Crítica musical

Diálogos con la música francesa

Diálogos con la música francesa

Diálogos con la música francesa

La Orquesta Ciudad de Granada se une, un noviembre más, a la conmemoración del nacimiento y muerte de Manuel de Falla en este singular mes, dentro de la programación de los Encuentros Manuel de Falla. En su vigésimo séptima edición estos encuentros están dedicados a los “Diálogos” que Falla estableció entre Granada y Cádiz, tan importantes para configurar el panorama cultural de las primeras décadas del siglo XX en Andalucía. Para el concierto de la OCG se ha mirado, sin embargo, a Francia, y en concreto a la producción musical que autores como Poulenc, Debussy o Ravel desarrollaron en dicho periodo, y de la que el propio Manuel de Falla pudo ser testigo. El concierto se dedicó a la memoria de la gran clavecinista española Genoveva Gálvez, quien falleció el pasado mes de febrero a los 92 años de edad.

El director valenciano Álvaro Albiach sustituyó en el podio central al titular Lucas Macías, quien excusó su presencia por motivos personales. Albiach tomó el relevo con una concepción clara y muy acertada del programa originalmente previsto, el cual se abrió con una breve pieza, la Fanfare pour una fête (Fanfarria para una fiesta) de Manuel de Falla, escrita para viento-metal y percusión. Esta página fue un encargo de la revista Fanfare, muy vinculada a la vanguardia francesa, con la que Falla estuvo relacionado como parte de las identidades extendidas, evidencia de la visión que en aquel momento se tenía del músico español como parte de la vanguardia europea.

Le siguió en el programa el Concierto campestre para clave y orquesta de Francis Poulenc, escrito cinco años después del concierto para clave de Falla, el cual indudablemente sirvió como modelo al joven músico francés. Nuevamente, un diálogo entre la música española y el vecino país galo fue el origen de una obra maestra. Poulenc, como había hecho ya Falla, recupera el clave para la música contemporánea a través de una pieza que utiliza la estructura clásica en tres movimientos y que incluye numerosos referentes a la música del pasado, pero también la jazz y a las tonalidades extendidas tan de actualidad en el momento de la creación. La clavecinista Silvia Márquez fue la encargada de interpretar la parte solista, compleja en su escritura y su desarrollo semántico, pues está en constante diálogo con una orquesta poderosa en la que los juegos tímbricos son de gran efectismo. El equilibro obtenido por Álvaro Albiach y la maestría de Silvia Márquez hicieron de la interpretación una joya de la música contemporánea, que hizo las delicias de los asistentes.

Como tercera obra del programa figuró el Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy, pieza considerada por Falla como el culmen de la creación impresionista y a la que dedicó un profundo estudio, llegando a dejar dos partituras con anotaciones, que se usaron en el concierto de anoche, y una versión reducida que estrenó la Orquesta Bética de Cámara en 1925. Este poema sinfónico, basado en un poema del escritor francés Stephane Mallarmé, es verdaderamente una página sinfónica cargada de elementos vanguardistas que bien podría servir para definir los principios del impresionismo musical. La puesta en atriles de este monumento sublime de la música francesa estuvo magníficamente coordinada por Albiach, que potenció la bondad interpretativa de los solistas de la OCG, y en particular de Juan Carlos Chornet a la flauta y Eduardo Martínez al oboe; cabría destacar también la intervención de Miguel Ángel Sánchez al arpa.

La obra final del concierto fue Ma mère L’Oye (Mi madre la Oca) de Maurice Ravel, un conjunto de cinco piezas para orquesta de inspiración infantil que acuden, con una intención entre descriptiva y onírica, a los cuentos populares. Esta partitura, rica en melodías de timbres y efectos sonoros, fue magníficamente interpretada por una dúctil y acertada OCG, en la que cada sección sonora estuvo al más alto nivel musical.

El concierto se clausuró con un sentido homenaje a uno de sus músicos: el violinista Berj Papazian, en activo con la OCG durante treinta años, que se jubilaba tras una carrera llena de éxitos y la satisfacción de haber pertenecido a nuestra orquesta todo este tiempo. La concejala de cultura del Ayuntamiento de Granada y el gerente de la OCG le hicieron entrega de un distintivo y un ramo de flores, y su hijo y también violinista Edmon Levon le entregó, en nombre de sus compañeros de la orquesta, un valioso obsequio. Pero lo que más agradeció este músico y amigo fue el calor de la prolongada ovación que instituciones, orquesta y público le regalaron en merecido agradecimiento a su labor musical, la cual estamos seguros de que continuará, pues los verdaderos músicos nunca dejan de estar en activo. Enhorabuena y los mejores deseos para esta nueva etapa vital.

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