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Un Festival tocado

  • El Zaidín Rock de este año pasará a la pequeña historia de la música en directo de la ciudad por los numerosos incidentes ocurridos durante los tres días de celebración

La vigésimo octava edición del Festival Zaidín Rock pasará a la pequeña historia de la música en directo en nuestra ciudad por la polémica que se ha desatado en los medios a raíz de los numerosos incidentes ocurridos durante los tres días en que tiene lugar, primero en la parte trasera del escenario, y más tarde sobre él. La ineptitud de los organizadores en primer lugar para prevenirlos, en segundo para solventarlos, y finalmente para reconocerlos es la principal causa del desaguisado y de que lamentablemente hoy se esté hablando más de cuestiones organizativas que de aspectos musicales.

Es indudable que semejante fiasco va a repercutir en el futuro de un certamen que presume de su longevidad -es uno de los más veteranos del país-, de su carácter gratuito -algo acerca de lo que sería discutible presumir, pero que para sus promotores es motivo de orgullo-, y de su innegable poder de convocatoria. Pero es precisamente por todos estos logros por lo que no es admisible una organización tan pésimamente gestionada.

La mecha se encendió debido a las diversas trifulcas que se vivieron en el backstage. A la penosa planificación de horarios para las pruebas de sonido, a la falta de profesionalidad del equipo encargado de los cambios entre bandas -que los eternizaron y contribuyeron al retraso generalizado- y a la presión de los grupos con mayor caché para cumplir con las horas de actuación previstas en sus contratos, hay que añadir la desidia y la falta de previsión. No se explica cómo es posible que incluso en las ocasiones en que todo estaba listo a tiempo, la falta de público haya hecho retrasar el comienzo. Eso sólo es un síntoma de un cartel mal concebido, además de un desprecio absoluto por ese mismo público.

Pero si bien es verdad que la primera causante de tanto desatino es la mala producción del evento, no debe ello ocultar que otras muchas deficiencias y decisiones equivocadas, tanto políticas como organizativas, son las que han posibilitado que se llegue a la situación actual.

Para empezar, uno de las causas profundas del fracaso es la ausencia de una cabeza pensante -y responsable- del Festival. A estas alturas todavía nadie sabe muy bien a quién dirigirse para pedir cordura. ¿Al Ayuntamiento, que es su principal fuente de financiación? ¿A la Asociación de Vecinos Zaidín-Vergeles, que es la que ostenta su titularidad y la organizadora oficial? ¿Al Instituto Andaluz de la Juventud, que participa con su concurso Espacio Libre y que también financia en parte el Festival? ¿O tal vez a la empresa concesionaria de las barras, que se lo lleva calentito a cambio de asumir parte de la infraestructura -más que deficiente, por cierto-? Seguimos sin saber...

De lo que no cabe duda es de que no es presentable que para la celebración de otros muchos conciertos multitudinarios de la ciudad se requiera a sus promotores -privados- los pertinentes y lógicos permisos y certificaciones de todo tipo para garantizar la seguridad y los servicios necesarios (desde Cruz Roja o Protección Civil hasta planes de acceso y evacuación) y un festival como éste, con toda su solera, se ponga en manos de aficionados, incompetentes o simplemente bribones. Para muestra un botón: cinco WC químicos para una afluencia de entre 10.000 y 15.000 personas parece una broma en una cuestión que, además, está bien regulada por la normativa relativa a espectáculos públicos.

La fidelidad mostrada año tras año por el público granadino por las fiestas del Zaidín merece que quien esté en disposición de hacerlo tome nota de lo ocurrido durante esta edición y le ponga remedio a las que están por venir. Estamos lamentando unos incidentes desagradables pero, afortunadamente, ninguna desgracia que aún estamos a tiempo de evitar. Es lo mínimo exigible para un evento con un plantel de artistas ya histórico, que convoca cada año a más de 25.000 personas y que, por lo tanto, es a día de hoy el más concurrido de los que se celebran en la ciudad y un reducto para la música joven en directo y gratuita. ¿Vamos a dejarlo morir de esta manera?

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