ramón repiso. escritor

"Desconfío de las personas que ejercen como poetas"

  • El autor presenta este lunes en la Biblioteca de Andalucía su último poemario, 'Pecados de familia'

El escritor granadino regresa con un nuevo libro de poemas, Pecados de familia (Editorial Dauro), con una portada en la que se dibuja uno de esos viejos cafés en peligro de extinción y que de alguna manera entroncan con esa imagen de "niño viejo" que siempre le ha acompañado. Ramón Repiso aborda numerosos temas, aunque el libro se centra fundamentalmente en las relaciones, "ese juego de despropósitos que diría Gil de Biedma".

-¿'Pecados de familia' habla, de alguna manera, de las culpas heredadas?

-Pecados de familia habla de muchas cosas, al tratarse de poemas escritos durante un extenso período de tiempo. Entre los temas de estos poemas sí se encuentra el de las relaciones familiares. No me parece que sean culpas heredadas, se trata de poemas donde, a pesar de la sequedad y el tono descarnado, hay más amor que resentimiento.

-¿Qué diferencia hay entre maquillar el pasado y llegar a un acuerdo con él para que no te sacuda de vez en cuando?

-Maquillar el pasado es mentir el presente. En muchas ocasiones, ese acuerdo al que se refiere suele ser un ejercicio bastante doloroso, pero es la mejor manera de soportarnos.

-Dice Luis García Montero que mira hacia atrás para darles dignidad a los finales. ¿Volver a ciertos pasajes es el mayor ejercicio de valentía posible? ¿Cómo se consigue que volver al pasado no se convierta en un ajuste de cuentas?

-En uno de sus poemas, Luis García Montero escribe que la vida tiene menos que ver con los principios que con la dignidad de los finales. Al pasado se puede regresar por muchos motivos, lo que importa es la manera y la finalidad de ese regreso: quedarse anclado en ese pasado por evadirse de un presente que no nos gusta demasiado, cargarse de rencor para ajustar cuentas pendientes o regresar de la manera más objetiva posible para afianzar nuestro presente y no olvidarnos de dónde venimos.

-¿Su libro es un alegato contra el olvido?

-Cualquier poema intenta ser un alegato contra el olvido y la muerte. En este sentido, los poemas memorables funcionan como el ámbar en el que han quedado atrapados insectos prehistóricos: logran salvar de la usura del tiempo una situación, un momento o una determinada sensación, que por supuesto no tienen por qué haber sucedido en la realidad.

-En este sentido, se suele decir que los muertos viven de alguna manera mientras queda alguien para recordarles. ¿De verdad eso es un consuelo para el muerto o más bien para el vivo?

-El recuerdo de las personas que tanto amamos y que ya no están, no es ningún consuelo; a veces ese recuerdo es tan insistente que lo único que provoca es que los muertos sigan muriendo, como escribió Luis Rosales. En todo caso, ese recuerdo del difunto en Jorge Manrique con las Coplas a la muerte de su padre o en Miguel Hernández con su Elegía sí es reconfortante y consolador para los lectores. Lo mismo ocurre con la música: el Officium Defunctorum de Cristóbal de Morales o de Tomás Luis de Victoria funcionan como un consuelo, un abrigo para resguardar a los que se quedan, no al que parte.

-Al final, como en el programa de Toñi Moreno, ¿todo tiene arreglo?

-Estoy convencido de que no, pero ese convencimiento no me impide disfrutar; lo dice mejor Félix Grande en sus versos: "Ni este mundo ni yo tenemos ya remedio / pero caeré diciendo que era buena la vida".

-¿El presente no es alguien de confianza?

-El presente es digno de toda confianza si sabemos perder el miedo al vértigo y nos acostumbramos a tomar decisiones pensando las cosas por los menos tres veces, no a la manera tan española del exabrupto, el grito con la primera ocurrencia y el puñetazo en la barra.

-Fue incluido en 1998 en la antología 'Nuevas voces de la literatura en Granada'. ¿Quitarse la etiqueta de joven poeta es uno de sus objetivos o, como dicen, es una enfermedad que cura el tiempo?

-Siempre he sido un niño viejo y la etiqueta de poeta me queda demasiado grande, desconfío mucho de las personas que ejercen de poeta. Me considero un aficionado. Cuando pienso en esa etiqueta de "joven poeta", recuerdo un breve poema de Ángel González: «¡Joven poeta de cuarenta años! / ¿Último logro de la geriatría? / No; retrasado mental, sencillamente»

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios