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Deseo de ser piel roja

  • En su última novela, Belén Gopegui escucha la voz de una adolescente que se siente como un bicho raro

En uno de los pocos libros que publicó en vida, Contemplación (1913), Franz Kafka incluyó una brevísima y delicada pieza sobre el anhelo de libertad titulada Deseo de ser piel roja. "Cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas", escribía Kafka en una fantasía, amanecer transformado en apache, infinitamente más constructiva que aquella otra en que el protagonista despertaba convertido en insecto. En la última novela de Belén Gopegui, a pesar de brindar la cita inicial a Leopoldo María Panero, hay un explícito homenaje a Kafka y a aquel afán de escapar lejos, y arrojar las riendas porque no hacen falta riendas (en cuanto a las espuelas, Kafka erraba: los pieles rojas jamás las usaron).

En Deseo de ser punk escuchamos la voz de una adolescente, Martina, dieciséis años, que se siente un bicho raro. "Yo al principio pensaba que la vida era una de esas fiestas con piscina donde todo el mundo se baña desnudo pero alguien se queda vestido, o sea, yo", confiesa recurriendo a una alegoría harto inspirada: "Pero últimamente he estado sintiéndome al revés: me había quitado la ropa, me había tirado al agua en bolas tan confiada y resulta que todos seguían vestidos". Martina es una adolescente en busca, dice, de una música propia -una música elegida por ella, no impuesta por otros-, una manera tan buena como cualquier otra, pero infinitamente más hermosa que muchas, de reafirmarse, y decir "yo" contra la sociedad, la familia, los compañeros de clase, los amigos, y quien se tercie. Un disco de AC/DC, Highway to hell, la pone en la pista correcta. En el rock hay una actitud, y eso es lo que ella más valora en este mundo. En el rock hay una libertad o una sensación de libertad, un ruido y una furia, que resume bien lo que es la vida y son las ganas de vivir. Una vez hallada la música, Martina debe hacer algo con ella, pero ¿qué?

Esta búsqueda del ritmo de las cosas -o esa prisa repentina, más bien- está motivada por un hecho luctuoso: la muerte del padre de una amiga, un adulto que no era el típico adulto, todo reproches, sentencias y batallitas. Aquel adulto sabía escuchar y las pocas veces que habló con Martina ni le soltó un sermón ni intentó demostrarle nada. Su muerte es como una revelación de los límites biológicos de la existencia humana. Mientras la chica continúa buscando, esta pertinaz crisis que nos circunda arrastra al sumidero del desempleo a su propio padre -otra manera de morir, en definitiva- y esto genera nuevos interrogantes en la chica. A los límites biológicos debes sumar la posición extremadamente frágil que mantenemos en esta sociedad del bienestar. Martina pregunta, se pregunta, e intuye que, a lo mejor, la posición de los adultos no es mucho más ventajosa que la de los jóvenes; es decir, Belén Gopegui propone la novela de una joven, una novela sobre la juventud, que no quiere ahondar más en el abismo generacional, sino tender puentes entre ambos precipicios.

Uno de los mayores logros de Deseo de ser punk es esa voz adolescente en primera persona, extremadamente verosímil -algo mucho más difícil de conseguir de lo que se piensa-, una voz digna -cosa también harto difícil- que no pierde su singularidad ni siquiera cuando se exterioriza lo que Martina tiene de artificio narrativo, lo que tiene de artefacto. La voz de la chica te arrastra tras de sí e intentas saber más de ella y de la generación a quien Martina representa (aunque quizás no personifique). Belén Gopegui, por su parte, una de las voces más auténticas de la narrativa actual, propone una novela emocional, no sentimental. Una novela emocional y emocionante. Suscribimos, con pasión, una de sus tesis principales: la necesidad, ahora y siempre, de una ética mínima, una ética de urgencia, para que no todo se vaya al carajo, y uno pueda caminar por este mundo con la cara alta o, al menos, sin demasiada vergüenza.

Belén Gopegui. Anagrama, Barcelona, 2009.

Mavis Gallant Lumen Barcelona, 2009

Isabel Allende Plaza & Janés Barcelona, 2009

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