El ganador del Premio Lorca de Poesía

El hombre detrás de Darío Jaramillo

  • El poeta colombiano charla con el director de la editorial Pre-Textos, Manuel Borrás, y la periodista María Luisa Blanco en el encuentro más íntimo de su homenaje en el Centro Lorca

El autor colombiano, en un momento de las jornadas en su honor celebradas en el Centro Lorca.

El autor colombiano, en un momento de las jornadas en su honor celebradas en el Centro Lorca. / Guille Martínez

El director de la editorial Pre-Textos, Manuel Borrás, y el escritor Darío Jaramillo se conocieron hace 24 años. Coincidieron en el prestigioso Premio de Poesía Pérez Bonalde, en cuyo jurado estaba Jaramillo por Colombia. ¿Fue un flechazo? "Sí. Me di cuenta que había un señor que, con independencia del poeta que fuese, era una persona que me inspiraba un saber estar en el mundo muy peculiar, e intuí que era alguien de mucha bonhomía", reconoce Borrás antes de la celebración del encuentro más íntimo del homenaje al Premio Lorca de Poesía en compañía del editor y la periodista cultural María Luisa Blanco.

El editor valenciano aún no había leído un solo verso suyo. Le aterraba hacerlo. "Me daba hasta miedo adentrarme en el libro. Pensé: "¿Y si no me gusta?". Cuando leí el primer poema me sentí aliviado. Desde Caracas a Madrid me fui leyendo la antología que me regaló y se me reveló como el excelente poeta que es", admite.

El tipo de editor que es Borrás, señala él mismo, "tiene un pacto de amistad firmado con la literatura, y le obliga ser tremendamente leal como con todo amigo que se precie. La lealtad nos impulsa a ser muy sinceros"."Tengo muchos amigos y amigas que escriben, pero que nunca publicaría un libro suyo. Lo siento en el alma. Cuando se da la feliz circunstancia de que uno publica a un amigo, la felicidad es doble, porque publicas a un autor en el que crees y que es amigo", defiende.

Charla entre Manuel Borrás, María Luisa Blanco y Darío Jaramillo. Charla entre Manuel Borrás, María Luisa Blanco y Darío Jaramillo.

Charla entre Manuel Borrás, María Luisa Blanco y Darío Jaramillo. / José Albornoz

Comieron, pasearon y charlaron juntos durante esos días en Caracas. "Cuando ya nos conocimos más, le confesé que desde el momento que le escuché hablar pensé: "A mí me encantaría ser amigo de este señor”. "A mí me ha ocurrido lo mismo", me contestó. Ahí comenzó la amistad que ha durado todos estos años", relata entusiasmado. La admiración y la estima hacia Jaramillo se ha traducido en la edición de 17 títulos del catálogo de Pre-Textos.

La poesía de Darío, destaca Borrás, "no induce a engaño a nadie": "Su poesía, como toda poesía auténtica de un escritor auténtico, es fiel reflejo de sí mismo. La de Darío lo es". El editor está de acuerdo con el poeta jienense Rafael Espejo en que Jaramillo "ha corrido una suerte de riesgos diferentes en cada libro -ya sea poesía, novela o ensayo-. Da cuenta de su versatilidad y honestidad como observador de una realidad, de esa realidad por la que se siente obligado a compartir con sus lectores. Es reflejo de su propio bonhomía".

Para Borrás, el autor de Del ojo a la lengua "tiene una manera de ver y acercarse al mundo que demuestra la generosidad del creador". "La obra la concibo como una proyección de generosidad. Las obras sobreviven porque la bondad, la generosidad, todas estas virtudes humanas, nos sobreviven", reflexiona. El editor lo definió además como "un hombre que siente una amor maravilloso por la infancia". "Viene a demostrar una tesis mía, y es que detrás de todo creador en el fondo hay una parte del niño que fue sobrevivida", afirma.

¿Alguna anécdota donde se refleje su forma de ser? "Cuando pienso en Darío me acuerdo de una noche en la calle Corrientes en Buenas Aires. Íbamos de regreso a nuestro hotel. Aparecieron dos niñas pordioseras. Llevaban unos andrajos como vestidos. Nos pidieron unas moneditas. Darío no dudo en dárselas y cuando vio la cara de agradecimiento de aquella criatura, le emocionó tantísimo con un impulso la cogía y le dio un abrazo. Hablamos de una niña que no se había lavado en semanas. Pero para él eso no era un obstáculo para manifestar ese rasgo de humanidad, esa solidaridad", hace memoria.

Esa imagen fue para Borrás "un ejemplo de lo que se me ha venido demostrando a lo largo de tantos años de amistad". "Nunca lo hace espectacularmente. Lo hace con la máxima de la descripciones. No sobreactúa. Es un hombre con una gran bonhomía", subraya.

Otra de las particularidades del carácter de Jaramillo es su gran sentido del humor. "Darío puede estar sufriendo pero nunca va a claudicar su humor. Tiene un sentido del humor muy fino. Hay una diferencia muy grande entre el humor y la ironía. El humor por contraste a la ironía actúa a favor de las cosas", explica.

Al final de la conversación al teléfono, Borrás se sincera: "Darío para mí ha sido una suerte de hermano, ese hermano del que yo no pude disfrutar. Un hermano desde hace 20 años". "Si mi paso por el mundo de la edición está justificado es por haberme propiciado ponerme en contacto con gente de la altura de Jaramillo", prosigue.

Borrás tiene el honor de haber sido el introductor de Darío en Europa "cuando ya gozaba de cierto reconocimiento en su país y en Venezuela, pero por estos lares no se le había leído". "Yo, como editor, no he sumado excelencia a su obra. Me he limitado a compartir a su obra con los otros", insistió.

El escritor colombiano no sólo profesa la fe católica. Cree en la música popular latinoamericana, en especial los boleros, las rancheras y los tango –"esas canciones son las que nos enseñaron a sentir", reconocía en una entrevista con Granada Hoy–; en los clásicos como Quevedo, Lope de Vega y el inmortal Walt Whitman; en una copa de ron solo cada cierto tiempo; y en el Deportivo Independiente Medellín -cuando era niño soñaba con ser puntero derecho del equipo colombiano-. ¿Quién no querría ser su amigo?

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