En los tiempos que corren, con la crisis económica pegando fuerte en todos los sectores, con el mercado artístico más que por los suelos en los abismos, con la fórmula tradicional de galería de arte absolutamente cuestionada y muchísimas de las de siempre con sus cierres echados hace tiempo y, además, situada en una zona de las ciudad no excesivamente comercial, transitada ni céntrica, mantener una galería en pleno funcionamiento y con todo el entusiasmo en lo más alto, es digno de valorar, agradecer y ponderar en toda su dimensión. La realidad del arte en la actualidad es bastante esquiva y no es fácil enfrentarse al comercio artístico y, mucho menos, hacerlo apostando por una creación abierta, actual, de criterio y de cara a las mejores circunstancias que ofrece la plástica contemporánea. Eso es lo que acontece en el espacio expositivo de Santiago Collado, una galería que se encuentra en la Avenida de Cádiz, del granadino barrio del Zaidín y cuya posición dentro del comercio artístico ofrece cantidad y calidad.

Para constatar lo que decimos, en estos momentos se presenta en la galería granadina una exposición del conocido artista argentino, afincado en Granada, Miguel Carini, un pintor y grabador de gran recorrido que lleva tiempo en primera línea de una carrera artística a la que él ha sabido imponer unos esquemas muy personales, tanto en lo que se refiere al planteamiento conceptual como a los sabios registros formales. Y es que Carini sabe muy bien lo que hace, está poseído de un poderoso bagaje cultural, ese que se consigue sabiendo mirar lo que tiene alrededor y lo que la tierra esconde, por eso él ha nacido en una tierra inundada de saber, de magia oculta que rezuma esencia y tiempo, de determinantes fundamentos oníricos y de ancestrales posiciones primigenias, que le han llenado de un contundente pozo de espiritualidad, cultura y sabiduría para poder realizar una obra donde todo son emocionante referencias étnicas que nos abren las puertas de una multiculturalidad y nos acercan a un universo de poesía, magia y ensoñación.

La obra que se presenta en la sala de Santiago Collado nos introduce de pleno en el universo Carini, ese aluvión de bellas referencias donde el espectador se ve inmerso en una amalgama de inquietantes visiones, donde se puede contemplar el poder que produce la tierra, el recuerdo de un pretérito lejano, los elementos mediatos e inmediatos de una realidad que se nos acerca y se nos aleja por igual, el misterio de una historia que llega a ser más real con el guiño cómplice del espectador y, así, una serie de estratos que conviven acertadamente gracias a la sensibilidad exquisita de un autor que se convierte en mago encantador de un tiempo sin edad, de unas formas de límites esquivos y de una historia con protagonistas imposibles.

Miguel Carini es el artífice de lo que podríamos llamar una obra de autor, el testimonio claro de un trabajo personal e intransferible, el ejercicio de un arte con denominación de origen. Su obra, poseída de los más amplios argumentos formales y realizada en las más diversas formulaciones plásticas, desentrañan una iconografía con elementos que acercan las dos orillas de un mismo océano que aúna más que separa, que establece posiciones de un ayer, de un ahora y de un siempre, que nos hace participar de la esencia infinita de un pueblo con muchos mágicos resortes y que el espectador asume desde una pintura colorista, dominadora de los medios conformantes, llena de emocionante espiritualidad y portadora de sabios recursos para que atrape la mirada sensible del que la observa.

De nuevo, la pulquérrima obra de Miguel Carini se nos hace presente con todos sus imperecederos valores, los plásticos, los estéticos, los visuales y, sobre todo, aquellos que descubren la magia imposible de una realidad cultural que se asoma con toda su imponente verdad. Santiago Collado nos introduce en su espacio expositivo de la Avenida de Cádiz en el universo Carini, esa historia bellamente contada, donde la magia del pasado y la determinante realidad del presente se confunden en un escenario de gestos coloristas marcados por toda la esencia de un tiempo sin principio ni final.

Espacio Santiago Collado Granada