba en movimientos ese tándem perfecto representado en el Generalife. Aquí el maniqueísmo pierde su sentido, todo se abraza y fluye. Cada cosa tiene su lugar. La belleza en dos tonalidades. Diosas y demonias: Li y Alexandrova, una lección de contrapuntos sostenidos por la belleza de la vida misma.

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