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Enrique Morente cambia de Habichuela

  • Las sucesores de las dos dinastías flamencas se unen en el Sacromonte

Mirando tan sólo sus manos podemos entrever su dimensión artística. Su presencia nos advierte de su carisma. Su manera de tocar nos asegura que Juan Habichuela nieto está llamado a ser uno de los grandes de la guitarra. Lo afirmamos con toda seguridad. Pocos guitarristas hay tan completos. La savia de los Habichuela corre por sus venas y se desprende por las yemas de sus dedos, que se enriquece con la frescura y agilidad de sus veinte años. Porque nos sorprende su juventud, tanto como su coherencia. ¿Veteranía? Quizá, pues lleva frecuentando los escenarios desde los trece. Aunque, por suerte, aún le queda que madurar. El florecimiento como artista está por llegar.

Su virtuosismo -porque no se puede llamar de otra manera- ha llamado la atención de Universal Music, que ha comprado los derechos de sus primeras grabaciones. Juan dice que es pronto, que necesita seguir rodando un poco sus composiciones, airearlas y crear nuevas historias. Para el verano de 2010 seguramente veremos su primer trabajo, que pretende ser, según nos cuenta, una recreación de los lugares por donde pasa. O sea, que la labor aún queda por hacer. Aunque ya cuenta con bastante material.

El miércoles cerró la temporada de flamenco en el Museo Cuevas del Sacromonte, donde propuso el estreno de El alma de mis seis cuerdas, un espectáculo ya cerrado y exportable. "Porque me hacía ilusión presentarlo en Granada y en mi barrio". De aquí lo llevará a Praga y después a Barcelona, Valladolid, Madrid y algunos otros puntos que, a fecha de hoy, no están confirmados.

La función tiene una primera parte más intimista, con la rondeña y la soleá, interpretadas en solitario, que se va expandiendo, rodeándose de colaboradores, con el zapateado, las seguiriyas rítmicas y las alegrías. La segunda parte es más festera. Comienza con un tango argentino y continúa con una creación por tangos, muy cercana a la rumba, para terminar por unas generosas bulerías, que en origen duran doce minutos, donde el joven Habichuela desarrolla todo su saber y energía.

Para el zapateado le acompaña Maya, una violinista japonesa que llena sus composiciones de brotes de dulzura. Quizá sea la pieza que ha mantenido a su lado durante más tiempo, sin modificaciones apenas. En las seguiriyas se hace acompañar de dos cantaores, intentando juegos polifónicos morentianos. En esta ocasión, las voces las ponen Rudy de la Vega y Enrique Morente hijo, como artista invitado. Juan, sin embargo, nos cuenta que el cuadro aún no está cerrado, que los músicos que lo rodean no son los definitivos.

La incorporación del tango argentino en el repertorio puede responder a una moda. Bastantes flamencos actuales, desde Morente hasta Marina, por hablar sólo de artistas de la tierra, acercan los sones bonaerenses a sus grabaciones. El guitarrista granadino asegura que no es así, que el tango le ha gustado y lo ha perseguido desde su infancia.

La carrera de Juan Habichuela está empezando, como quien dice. Sus ocho horas de ensayo diario no se las quita nadie. En su haber lleva bastantes recitales en solitario y como acompañante. Además de girar con su familia, como es lógico, a la que le debe los ligaos y a prescindir de la cejilla "para aprovechar toda la riqueza del mástil", lleva un año arropando al maestro Enrique, lo que para él es una responsabilidad muy grande. Morente cuenta, sin embargo, que es un gusto trabajar con él, que le recuerda a su abuelo. Juan suena como el agua.

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