Elsa Drucaroff | Escritora

"Hay una lógica contra la que el capital no puede luchar: la lógica de los afectos y el amor"

  • La socióloga argentina acaba de publicar 'Checkpoint', una serie de ágiles y ácidos relatos donde habla de feminismo, sexualidad, activismo político y precariedad laboral

La escritora, socióloga y catedrática Elsa Drucaroff (Buenos Aires, 1957) posa en el interior de Ubú Libros.

La escritora, socióloga y catedrática Elsa Drucaroff (Buenos Aires, 1957) posa en el interior de Ubú Libros. / Álex Cámara

"Intensa, inteligente, apasionante. Se las arregla para contar con una facilidad narrativa envidiable". Así describe Mariana Enríquez, Premio Herralde de Novela 2019, a la escritora Elsa Drucaroff (Bueno Aires, 1957). La autora argentina acaba de publicar Checkpoint (Páginas de espuma), una serie de ágiles y ácidos relatos donde se habla de feminismo, sexualidad, activismo político, precariedad laboral, gordofobia y aversión hacia los pobres. El humor y la (auto)crítica enhebran estos cuentos protagonizados por personajes en la encrucijada que tienen que enfrentarse a sí mismos y a la opinión (hiriente a veces) de los demás. Acompañada de la poeta Erika Martínez, la profesora y socióloga ha presentado hoy su nuevo libro en Ubú Libros.

-El título de su libro se traduce al castellano como punto de control. Tiene que ver sobre todo, dice, con una encrucijada. ¿Qué limites o principios maneja a la hora de escribir literatura y de vivir?

-Es una pregunta difícil de contestar. Lo que me interesa de la idea del checkpoint es una prueba, un límite, un instante en el que te pone la vida inesperadamente. Me interesa como de pronto te pasa algo, algo pequeño, casual, y empleas todo lo que sos. En general, los personajes en mis cuentos llegan a este punto. Les pasa algo que nos buscaron y se ven en ese encuentro consigo mismo y con los demás. He tenido, como le puede pasar en la vida de cualquier, momentos de checkpoint. Pequeñas situaciones donde yo me vi en una encrucijada y me encontré a mí misma.

-El primer relato, Anteúltima cita, habla de una relación sentimental rota. La protagonista critica a su exmarido o expareja, porque no tiene tiempo para su familia, pero sí para su trabajo. ¿Cuándo se dejará de asociar la mujer a los cuidados y atención de los demás?

-Los dos personajes tienen razones. Me resultaba difícil no estar de acuerdo con los dos mientras los creaba. Eso no implica que no tenga razón. Las mujeres culturalmente están colocadas en el lugar del hogar, del cuidado de los afectos. Esto es un rol cultural muy fuerte y una enorme limitación porque se las condena a eso y se las deja solas. Al mismo tiempo implica una enorme sabiduría porque hemos aprendido mucho cuidando vidas, haciendo crecer vidas, siendo las guardianas de los afectos de la familia. Esto debe ser transformado. Es un área para democratizar a nivel de la vida en los dos géneros, varones y mujeres. Tenemos una gran inteligencia y un gran conocimiento. Sería diferente el mundo sin nuestra lucha cotidiana para que la gente que amamos continué viviendo. Los varones tradicionales se han interesado por hacer dinero, tener éxito y poder. Nosotros hemos estado condenadas por la cultura, pero hemos desarrollado saberes que pueden ser muy importantes.

Poderosa y reivindicativa: así es la autora argentina Elsa Drucaroff. Poderosa y reivindicativa: así es la autora argentina Elsa Drucaroff.

Poderosa y reivindicativa: así es la autora argentina Elsa Drucaroff. / Álex Cámara

-Precisamente en El peligro de acudir a la cita habla de lo importante que el amor, de tejer una red de amores y de intereses, para combatir el patriarcado, el capitalismo y el neoliberalismo.

-El amor es absolutamente fundamental. Sin el amor no valemos nada. El patriarcado cree que el amor es una fuente de debilidad porque nos hace depender de los demás. Sin embargo, precisamente esa dependencia de los demás es la que nos da fuerza. La posibilidad de tener gente que amar y defender es la que nos produce la potencia para ir a pelear. El ejemplo histórico de mi país se encuentra en las Madres de Plaza de Mayo. Cuando vivíamos la dictadura nadie encontraba la manera de enfrentar al gobierno militar. Desde el punto de vista político tradicional no había modo. La militancia era castigada con cosas atroces: con las torturas, la desaparición y la muerte. El general Videla había dicho que habían terminado con la subversión armada y que iban a hacer lo mismo con la subversión biológica y la del pensamiento. La victoria de ellos era completa y los caminos políticos tradicionales estaban cerrados. Entonces un grupo de madres por absoluto y poderoso amor encuentran una forma de enfrentar y hacer temblar a ese gobierno. Lo llevan a la vergüenza internacional.

-Hablamos de un movimiento movido por el amor y el coraje, sin grietas.

-Exacto. El capitalismo parece haberse metido en absolutamente todo. Pero no es cierto. Hay una lógica contra la que el capital no puede luchar: ésa es la lógica de los afectos, del amor. Una persona con plata y poder puede tener muchos amantes o casarse con quien quiera, pero eso no tiene nada que ver con el amor.

-Su libro está protagonizado por mujeres preocupadas por su imagen continuamente. ¿Está muy normalizada la dictadura del bisturí en América Latina?

-Igual que en cualquier otro lado por lo menos en la clase social que puede permitirse eso. Los mandatos patriarcales de mantenerse joven y bella y de valor como un objeto bello están metidos en el corazón más profundo del inconsciente femenino. Por lo menos de las mujeres heterosexuales que buscan varones. Es muy difícil no identificarse con esos mandatos de belleza.

-Los feminismos latinoamericanos le dan mucha importancia al cuerpo. ¿Observa en el feminismo europeo mucha arrogancia y mojigatería?

Portada de 'Checkpoint' (Libros de espuma, 2019). Portada de 'Checkpoint' (Libros de espuma, 2019).

Portada de 'Checkpoint' (Libros de espuma, 2019). / G. H.

-No podría hablar así, separando el feminismo latinoamericano del europeo. Veo lo mismo que me decís en algunos sectores feminista de mi país. La producción feminista teórica es de una riqueza enorme, sobre todo desde finales del siglo XX. En medio de las discusiones y los feminismos hay una ala que históricamente ha sido moralista y mojigata. Lo he visto en movimientos feminista de comienzos de siglo en mi país anteriores al peronismo. En la década del 20 y el 30, junto con las reivindicaciones de las mujeres, ellas estaban en contra del beso en la boca. Como las mujeres somos históricamente un objeto de deseo sexual y un objeto de uso sexual por parte de los varones, muchas veces esa rebeldía contra los roles en los que nos ponen le han hecho tirar de discursos mojigatos disfrazados de distintas cosas. No es el único feminismo. Hay un feminismo que reivindica el libre uso del cuerpo y el placer. Hay algunas líneas del feminismo que para mí se dejan llevar por el moralismo. No las comparto. En mi libro hay un enorme pasión por el cuerpo y el placer. Para muchas mujeres rebeldes de mi generación, el derecho al libre uso del cuerpo ha sido una gran reivindicación de autonomía. No es la única posible. ¿Cuántos mujeres en siglos anteriores se defendieron del matrimonio y de los hijos para ser autónomas? Y para eso renunciaron al sexo para buscar otro tipo de autonomías. Mira las mujeres que se metían en conventos.

-Como Teresa de Jesús.

-Claro. Eso también es una búsqueda de autonomía y la respeto. El deseo erótico, el eros, los modos que deseamos, se constituyen en los primeros años de vida. No puede venir alguien de la teoría a levantar el dedo. Eso es una manera de moralina encubierta.

-¿En qué trampas machistas y burguesas caemos las mujeres?

-Hay muchas. La de optar por el amor y no la carrera; la de tener una vida pública o una vida privada; la de ser madre y no desear otra cosa; la de si no nos mira un hombre no valemos nada; o la de que el amor supone sacrificio y entrega. Esa es la peor.

-¿Está contenta con el triunfo de Alberto Fernández en las últimas elecciones argentinas?

-El macrismo nos ha dejado en una catástrofe total. Ha endeudado el país. Ha vaciado el Banco Central por eso prácticamente no hay reservas. No hay dólares para sustentar la economía. La economía está parada y estábamos en un nivel de crisis muy similar a lo que desembocó en la crisis de 2001. Ya peor que esto no puede haber. Cuando uno está al fondo del foso la única solución es mirar hacia arriba. Es una suerte que Macri haya perdido. Esperemos salir de este pozo ahora con este nuevo gobierno.

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