Felizmente 'mutatis mutandis'

Mónica Francés

13 de junio 2010 - 05:00

Compañía: Volunto Teatro. Dramaturgia y dirección: César Guerra Cámara. Intérpretes: Paco Pascual y José Pascual. Lugar: Teatro Alhambra. Fecha: jueves 10 de junio de 2010.

Tienen las óperas primas, a menudo, una capacidad de riesgo artístico asumido -experimentación formal-que devuelve a la escena vivacidad, frescura, intensidad discursiva. Llaman al espectador a tomar conciencia del espacio-tiempo escénico como lugar común; vivencia singular y compartida por todos y cada uno. Así deviene Tonto, la pieza con la que se presenta la compañía granadina, Volunto Teatro (surgida en el seno de Escénica y que aglutina a actores sólidos asiduos de Animasur o La Sal Teatro, formados tanto en el teatro de sala como en el de calle, teatro para adultos o infantil) y con la que rompe a hablar -como dramaturgo y director- César Guerra. Es ésta una partitura primera, sí; pero sobre todo, inspirada. Una mutatis mutandis que rompe con empaques sofisticados, con dramaturgias basadas meramente en la textualidad, con el tufo de "lo políticamente correcto" que pavonean ciertas piezas que no engranan lo ético a lo estético.

Tonto es un atributo preciado, es la desarticulación del sambenito según el cual: "Si tú lo eres (tonto), yo no lo soy". Es el artefacto escénico dispuesto para desmontar el burdo lenguaje de la evidencia: ese modo de hablar común y pancho en el que se nos dice nos entendemos todos a primera vista y tan bien. Sobre todo, desde el grano de desprecio del que Nietzsche decía se acompaña siempre.

El espectáculo entronca plásticamente y poéticamente con La Zaranda, o El silencio de las Xigulas, de Legaleón. Trabajan con el poderío plástico de los materiales pobres y la potencia narrativa de los artefactos escénicos. Crean por escenario un lugar poético-metafórico: un lavadero y tendedero de ropa en el que los dos tontos del pueblo se ocupan de lavar la ropa (la podredumbre moral) de todo el pueblo, con y sin veraneantes; pero es también, el lugar moral, que deja ver el aparato escénico del tendedero, del que penden las ropas de cada quien con etiquetas. "Margarita", "Ferretero", "Mi abuelo"; es su trabajo, no su desprecio, el que precisa de etiquetas.

Texto y dramaturgia visual siguen la lógica poética contrapuesta a una interpretación realista de los personajes de la que, muy acertadamente, se distancian, rompen aquí y allá mostrando actor y personaje. Actores y dramaturgia trabajan con un prototipo difícil, "el tonto"; por el sesgo con el que lo calzan -defensa, identificación, respeto- se alejan del tipo teatral plano de chiste fácil y suben a escena personajes con matices que, desde el absurdo y la poesía, dan cabida a la contradicción. Tonto empieza en la calle y termina simbólicamente ahí, tomboleando el sambenito entre el público.

Sin alardes pretenciosos, esta ópera prima -al margen de subvenciones- usa la escena para cambiar aquello que hay que mudar. La escena precisa de montajes así, capaces de cuestionar nuestro lenguaje de la evidencia y lo teatral a los pies del beneficio, la gestión.

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