La moral de Ezra Pound, un auténtico quebradero de cabeza
Justo Navarro sugiere en su novela 'El espía' que las alocuciones radiofónicas en defensa de los ideales fascistas del genial poeta contenían mensajes cifrados para los aliados
Ni ángel ni diablo. La extravagante vida de Ezra Pound (Idaho, 1885-Venecia, 1972) le llevó a trazar un camino excepcional en la poesía y otro perverso y repulsivo en lo ideológico. Adoró a Confucio y Mussolini. Fue amigo de judíos y antisemita. Ángel y diablo a la vez. El escritor Justo Navarro aborda en El espía la finísima línea que separa a un genio indiscutible de un fascista confeso: personalidades como la de Ezra Pound "nos demuestran que los valores morales no son tan nítidos como pensamos. No son de novela de evasión ni de aventura o de películas de Hollywood, que divide al mundo en buenos y malos. Los valores morales son mucho más complejos y nos dan muchos más quebraderos de cabeza que esas divisiones simplistas del mundo".
La primera vez que Justo Navarro descubrió a Ezra Pound tenía sólo 16 años. La curiosidad le llevó a buscar entre los libros de la Biblioteca de Granada algún título de aquel poeta que Gimferrer nombraba en sus obras. Encontró un libro editado por Adonais, con traducción de Jesús Pardo, en el que había una selección de los Cantos del americano considerado fundador de la poesía moderna. La casualidad quiso que en 2009 el escritor granadino se reencontrase con aquella figura en la misma ciudad en la que vivió sesenta años antes, la italiana Pisa, e idénticos meses, entre junio y diciembre. En aquella ocasión, decidió emprender una nueva lectura que terminó desembocando en una investigación de tipo policial.
Así nació su nueva novela, El espía (Anagrama), que ayer presentó en la Feria del Libro, donde a modo de expediente criminal, de "expediente clínico", trata de descubrir "los pasos que llevaron a Pound a acabar en una jaula", como un animal de exposición, de julio a noviembre de 1945 antes de ser declarado un traidor por su patria y de ser encerrado durante trece años en un manicomio. Se salvó misteriosamente de la horca pero murió como un loco.
Navarro construye una apasionante historia en la que indaga en el eterno enigma de Pound y juega con la posibilidad de que en realidad aquella voz quejumbrosa de los discursos propagandísticos en Radio Roma y después en Radio Milán escondiera mensajes cifrados. Que Pound, quien contradecía las leyes no escritas de lo moral siendo amigo de judíos y a la vez "una fábrica de crímenes monstruosos contra judíos", era en realidad un espía, un agente doble que lanzaba mensajes a su Estados Unidos natal. Que cuando decía: "Cada reforma… es un acto de homenaje a Mussolini y Hitler. Ellos son vuestros líderes", en realidad decía otra cosa.
"Me vi estudiando los discursos de Pound y los métodos de espionaje de los servicios de inteligencia militar", explicó ayer el escritor. Por eso, el lector se verá envuelto en un fascinante relato en el que es imposible saber dónde acaba la realidad y dónde comienza la ficción. "Tenemos datos de su bondad, de su labor como educador", de su impulso a artistas como James Joyce o T.S. Eliot, "de su amistad con judíos". Lo que no se sabe es si aquellas arengas que le llevaron a ser condenadoy considerado un traidor fueron conscientes o inconscientes. "Pensar que no se hubiera dado cuenta es aún peor".
El periodista Alejandro V. García, quien acompañó a Navarro en la presentación de El espía, recomendó la lectura de una novela que va más allá. "Es una obra abierta que te conmina a continuar. A ir mucho más lejos de la página 212 donde termina". García recordó ayer su propio encuentro con Pound en 1984, cuando siendo "aprendiz de periodista" en una ciudad que aún vivía su propia transición, recibió "un paquete pequeño" con un libro que le causó "una tremenda conmoción". Se trataba de una obra con una selección de 13 de aquellas famosas alocuciones radiofónicas de Ezra Pound. Su lectura, dijo, le provocó a la vez "atracción y zozobra". Las mismas sensaciones que provoca la personalidad de su autor. Por eso cuando le propusieron presentar alguno de los libros de la Feria escogió el de Justo Navarro. Aquellas alocuciones de apenas diez minutos en la radio tenían muy poco que ver con los típicos discursos panfletarios. Con las típicas retahílas propagandísticas de fascistas y nazis. "En ellos hablaba de metafísica o de Aristóteles" y todo para construir un discurso afín a esas ideas.
También te puede interesar
Lo último
La ciudad y los días
Carlos Colón
Nacimientos y ayatolás laicistas
Monticello
Víctor J. Vázquez
Más allá de la corrupción
Crónica personal
Pilar Cernuda
La pregunta que más se escucha