Crítica de Cine cine

Festival Pacino en forma de variaciones sobre 'El prestamista'

SEÑOR MANGLEHORN

Drama, EEUU, 2014, 97 min. Dirección: David Gordon Green. Intérpretes: Al Pacino, Holly Hunter, Chris Messina, Harmony Korine y Natalie Wilemon. Guión: Paul Logan. Fotografía: Tim Orr. Música: David Wingo. Coliseo San Andrés.

Pacino es eso que antes se llamaba un animal cinematográfico. Que es un gran actor lo demostró desde El Padrino I y II (1972 y 1974). Pero tras ellas vino El Padrino III (1990), ese mamarracho que parecía una parodia de Leslie Nielsen en la que Pacino parecía una caricatura de sí mismo. ¿Qué había pasado entre el 74 y el 90? Que Pacino había sido víctima de sí mismo, del método (la larga sombra de Lee Strasberg) y de directores casi siempre mediocres que pretendían dejar de serlo exprimiendo la incontinencia del actor. Desde que en 1983 interpretó ese mamarracho de Brian De Palma llamado El precio del poder hasta hoy, Pacino ha interpretado unas pocas películas dignas de él -City Hall, Heat, El dilema, Donnie Brasco, Insomnio- y muchas, algunas tan aclamadas como Esencia de mujer o La sombradel actor, que explotan sus desaliñados excesos con mayor o menor desvergüenza. Él, tan a gusto. Y nosotros sin poder dejar de contemplar la pantalla cada vez que está en el plano. Porque eso es lo propio del animal cinematográfico: atrapar las miradas, llenar la pantalla, con independencia de las calidades de su interpretación y de la película.

Señor Manglehorn está a medio camino entre sus buenas y menos buenas películas; y afortunadamente lejos de las malas que últimamente proliferan en su filmografía. Un guión demasiado parecido a El prestamista de Edward Lewis Wallant -el pasado corroyendo el presente de un ser amargado y solitario que regenta un modesto negocio- y a otro puñado de historias de pequeños hombres rotos de vidas grises tras las que se esconden tragedias o culpas que pretenden olvidar diluyéndolas en una existencia anodina; a la vez que cultivan el rencor y la amargura generados por ese dolor o esa culpa. Este tipo de relatos -desde el de Rod Steiger en la adaptación cinematográfica de El prestamista que dirigió Lumet hasta este trabajo de Pacino- da para grandes recitales dramáticos cuyo logro depende de la mano de hierro con la que el director los maneje, porque se prestan al exceso. Aquí no hay un Lumet de por medio, sino el irregular David Gordon Green, un tipo capaz de perpetrar basuras como Superfumados, El canguro y Caballeros, princesas y otras bestias o de redimirse con obras tan estimables como Joe. En Señor Manglehorn sigue la estela redentora de Joe. Allí logró que Nicolas Cage pareciera un buen actor. Aquí logra algo casi igual de difícil: que Pacino dosifique el exceso interpretando un personaje que invita al desmadre dramático. Lo mejor de esta película es la relativa contención de un Pacino que, como siempre, imanta las miradas; pero no contra nuestra voluntad, obligándonos a ver una mala película y una interpretación desmadrada que pese a todo nos hipnotiza -el poder de los animales cinematográficos-, sino una obra estimable y una interpretación, dentro del registro de Pacino, contenida. Eso sí, con su habitual alergia al peine y al jabón. Y cuando Pacino se contiene, el genio de la interpretación rebosa de la pantalla. Reencontrarse con una Holly Hunter muy mejorada con los años es emocionante, dada la naturaleza frágil y sensible de su personaje. Ambos interpretan algunos duetos memorables.

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